XXIII. Como en 1986

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La ciudad ocupaba las primeras planas de los periódicos ucranianos y rusos, era nombrada en varias cadenas televisivas españolas, británicas e incluso americanas. La noticia del renacimiento de Pripyat llegó hasta los rincones de Australia y Alaska. El mundo estaba conmovido, asombrado por lo que un solo hombre logró, asombrado del avance de la ciencia y tecnología del siglo XXI.

Una ciudad hecha ruinas se levantó en tan solo cinco meses, increíblemente los escombros renacieron de la noche a la mañana, un arduo trabajo llevado a cabo por más de dos mil obreros y trabajadores, llevados de la mano de arquitectos e ingenieros. La ciudad crecía a gran velocidad. Pronto la próxima zona se abriría al público, un vasto territorio que aumentaría el campo de trabajo y, en consecuencia, la economía. La población pasó de cinco mil a doce mil, y luego a veintidós mil.

Lo cierto era de que la ciudad albergaba muchos misterios, aun estando en una zona transcurrida, o en la misma plaza del Renacimiento (plaza central de la ciudad), uno se sentía observado, vigilado. Las zonas aún prohibidas causaban escalofríos, por eso los pobladores no se acercaban a ellas, ni siquiera a los límites de la zona segura, preferían mantenerse cerca de la avenida Lenin y alrededores.

Seis cuadras al norte de la plaza central se ubicaba el centro de investigaciones, nombrado así con soberbia, porque solo se trataba de un edificio con laboratorios, en su mayoría desocupados, que contaban con pocos instrumentos de investigación química y biológica. Solo era un sitio de acopio de hombres soberbios creyéndose científicos importantes de la nación.

Brad Davis se hallaba ahí, en su laboratorio, continuando con la investigación de esas criaturas. El científico había notado que la apariencia física de los extraños de Pripyat era diferente a la de las personas pues en algunas partes visibles su piel era escamosa, en otras incluso carecía de este órgano, no contaban con cabello ni con vellos y, su sangre negruzca hervía como lava, que, con solo tocarle quemaba. Davis creía que no deberían considerarse humanos.

El hombre aún no lograba comprobar la capacidad intelectual de esas criaturas. Sin embargo, dedujo que aquellas bestias actuaban por instinto, quizá como animales y que tienen un poco de comprensión debido a que saben lo que quieren, como ejemplo, atrapar a su presa (recordó la noche cuando lo persiguieron a él y al señor DeWitt Bukater). Todavía no podría comprobarlo, pero su experiencia, y en tanto su soberbia, le hacía asegurar que estaba en lo cierto.

Lo que sí logró investigar es que antes de convertirse en bestias, esas criaturas fueron personas. Tenían el cuerpo de humanos, eso no podía negarlo. Nariz, orejas, brazos, manos y pies con cinco dedos. Contaban con músculos y huesos literalmente los mismos que los humanos. Carecían de órganos sexuales, por lo que podía asegurar que eran asexuales. Una autopsia le reveló que contaban con pulmones, inmensos y calcinados; con un estómago y unos intestinos más delgados de lo normal. Al parecer no vivían de alimento. Su cerebro era del tamaño del de un perro, quizá de un lobo. Probablemente de la misma capacidad de estos animales. Esta criatura en particular contaba con dos incisiones en la parte baja de la nariz, una boca llena de cuarenta y dos dientes afilados y del tamaño de un león, increíblemente escondidos dentro de su hocico. No era zoólogo, pero sin duda era difícil catalogar a esa criatura dentro de una especie conocida. Estaba frente la evolución.

Después de darle vueltas obtuvo varias teorías sobre el origen de esas extrañas criaturas. La primera, y la más acertada, es que la radiación de la zona provocó severas mutaciones en sus cuerpos convirtiéndolos en seres horribles; la segunda, y la más lógica, es que alguien los transformó en eso, quizá algún experimento fallido ya que últimamente la tecnología viral, bioquímica y médica había avanzado demasiado; y la tercera, la menos improbable, aunque debía tomarla en cuenta, era que ya existían desde tiempos de antaño.

Radioactivos II: Era Radioactiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora