Tobías POV

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Tobías POV
Estaba apoyado al lado de la puerta trasera del local, la había visto tocar y vivir en ese escenario. Puro fuego.
Ahora me sentía contrariado, ella era mi propia droga personal y yo, siempre tan codicioso, estaba listo para la siguiente dosis, dispuesto a todo para conseguirla.
La puerta se abrió de golpe casi aplastándome y ella salió como un torbellino, me quedé mirando cómo se peleaba furiosa con el mechero para intentar encender un pitillo. No pude evitar sonreír y le ofrecí fuego. Su reacción no se hizo de esperar: se tensó, paralizada y salió corriendo como una bala pero yo estaba preparado, salí tras ella y la pillé pocos metros después, al lado de un cubo de basura industrial. La acorralé totalmente con mi cuerpo y ella no peleó contra mí. Interesante.
No me había mirado a la cara en ningún momento así que le quité el cigarrillo de entre sus labios.
- Me pareció verte antes aunque pensé que había sido una alucinación.- murmuró con voz tenue, todavía sin mirarme.
Llevé mi mano a su barbilla, obligándola a que levantase la mirada. ¡Vaya tío, estás muy jodido!
- No me pareció correcto distraerte cuando lo estabas haciendo tan bien.- respondí, perdido en sus ojos avellana sin dejar de acariciar esos labios que me atraían como un imán.
- Bueno, te pareció correcto hacerme otras cosas en contra de mi voluntad.- me atacó ella. ¡Ésta es mi Yami! Conseguí no sonreír a duras penas, ella tenía razón.
- Has sido la única.- afirmé simplemente, necesitaba besarla, estaba jodidamente perdido.
Presioné suavemente su labio inferior para abrir su boca a mí. Ronroneé de placer pensando en todo lo que quería hacer con esa boca. Me incliné muy despacio hacia ella para besarla, quería comprobar si me rechazaba o no pero, cuando estábamos a un milímetro, la puerta trasera del bar se abrió.
- ¿Yami?.- una voz masculina resonó en el callejón, llamándola.
¡Oh, vaya, vaya! Un tufo a perro me asaltó, provenía del hombre que se acercaba. Un licántropo. ¡Qué compañías más interesantes frecuentaba mi Ghuleh!
Me separé un poco de Yami, vigilando con todos mis sentidos al lycan pero observando a Yami, ¿sabría ella lo que él era? Seguro que no.
Sonreí ligeramente, los latidos del lycan me decían muchas cosas de él, como que se sentía atraído por Yami. ¡Lo siento perrito, ella es mía!
- Aléjate de Yami.- me ordenó, prácticamente gruñendo.
- ¿Y si no quiero?.- lo reté, sin dejar de mirar a Yami, estaba claramente preocupada por él.
Un licántropo no tenía nada que hacer contra mí, ellos eran fuertes en manada pero en combate uno a uno, no tenía posibilidad de vencerme.
Entonces él gruñó sonoramente, advirtiéndome e intentando asustarme. Yami abrió mucho los ojos pero luego frunció el ceño, mirando hacia él. Estaba claro, no sabía lo que era su amigo. Intenté girarme para encararlo pero ella me detuvo, cogiéndome del brazo y pidiéndome que no lo hiciera.
- Convénceme para que no lo haga, Yami.- le ordené mirándola con claras intenciones.
Ella miró a su amigo, entendiendo lo que yo le pedía. Volvió a mirarme, elevando sus brazos a mi nuca, rodeándome.
- Esto no es cosa tuya Will. ¡Lárgate!.- dijo ella fríamente, mirándome a mí.
- ¡Yami! ¡Por favor!.- suplicó el lycan, Will.- ¡Aléjate de él!
Pero ella lo ignoró, juntando sus labios con los míos, no tardé en responderle pero siempre atento al lycan.
Escuché como se abría otra vez la puerta del bar, Yami se tensó en mis brazos y eso significaba problemas. Más voces masculinas llegaron a nosotros, al principio bromeando sobre Yami y Will pero después uno de ellos les avisó de que había una sanguijuela: yo. ¡Bueno, ya llegó el resto del pack! Se habían acabado los juegos.
Me separé de Yami, protegiéndola con mi cuerpo ya que los otros no tardaron en transformarse en su forma lobuna al identificar una amenaza. Will los miró entre aterrado e iracundo, sabía que ahora se desenmascaría ante Yami.
Uno de los lobos me pilló de sorpresa, me empujó varios metros intentando cerrar sus fauces en mi cuello pero eso no iba a pasar, le pegué una patada con todas mis fuerzas y éste se estrelló contra la pared justo antes de que otro se acercase, lo cogí por el pellejo, levantándolo y usándolo contra el tercero. No iban a poder derrotarme.
Miré a Will, éste me devolvió una mirada rabiosa y se transformó en un gran lobo pardo, listo para ayudar a su pack. ¡Ni siquiera 4 contra 1 me vencerían!
Se lanzó a por mí, dispuesto a arrancarme la cabeza, en el último instante me moví ligeramente para agarrarlo por el cuello y tirarlo contra la pared. El primer lobo se había recuperado lo suficiente y me intentó atacar por la espalda, le lancé otra patada que lo envió casi de vuelta al bar. Un pequeño lobo gris, el que usé contra el otro lobo, se logró incorporar e intentó ponerse en posición de ataque pero el lobo pardo, Will, se interpuso en medio, mostrándome sus afilados dientes. ¿Acaso creía que me iba a asustar? Le enseñé los colmillos completamente desplegados, rápidamente lo cogí de la cabeza y le pegué un fuerte puñetazo en el morro. Iba a volver a pegarle cuando un pequeño grito de Yami me detuvo, levanté los ojos hacia ella y lo que vi me asustó hasta el tuétano: uno de los lobos tenía sus dientes enterrados en el antebrazo derecho de Yami y ésta sangraba profusamente.
El lobo la soltó rápidamente, con las orejas gachas, arrepentido. Las rodillas de Yami cedieron y yo corrí a por ella, cogiéndola antes de que cayese.
- ¡Apartaos o me abriré paso a patadas!.- les gruñí, furioso y asustado.
Una vez más ella estaba inconsciente en mis brazos. ¡Joder! Gruñí furiosamente al verla así, los putos perros tenían la culpa pero tenía que hacer algo con ella o se desangraría. Me incorpore con ella pegada a mi cuerpo y todos los lobos se apartaron con las orejas gachas menos el pardo, Will.
- Como se muera por el camino me hare un bonito abrigo con vosotros.- siseé entre dientes antes de salir corriendo.
¿A dónde podía ir? Su casa estaba muy lejos y mi hotel aún más. Estaba empezando a ponerme nervioso, paré en un callejón y respire hondo, tenía que calmarme y darle mi sangre pronto o ella moriría. Levante la mirada, viendo que estábamos al lado de un hotel, la dejé en el suelo lentamente y salté con fuerza, atravesando una de las ventanas y llegando a una habitación vacía. ¡Bien! Volví a bajar, la cogí en brazos y salté dentro de la habitación. Rápidamente le quité la chupa de cuero y vi su antebrazo derecho destrozado, gruñí una maldición y me mordí la muñeca con fuerza, dejando que mi sangre cubriese toda la herida y luego eché unas pocas gotas en su boca. Mientras la observaba me lamí mi herida y ésta se cerró al instante, su herida también estaba comenzando a curar pero más lentamente. ¡Menos mal! Dejé caer mi cabeza al lado de la de ella y me relajé, abrazándola contra mí. Tenía mucho en lo que pensar: los licántropos eran un problema, su obsesión con ella era un problema, el nuevo disco, las nuevas fechas de gira... ¡Demonios! Demasiado estrés. Suspiré pesadamente, frotándome los ojos con cansancio y miré por la ventana destrozada, estaba amaneciendo. Esperé al lado de Yami hasta que fue totalmente insoportable para mí seguir ahí, me levanté a regañadientes y me metí en el baño, cerrando la puerta y me tumbé dentro de la bañera. Tras acomodarme un poco caí en un sueño profundo, estaba agotado.
Me desperté cuando se puso el sol, me estiré y note un cuerpo cálido pegado al mío, inspiré por la nariz y me llegó el olor de Yami.
- ¿Yami?.- pregunté confuso, estaba demasiado dormido todavía. ¡Qué bien olía! ¡Qué buen despertar!
- Realmente estás muerto cuando duermes, ¿no?.- me preguntó ella, sonaba fascinada y asustada.
Podía verla claramente en la oscuridad del cuarto de baño, sus mejillas estaban ligeramente sonrosadas y sus pupilas dilatadas, intentando ver algo aparte de negrura. Estaba tan jodidamente bonita... Mi entrepierna se despertó también; ante su olor, su calor y su cercanía mis instintos primarios se activaban.
- Lo estoy pero ahora voy a demostrarte lo vivo que puedo parecer.- susurré, apretando mis brazos a su alrededor, pegándola más a mí y besándola.
Ella se abandonó a mi asaltó, correspondiéndome con tanta pasión que casi me derretí, sus labios y lengua peleando con mi boca eran pura ambrosía. Noté la sed y el ansia dentro de mí pero, por una vez que ella se entregaba a mí, debía controlarme. Me separé de ella, colocándola encima de mí y la observé. Una visión de puro fuego, llamas y lujuria.
- No tienes idea de cuánto te deseo ahora mismo.- le dije, quería que ella lo supiera, quería que ella viese lo que me provocaba.
Ella me besó mientras sus caderas adoptaban un ritmo que me condujo casi a la locura. ¡Oh, maldición! Gemí, perdido en el placer y en su cuerpo, deseando que la ropa desapareciese entre nosotros. Estaba tan concentrado en mi deseo que me sobresalté al escuchar ruido al otro lado de la puerta de la habitación.
- ¡Mierda! ¡Tenemos que irnos!.- susurré.
Ella se levantó corriendo hacia la habitación, yo me incorporé usando mi velocidad y me puse mis botas y chupa en un segundo. Recorrí con la vista el baño, no me dejaba nada atrás.
Salí a la habitación cuando Yami terminaba de ponerse su chupa y se giraba para mirarme.
- ¿Lista?.- pregunté antes de cogerla en brazos. Le guiñé un ojo justo cuando la puerta se abría y salté con ella, estaba aferrada a mí como una lapa y eso me hizo sonreír. Aún cuando toqué tierra ella no me soltó.
- ¡Vamos o nos van a ver!.- comenté, dejándola en el suelo y cogiéndole la mano antes de salir corriendo hasta que ella se detuvo para respirar. Había olvidado cuan débil y frágil podía ser la condición humana.
- ¡Vas a matarme!.- jadeó, mirándome con ligero odio y sonreí ante ser yo quien la hiciese jadear así.
- Tal vez te mate pero no como tú piensas.- susurré. ¡Satán, quería hacerle tantas cosas y ninguna buena!.- Venga, estamos cerca de tu casa. ¿Me invitas?
- ¿Desde cuándo tú necesitas invitación?.- preguntó ella con desdén.
No pude evitar carcajearme de lo que había dicho ella, apreté su mano y caminamos juntos hasta que, al llegar a su portal su actitud cambió, parecía nerviosa. Cuando llegamos al ascensor pude jurar que ella estaba asustada.
- ¡Ey!.- le dije, acariciándola con cuidado extremo. Ya no quería que me temiese, quería otras reacciones de ella pero miedo no.- Por favor Yami, no te comas la cabeza.
Intenté calmarla poco a poco mientras íbamos en el ascensor. Al salir ella fue directamente hasta su puerta y, entonces, de la puerta vecina salió un hombre: un vampiro. Éste la saludó con familiaridad y tono seductor mientras cerraba su propia puerta, no había reparado en mi presencia hasta que se giró.
Se quedó inmóvil, ambos analizándonos. Él tampoco era rival para mí, yo era más viejo y fuerte, así que gruñí mi amenaza. Él evitó mi mirada y huyó tras soltar una disculpa.
- ¿Pero qué coño?.- murmuró ella, enfadada por mi reacción.
- Es un vampiro.- confesé, mirando todavía las escaleras por las que había bajado su vecino.
Mi deseo protector sobre ella me abrumó pero, a la vez, un sentimiento de incertidumbre nubló mi mente y la certeza de que yo no era bueno para ella. ¿Un vampiro y una humana? Ni que esto fuera Crepúsculo. Hice una mueca de disgusto y me giré hacia ella, que entraba en su casa. Debía elegir qué hacer, lo mejor para ambos era no estar juntos, sin duda. Ella me distraía y provocaba que cometiese errores y yo, yo acabaría matándola en algún momento que perdiese el control.    

Vampiro EmeritusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora