Capítulo 35: Las decisiones de la noche

804 42 45
                                    


Las puertas del ascensor se abrieron.

Di un paso hacia adelante con auténtica curiosidad por ver el lugar a donde Max me llevaba. Lo primero que percibí fue el eco de nuestros pasos. Miré alrededor encontrando escaleras, salidas de emergencia y otro largo pasillo, de un triste color gris, rodeado de varias puertas. Era un piso con muchos cuartos.

- ¿En dónde estamos?

- En el piso de residencia.

- ¿Podemos estar aquí? – me volteé a encararlo. Max no lucía asustado como lo estaba yo.

- Técnicamente no, pero nadie lo notará.

- Max...

- Créeme Luisa – me tomó de la mano en ese momento -. Ven.

Me calmé un poco al ver que al parecer éramos los únicos en ese piso, pero aquello cambió cuando un chico salió de una de las puertas. Me tensé.

- Max n...

- Calma – me sonrió intentando tranquilizarme. Y el intento funcionó, mi preocupación bajó un poco.

Admiraba cómo Max podía caminar tan calmado y deseé poder imitarlo. Pasamos al lado del chico, yo nerviosa y él fresco como una lechuga. El chico traía la cabeza gacha y al pasar a su lado me di cuenta de que venía leyendo un grueso libro. Continuó su camino sin detenerse en nosotros y desapareció por las escaleras.

- ¿Lo ves?

- ¿Por qué no nos dijo nada?

- Son médicos haciendo guardias – explicó -. Tienen tanto sueño y cosas que estudiar que no notan lo que pasa a su alrededor.

- ¿Cómo encontraste este piso?

- Algunos vienen aquí a fumar.

Antes de llegar al final del pasillo, cruzamos una doble puerta de vidrio esmerilado. Del otro lado me encontré con un deya-. Estábamos en la azotea del hospital. La terraza amplia estaba a oscuras, sólo podía ver ciertas lucecitas que provenían de los generadores de energía ubicados en esa parte. Dimos unos pasos más y a medida que me acercaba podía ver mejor las ramas de los árboles meciéndose por las corrientes de aire. Sólo faltaban los juegos pirotécnicos estallando en el cielo para que el deja-vú sea completo.

No estábamos solos. Igual que aquel chico, había más médicos usando su típico uniforme, ese parecido a un pijama. Algunos fumaban y reían, mientras que otros estaban sentados con un libro abierto en sus piernas. Incluso vi a dos agentes, de pie cerca del bordillo con hilos de humo saliendo de sus bocas. Estábamos lo suficientemente alejados de ellos como para que no notaran nuestra presencia.

Max comenzó a caminar hacia el bordillo y yo le seguí. Me acomodé el abrigo, el frío era peor aquí arriba.

Pasamos un momento callados. En ocasiones lo miraba y él ya lo estaba haciendo y sonreía por lo que yo sonreía también. Ese intercambio de miradas nerviosas pasó varias veces, hasta que los dos soltamos una risita acompañada de humo debido al frío. Lo vi acercarse con la clara intención de besarme. Me acarició la mejilla como preámbulo y me dio un corto beso en los labios. Luego se separó un poco para mirarme. Iba a retomar el beso, pero hablé interrumpiendo su intención.

- Debemos hablar.

Miró mi rostro detenidamente. Luego asintió.

Nos sentamos en el bordillo de cemento. Di una mirada hacia abajo y la aparté de inmediato. Estábamos a mucha altura, las ambulancias se veían tan pequeñas.

Entre tú & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora