XVII. Nueva Vida

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Finalizando el mes de abril, días después del accidente nuclear en 1986, la legislación ucraniana ordenó la reubicación de más de ochocientas mil personas de las regiones contaminadas. Esta reubicación continuó aún en 1992. Provocó la destrucción de familias y redes sociales de comunidades enteras y de lugares de trabajo, y expuso a las personas reubicadas al resentimientos y ostracismo en las nuevas localidades, donde los lugareños les trataron, con razón, como intrusos privilegiados y «raros».

La reubicación fue una medida drástica, cuyo motivo declarado fue el de proteger la salud. Y la gente tuvo que adaptarse a su nueva vida, un nuevo estilo de vida y a ser apuntados como una clase inferior que invadió lugares: «los de Chernóbil», «los raros», «los enfermos», eran algunos nombres que les adjudicaron.

Treinta años después un hombre aparece con una proteína y el gobierno decide, de nuevo, reubicar personas para rehabitar el sitio que prometieron nadie nunca volvería a vivir. Y esta nueva generación, ajena a la del '86, tendría que adaptarse a un nuevo estilo de vida. Aprender a convivir con la radiación, de quien huyeron en 1986.

No les quedaba de otra, tenían que adaptarse, sí o sí. Así, los Davis iniciaron una nueva vida, un nuevo camino por conocer. Debían adaptarse a Pripyat.

Courtney accedió a un tratamiento médico sobre su enfermedad con la doctora Andrea, quien estuvo al pendiente de ella desde su llegada. Por otro lado, el joven Davis comenzó a asistir a la escuela, días después de su llegada, en el grado más avanzado que ofrecía la universidad de Pripyat. En la universidad y en todas las escuelas disponibles se impartía la clase de ucraniano, ya que la mayoría de las personas que poblaban la ciudad eran extranjeros. De igual manera se impartían talleres especiales sobre cómo vivir con la radiación pues los alimentos, el agua y cualquier objeto se infectaban de radiación en segundos. Además, las aulas estaban organizadas de acuerdo con el idioma de los estudiantes.

Era difícil entender la perfecta organización que tuvo la nación ucraniana al rehabitar Pripyat, pues cuidaron hasta el más minúsculo detalle. La educación, la vivienda, los alimentos, la salud, las infraestructuras, la energía eléctrica. Y por supuesto, la supuesta aleatoriedad de elección de los nuevos habitantes. La prensa hacía su trabajo. Las noticias corrían como agua en río. América se enteró de la nueva Pripyat. Y el mundo se conmocionó.

La nueva universidad de Pripyat, se ubicaba a doscientos metros al este de la entrada principal. Ahora las instalaciones eran parte de una casona, donde habitó un funcionario público de la Pripyat socialista. No estaba en las antiguas edificaciones de la Universidad del '86 ya que esas eran ruinas de la zona D, donde todavía no reconstruían.

En el grado más alto que ofrecía la nueva universidad se hallaban inscritos setenta y dos alumnos, de los cuales, veintiuno hablaban español y, por lo tanto, estaban en la misma clase de talleres.

Brad ingresó al aula, que antes fue la habitación de uno de los hijos del funcionario público. Una habitación improvisada de un aula, un pizarrón forzado en el lugar más luminoso del sitio, un par de bancos y mesas. Dos libreros. Y el escritorio del profesor.

El aula estaba sumida en un silencio incómodo. Todos deseaban preguntar cómo llegaron ahí, cómo sucedió esa elección, esa reubicación, qué ocurría en Pripyat. Ninguno se animaba.

Brad se dirigió al primer lugar vacío en las últimas filas y se encontró con Charles Johnson. Ambos, boquiabiertos, se sorprendieron al encontrarse en aquel sitio. Si bien Brad quería encontrarse con algún conocido, no le agradó que sea con Charles, al final el chico se obligó a hablarle y permanecieron juntos toda la clase, incluso todo el día.

Radioactivos II: Era Radioactiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora