Capítulo 13 2ª parte: Los primeros pasos y una película.

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Solté a mi padre y me giré asustada. Mi madre estaba en la puerta del despacho con la cara totalmente desencajada, su pecho subía y bajaba muy rápido. Fue como si la tierra se abriera bajo mis pies, pero por desgracia no me tragó acabando con la pesadilla.

—Elisabeth espera... —estaba en shock, no fui capaz de pronunciar ni una palabra.

—¡No! —chilló de nuevo—. Dime la maldita verdad —y eso hizo. Conforme mi padre relataba la historia, el rostro de mi madre pasaba por distintas fases de horror. No intervine en ningún momento, me daba miedo su reacción conmigo.

Cuando terminó, la habitación se quedó en completo silencio. Mi madre tenía la mirada perdida y los ojos inyectados en lágrimas. Era como si su cerebro intentara procesar toda la información de golpe, conocía perfectamente esa sensación y no lo conseguiría.

—¿Y tú? ¿Por qué sabes todo esto? —mi madre se centró en mí.

—Daniel es uno de los inspectores encargados del caso de Raúl —susurré sin ser capaz de mirarla a los ojos.

—¿Es? ¿También has mentido sobre su muerte? —por primera vez alcé la mirada y la miré atónita. Me estaba acusando.

—Yo no sabía nada. Creí que había muerto y a partir de ahí todo se descontroló y fui averiguando la verdad. Me viste llorarle, ¿Crees de verdad que soy capaz de fingir algo así? —dije desesperada porque me creyera.

—Voy a ir a comisaría, quiero saberlo todo, quiero ver a mi hijo —mi madre salió de la habitación y mi padre y yo la seguimos, teníamos que hacer algo para detenerla, no podíamos permitir que cometiera esa imprudencia.

—No saben dónde está. Debes saber que Raúl no confía en la policía —mi madre se detuvo y miró a mi padre con miedo.

—¿Qué estás diciendo?

—Han descubierto en varias ocasiones su paradero, por eso ha tomado la determinación de que solo Daniel conozca donde está.

—Tiene miedo —susurró. La rojez volvió a invadir sus ojos.

—No vas a solucionar nada yendo allí a vociferar que sabes la verdad. No podrás verle, además nadie conoce que tu hija... —mi padre me señaló recalcando las dos últimas palabras—. Mantiene una relación con Daniel. En tu estado de nervios podrías decir cualquier cosa que la delate y la ponga en el punto de mira —mi madre volvió a fijar la mirada en mí. Si salía por esa puerta demostrando que le daba igual mi suerte, acabaría por destruirme.

No lo hizo y por primera vez respiré aliviada. Se dirigió al salón y se sentó en el sofá. Nosotros la seguimos con cierta prudencia. Mi padre se veía desesperado por abrazar y consolar a su mujer, pero la conocía a la perfección y sabía que debía actuar con cautela porque podía explotar en cualquier momento como un volcán.

—Al menos quiero hablar con él. No puedes negarme ese derecho, soy su madre —la súplica en sus palabras me llegó al alma.

—Ayer estuve con él. Vi en primera persona como se quedó después de intercambiar dos frases con papá. Si hablas con él... —no sabía cómo decirlo, pero era necesario si quería evitar un mal mayor—. No creo que sea capaz de soportarlo y menos estando solo, se siente demasiado culpable.

Nadie dijo nada más, estábamos quietos como si el tiempo se hubiera detenido. En un arranque de valor, mi padre se acercó a ella y la abrazó. Lejos de rechazarlo, se aferró a él con fuerza y dejó salir todo el dolor acumulado.

Me quedé allí observándolos, la escena me trasladó al momento en que "enterramos" a Raúl, al igual que ese día, mi padre abrazaba a mi madre mientras yo los observaba desde la lejanía.

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