Capítulo uno

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Natasha estaba en el suelo, inmovilizada por el peso de las barras de metal que apretaban la parte inferior de su cuerpo. Vio como Steve se hizo cargo de su pelea contra el Soldado de Invierno. Ella trató de salir de la trampa de metal mientras que se lanzaban golpes los dos mejores amigos que ahora se habían convertido en enemigos.

Entonces ella lo vio. Ella lo vio claramente, y en cada pequeño detalle. El Soldado de Invierno sacó la pistola de su funda de cuero y apuntó a Steve, que estaba de espaldas a él. Ella vio que su dedo presionaba el gatillo sin un indicio de vacilación, la bala brotó del cañón, cortó el aire y finalmente se alojó en el abdomen de su compañero de equipo ante sus ojos horrorizados.

Steve se tambaleó, con una mano agarrando su herida abierta, luego se desplomó en el suelo. El Soldado de Invierno no pestañeó, lanzó una mirada en su dirección y luego sin siquiera mirar atrás, salió de ahí.

Volvió su atención de nuevo a Steve, que ahora estaba jadeando, mientras su pecho se sacudía.

Natasha usó toda su fuerza para liberar sus piernas de los barrotes.

—No, no, no, no. —se susurró alarmada mientras corría hacia él lo más rápido posible.

Ella rápidamente se arrodilló y le sostuvo la cara.

Sus ojos parpadeantes cayeron sobre ella y recuperaron una chispa. Intentó hablar, pero un leve tartamudeo salió de su boca.

Ella llevó su muñeca a su boca.

—¡Tenemos un herido! Repito ¡Hirieron al Capitán! —lloró en su transmisor, respirando pesadamente—. Solicito apoyo médico urgente y extracción inmediata.

Steve sacudió ligeramente la cabeza en respuesta a su llamada de ayuda.

Ella deslizó su brazo debajo de su cuello y levantó la parte superior de su cuerpo en su regazo. Presionó su mano sobre la herida sangrante, observando impotente cómo la sangre escarlata se deslizaba entre sus dedos. Luego miró a su alrededor en busca de un trozo de tela, algo que estuviera lo suficientemente cerca para que no pudiera dejarlo a un lado.

—Espera, Steve —gimió con fuerza, apartando la mirada para que él no viera la angustia en sus ojos—. La ayuda está llegando.

Sacudió la cabeza de nuevo.

—Nunca pensé que terminaría así —tartamudeó con dolor—. No por Bucky.

Ella lo apretó más fuerte.

—Aún no es el final, Steve —gimió—. No te dejaré ir.

Su palma apretó la herida aún más fuerte a través de la tela empapada de su uniforme. Sus ojos miraban al cielo con menos vida que hace unos momentos.

—Hay tantas cosas que ahora desearía haber dicho antes. —balbuceó con dificultad.

Él la miró de nuevo. A pesar del dolor, logró poner una débil sonrisa en su rostro.

—No —ella gimió apenas—. No te mueras, Rogers.

—Tú... —continuó con una mirada serena.

Ella sacudió la cabeza, prohibiéndose escuchar más de sus palabras de despedida.

—Steve —suplicó, las lágrimas llenando sus ojos—. Por favor, no te rindas.

Ella ahuecó su mandíbula y acarició su cara con una ternura calmante.

Sus ojos miraron los de ella.

—Necesito decírtelo antes... —hizo una pausa mientras recogía un nuevo aliento en sus pulmones. Ella se inclinó hacia él, quedando a unos centímetros. Queria escucharlo, porque aunque todavía no lo había aceptado, eran sus últimas palabras.

just a blast from the past | romanogers.¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora