XXVII. Estado de alerta

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Tras el alba, la multitud se había dispersado a sus hogares, o algún lugar donde descansar. Los médicos y enfermeros, ya menos agitados, continuaron inspeccionando al público herido. George Black, enseguida se encaminó hacia su compañero una vez terminado su discurso. Saber el nombre de aquellas criaturas les consternó. Algo les inquietaba. Sin duda, todos deseaban irse lo más pronto de esa ciudad.

— ¡¿Clarck?! —Clamó el hombre extendiendo sus brazos para ofrecer un fuerte abrazo—. ¡Clarck amigo! —llamó entre la multitud. Richardson escuchó su nombre y se detuvo. Volvió la mirada y notó a su amigo dirigirse con prisas hacia él—. ¿Cómo llegaste hasta aquí? —preguntó entre jadeos cuando se postró frente a él.

Clarck no respondió. Con una mirada indiferente lo dirigió con él. George un poco decepcionado por la actitud de su amigo, le siguió aun así sin percatarse que tanto como el trío de Brad, Lucas y Nelly, y la doctora Cartman les seguían. Aunque al final, estos personajes decidieron no entrar a la casa de campaña construida en uno de los pasillos del parque, a la intemperie, donde ambos ex colegas de Brad Davis entraron.

— ¿Cómo sobreviviste? —no se limitó a preguntar George enseguida entraron.

—Eso no importa —respondió a secas—, ahora estamos juntos en esto. Te mostraré lo que he logrado investigar —comentó con ojos brillantes. George seguía sin comprender y notaba que esos sacos negros debajo de los ojos de Richardson eran símbolos de noches de trabajo duro, seguramente sin dormir. El hombre estaba exhausto.

—¿Puedes explicarme Clarck? —pidió con una risilla nerviosa—. Casi no comprendo.

—Ahora no George, cuando tengamos un tiempo a solas sí, en privado —comentó mientras observaba a su alrededor y se acercó más a su amigo para decirle casi en susurros y junto a su oído—: Ellos nos llevaran a Kiev cuando la cuarentena acabe, tenemos acceso a todos los documentos y podremos buscar una solución definitiva para acabar con los radioactivos —informó, George le miraba atónito, sin aliento—. Confía en mí. Podemos acabar con esto... —masculló.

—Yo tenía pensado en regresar a España —interrumpió George—, Esto ya no tiene solución.

—No podemos darnos por vencidos, debemos destruir lo que Davis comenzó.

— ¡Él no lo inició! —Espetó George y su compañero permaneció callado, enarcó una ceja esperando a que continuara—. Los radioactivos existían desde antes. Tú y yo tuvimos la misma teoría. Quizá él la tuvo también. Sé que él atrapó a una de esas bestias y la llevó consigo, muy probablemente a su laboratorio —informó casi como un detective cuando hace un buen trabajo— ¿Encontrar a esa bestia podría ayudarnos?

Clarck asintió.

—¿Cómo tomaremos esa bestia sin que él se dé cuenta? —soltó Clarck pensativo.

George se encogió de hombros y se preparó para dar la noticia.

—Él está muerto —anunció—, lo golpeé en medio del caos. Se quedó inconsciente en el suelo no creo que haya sobrevivido a esa masacre. Él, solo... solo... —tartamudeó nervioso.

—¡Calma George! —le tomó del hombro—. Espero se encuentre en lo más profundo del infierno —deseó con la mirada perdida—, ¿Ese es su hijo?

George asintió enseguida. Mientras una tensión reinaba el sitio.

—No es igual a su padre—afirmó Black—, él no merece pagar lo que su padre hizo. Davis mató mucha gente, incluida su propia esposa —bufó. Clarck le miró de reojo, sorprendido. Con ira.

*****

—Me alegra que estén bien —habló la doctora Cartman cuando se acercó al trío de jóvenes.

Radioactivos II: Era Radioactiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora