XXIX. Estado de Ansiedad

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La noche cayó abruptamente, una muchedumbre, todavía agitada por tanto alboroto, lanzaba un gruñido colectivo. Algunos de ellos refunfuñaban y otros soltaban abucheos, frustrados por el anticlímax. Otros incluso con antorchas en manos pedían, en un estado de ansiedad, salir.

Los soldados intentaban controlar la situación pues la gente entró en desesperación y preocupación por un posible segundo ataque. Los habitantes protestaban por que los dejasen ir. Temían por sus vidas. Lo único que anhelaban era regresar a sus países. Irse lo más pronto de aquella ciudad. Los militares contenían los disturbios que se presentaban en cada acceso a la zona de cuarentena, en la parte sur, justo en la desviación a la avenida Lenin; en la zona poniente, sobre la calle Kurchatovio (calle donde se ubicaba el Hotel Presidencial) otra multitud de gente pedía a gritos salir de ese lugar. Los militares vociferaban alegando con que no tenían permitido dejar salir a nadie. No cabía duda de que, aquellos animales mutados sembraron más pánico e incertidumbre en los refugiados.

Aun así, los habitantes no heridos protestaban que la zona de cuarentena ahora era un peligro. Aunado también la escasez de alimentos, agua y medicamentos, ya no eran suficientes para abastecer a los más de mil quinientos refugiados eso sin mencionar un posible ataque de aquellas aves o de algún otro mutante. Y que no había noticias sobre los supuestos transportes que los llevarían hasta Kiev.

Entre la multitud se encontraban los hermanos Fernández, observaban cómo los militares contenían a la gente dentro de la zona de cuarentena, incluso algunos ofrecían severos golpes si alguien intentaba rebelarse contra ellos. La gente harta lanzaba insultos, refunfuñaba encolerizada, llena de rabia y coraje. La noche se hacía más densa y las tenues luces de las lámparas se esforzaban por iluminar.

Tanta disputa provocó que Kevin soltará un bufido. Miró a su hermano boquiabierto, asustado e impactado por la situación. Kevin le tomó del hombro y él dio un respingo, no necesitaron intercambiar palabra para entender que regresaran al departamento de los Johnson. Y se encaminaron entre gritos, silbidos, vituperios y abucheos.

Los hermanos Johnson no estaban, los gemelos acompañaron a Joshua y Allie por cuestiones del cuerpo del hombre Vasili y a transportar a Kryka a la enfermería por sus heridas. Sebastián Sánchez y Sara Parker permanecieron en la enfermería, ayudando a Irina en ausencia de Andrea y Bernardo. Anna Díaz y Roberth Black continuaron ayudando a los médicos, ahí en otras zonas del parque. Los hermanos Fernández entraron a su habitación, ahí se hallaba Aimee, esperándoles con los brazos cruzados.

—Al fin llegan —resopló. Billy se acomodó tras ella y le abrazó. Kevin elevó una ceja, y miró a Priscile sentada sobre el sofá junto a la ventana, con un par de curitas en sus heridas esperando que le enviase una señal de lo que sucedía.

— ¿Qué sucede? —inquirió un poco nervioso.

—Necesitamos concretar ya con el plan —Aimee se apartó del abrazo y se levantó de la cama, decidida. Kevin se frotó la nuca.

—Aimee... —murmuró, eligiendo adecuadamente sus palabras—. Verás, yo... mmm... ya no quiero continuar —confesó. Inesperadamente. Decidido. Kyle y Priscile le miraron fijamente, igual de sorprendidos por la confesión del chico. Desconocían la razón de su repentino cambio de decisión. Y aguardaron a que el joven continuara. —Deberías desechar la idea de venganza —argumentó desde la entrada—, ahora hay cosas más importantes, como sobrevivir a todos esos mutantes.

—No puedo creerlo —bufó la chica, enseguida las lágrimas comenzaron a brotar—, esos militares nos sacarán de aquí y estamos a salvo en esta zona de cuarentena.

—No permiten que nadie salga de la zona —intervino Kyle—. ¿Has mirado a tu alrededor? Todos están desesperados por salir, angustiados y preocupados por otro ataque.

Radioactivos II: Era Radioactiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora