Capítulo 41: Mi primero, mi último y mi todo

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- Santo. Jesucristo. Redentor. No. Puede. ¡Seeeer! – gritaba Kitana mientras aferraba con demasiada fuerza mi mano. Al parecer al anillo le encantaba la atención porque brillaba con más intensidad cuando alguien lo miraba - Te... ¡te vas a casar! ¡Serás la señora bitch!

Perdí toda calma en cuanto escuché la palabrita. Nos aferramos de las manos y pegamos brinquitos a la vez que gritábamos con toda nuestra fuerza. Kitana me abrazó y levantó del suelo sin parar de gritar en mi oído.

- Mira este anillo ¡Es precioso! ¿No te pesa la mano? ¡Santa Kardashian! ¿Cuánto habrá costado? Espera, tienes que decirme cómo fue – yo parecía un pez, abría y cerraba la boca. Cuando quería responder a alguna de sus preguntas, Kitana se adelantaba y hacía otra - ¿Tú y Max habían hablado de matrimonio?

Me encantaba cuando las personas mencionaban muestro nombres en la misma oración. Tú y Max se ven bien juntos. ¿Max y tú vendrán para la cena? Iremos al cine ¿Tú y Max quieren acompañarnos?

- No, o bueno tal vez sí...

- Dime la verdad – miré cómo ella colocaba una mano en mi vientre -. ¿Hay algún sobrinito mío ahí dentro por el cual se casen?

De un ligero manotón me deshice de su mano.

- ¡No! No estoy embarazada.

- ¿Segura? Porque te veo más gordita.

- Sí estoy... ¿gorda?

Me miré la barriga, prominente bajo mi top negro. Mantenía una relación de amor/odio hacia ella. Amor porque esa panza desaparecía cuando estaba de pie, pero el sentimiento se tornaba odio cuando me sentaba o cuando cierta personita creía que era una panza de embarazo.

- Nada que tres ensaladas al día no puedan arreglar – Kitana me arrebató el McFlurry de las manos -. La dieta empieza ahora futura novia.

- Futura novia... - medité. Me llevé las manos a la cabeza como una maníaca en plena crisis – Todavía no lo puedo creer. Me voy a casar... ¡Me voy a casar con Max! – mi mente explotó al imaginarme con el vestido – Seré la esposa de alguien y... y lanzaré un ramo...

- Que yo atraparé, no lo dudes – interrumpió.

- Y usaré un vestido de novia, uno blanco... - Kitana se aclaró la garganta, dirigiéndome una mirada divertida - ¿Qué?

- El blanco es para las vírgenes puras y tú bitch ya te comiste el hotdog antes del recreo.

- Pero... o sea sí, aunque... - ¿Al balbucear me veía igual de ridícula como me sentía? - ¡No importa! Nadie lo sabrá.

- Yo lo sé.

- ¡Shh!

- De acuerdo... está bien – sonrió, mostrando sus hoyuelos - ¿Entonces? ¿has pensado cómo quieres que sea tu boda?

Max y yo (Caramba ¡Qué lindo suena eso!) habíamos hablado sobre la boda durante los días posteriores a nuestro regreso de Argentina. Estábamos sorprendidos del hecho de que queríamos las mismas cosas. Una boda pequeña sin tanto alboroto y muy íntima con los invitados justos, sólo nuestros amigos.

- ¿Entonces no te casarás en un estadio? – preguntó Kitana.

- Queremos una boda pequeña. De hecho, yo ni siquiera quería una fiesta o usar un vestido, pero Max sí...

"- ¿Así que no quieres una gran boda?

- Nunca ha sido mi sueño el tener una boda de cuento de hadas. Me conformo con tenerte ahí.

Entre tú & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora