Capítulo 15. 3ª parte: Un recuerdo y el infierno.

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Era cierto, a pesar de que cerré los ojos, vi pasar ante mí toda mi vida. Viajé a mi infancia, observé a dos jóvenes adultos pasando un agradable día de playa con sus dos hijos de cuatro años, que construían con ilusión castillos de arena y mostraban gran valentía al querer entrar por primera vez al mar sin manguitos, después volé unos años más adelante, había olvidado las horribles mechas californianas que me hice con catorce años porque se pusieron de moda, por supuesto en ese recuerdo no faltaba mi hermano riéndose a carcajadas de mí cuando le mostré el resultado, sin embargo en el siguiente recuerdo nos abrazábamos y mostrábamos gran admiración el uno por el otro, conseguir graduarnos en el instituto fue complicado, pero lo logramos con mucho sudor y llanto. Ojalá hubiera podido omitir el peor día de mi vida, el día en que creí muerto a mi hermano, estaba observando como le abrazaba mientras mis lágrimas empañaban su rostro, los más curioso fue que por primera vez le puse rostro al policía que me recogió del suelo y me abrazó y no pude evitar sonreír, Daniel, mi primer y único amor no podía faltar en mis recuerdos. Viajé a aquel callejón, pasé por el dichoso control de alcoholemia y me detuve en el día que hicimos el amor y me dijo que me quería, me había hecho tan feliz que deseaba que el cielo existiera solo para poder encontrarnos allí y darle las gracias.

Su supuesta muerte fue mi siguiente recuerdo, a pesar de todo lo que me había tocado llorar a lo largo de mi vida, tuve lágrimas suficientes para llorarle noche y día, después, como si la cámara rápida se hubiera activado, pasó el resto de mi vida hasta llegar al momento en el que Marta me apuntaba con su arma, al menos moriría con una sonrisa en la cara.

Siempre pensé que un disparo era muy doloroso, al menos así lo parecía en las películas, pero no lo fue, al contrario, no sentí nada, tan solo a los pocos segundos de que apretara el gatillo escuché un golpe seco. Abrí los ojos y vi a Marta tirada en el suelo y a Montoya detrás con el arma levantada, inmediatamente me toqué y observé todo el cuerpo, pero no había nada, ella no consiguió disparar.

—Agente herido —gritó Montoya mientras se acercaba a nosotros.

La policía consiguió reducir a los hombres de Conte, algunos de ellos salieron con los pies por delante de aquel almacén y otros fueron detenidos y llevados a comisaría.

No quería separarme de Daniel, pero no era el momento de perder tiempo discutiendo, por lo que no me negué cuando decidieron trasladarnos a él y a mí en ambulancias diferentes. Su pulso era débil, el médico que lo atendió se quedó callado las dos veces que le pregunté si sobreviviría.

En cuanto llegamos al hospital lo llevaron a quirófano para ser operado de urgencia, el disparo de Marta le alcanzó en el hombro y había perdido mucha sangre.

Quise irme con él, quedarme esperando en la puerta del quirófano, pero no me lo permitieron.

Entre dos enfermeras me agarraron para llevarme a una habitación donde procedieron a curarme las heridas, se centraron en la cabeza, tras descartar algún tipo de traumatismo, me desnudaron para revisarme de arriba a abajo y descartar alguna hemorragia interna provocada por todos los golpes que recibí.

No me opuse a que realizaran su trabajo, pero cada treinta segundos les pedía que fueran a averiguar cómo se encontraba Daniel. El hecho de que me ignoraran cada vez que suplicaba porque averiguaran como iba su operación, consiguió que un momento de desesperación perdiera la cabeza hasta tal punto que comencé a tirar de uno de los vendajes de mi brazo para quitármelo, en seguida las enfermeras intentaron detenerme, pero yo me revolví y las empujé.

—¿Cómo se llama? —me preguntó la doctora en un intento de detener la situación.

—Daniel Ross, es inspector de policía —respondí al instante. Una de las enfermeras salió con rapidez de la habitación y la doctora me pidió permiso con la mirada para seguir curándome.

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