Pasaron exactamente cuarenta días desde que comenzó la reconstrucción de la ciudad de Pripyat, y cuarenta y dos días desde la aprobación. Conforme el tiempo pasaba el ego y la soberbia de Davis incrementaba, sintiéndose el dueño de la ciudad, ordenando a los trabajadores lo que tenían que hacer. No era para menos, había logrado lo que muchos consideraban imposible.
Aunque era de admitir que, gracias al arduo y persistente trabajo de los obreros, se avanzó mucho en tan poco tiempo, se podría decir que Davis era un buen –mandatario-. En solo veinte días ya se tenían remodelado unos siete edificios de apartamentos y para entonces ya eran alrededor de veinte, también se habían construido alrededor de cincuenta casas cerca de las vías del tren, además de que se remodeló un hospital, el banco, y tres escuelas, entre ellas la universidad de Pripyat.
El proyecto de reconstrucción creado por Davis, revisado por ingenieros y arquitectos y aprobado por el gobierno ucraniano, dividiría, en seis zonas, la ciudad. La primera en reconstruirse y la más alejada de la central era la zona A; la zona B era donde se encontraba el centro y la gobernación, de igual manera era donde se inauguró la ciudad semanas atrás; la zona C la cual comenzarían a construir y/o remodelar en unos meses; las zona D y E que eran las últimas en donde se podría construir casas y edificios de apartamentos, en estas zonas se encontraban el centro comercial y los lugares de entretenimiento; y por último la zona F que estaría restringida por más tiempo debido a que era la más cercana a la central nuclear y, por tanto, se requería de mucha descontaminación.
Por el momento los únicos que habitaban la ciudad eran los trabajadores, algunos ingenieros, la familia DeWitt Bukater, Davis y su colega. Pero no faltaba mucho para que las personas comenzaran a poblar la ciudad.
Para Davis era un triunfo haber logrado la reconstrucción de la ciudad más radioactiva del mundo. Aunque su triunfo corría riesgos cuando George y el señor DeWitt Bukater se metían a las zonas D y E donde aún no estaba permitido el acceso; George se infiltraba en aquellas zonas con el objetivo de encontrar a su amigo Steven pues conservaba esa chispa de esperanza de que estuviese vivo, por otro lado, el señor DeWitt Bukater lo hacía con la intención de hallar a aquella persona que lo vigilaba por las noches. Ambos comenzaban a causarle problemas a Davis, quien era un hombre de poca paciencia, hartándose de ellos hasta llegar a su límite. Y solo pensaba en una forma para deshacerse de ese par de problemas.
Pero no todo era problema para Davis, puesto que también comenzaba a resaltar entre las personas importantes del mundo, ya tenía contacto con algunos científicos de la ICSU y con algunos médicos e ingenieros bioquímicos de la OMS. Yanukovich lo había invitado al evento más relevante en la vida del veterano hombre: una cena con el primer ministro de Rusia.
Durante su estancia en Pripyat, Davis compartía apartamento con George, para suerte del joven colega, Davis lo mantenía encerrado todo el día para que no fuera en busca de Steven y también lo tenía vigilado las veinticuatro horas.
Era una mañana agradable de un martes cualquiera, Davis se levantó por una taza con café y como siempre, observó la habitación de Black para cerciorarse de que estuviese ahí, sin embargo y para su sorpresa, su colega no se encontraba en la cama.
— ¿George? —preguntó sin recibir respuesta o alguna señal de que Black estuviese en el apartamento. Curveó la ceja derecha y miró su alrededor. Lo primero que pensó fue que su colega salió en busca de Steven, entonces caminó raudo por el estrecho pasillo que conducía a la sala y, a la vez, a la puerta principal.
Y encontró a George frente a la gran ventana del salón, observando los rayos dorados acabar con la penumbra, analizando el paisaje apagado de una ciudad muerta años atrás cuyos intentos de la humanidad por recuperarla no son lo suficientemente fuertes contra los reclamos de la naturaleza por no perderla.
ESTÁS LEYENDO
Radioactivos II: Era Radioactiva.
Misteri / ThrillerDespués de la aprobación de la proteína que protege al ser humano contra la radiación, surge la Nueva Pripyat, reconstruida sobre los escombros y renaciendo como una nueva población buscando ese tan anhelado futuro utópico. No obstante, su renaci...