Radioactivos II: Era Radioactiva.

XX. Parásito

Un rostro que carecía de forma, un conjunto de tumores con dos grandes esferas rojas y profundas como ojos. Y una gran mandíbula hinchada y sin forma alguna. Una criatura inmensa y corpulenta, hambrienta de carne viva, cuyos gruñidos siniestros estallaban en eco, se hallaba sobre él.

El joven Davis percibió polvillos moviéndose en el aire, alrededor de aquella criatura. La tenebrosa bestia abrió la mandíbula liberando secreciones líquidas que caían sobre el rostro del chico, ésta horrible bestia tenía una maraña de tentáculos en lugar de boca, con la cual absorbía la sangre de cualquier ser vivo sano.

Brad, inmóvil y atónito, únicamente miraba cómo aquel mutante ingresaba su largo tentáculo dentro de su boca. El chico sintió la presión que ejercía aquella asquerosa parte en su cavidad bucal que le absorbía la sangre. La alta temperatura le quemaba la lengua y se sentía débil conforme perdía sangre. Su mirada se perdía en el más allá y su cuerpo daba ligeras convulsiones.

La bestia apenas consiguió una centena de mililitros de sangre del joven y retiró su tentáculo de la boca de Davis para ahora abrir su indescriptible maraña de donde salía una especie de gusano parásito que expulsó directamente en la boca del chico. El joven tragó, con bastante esfuerzo y asfixiándose, aquel gordo parásito de color arena que, poco a poco, se deslizó por su esófago hasta llegar a sus intestinos, viviendo ahí a partir de entonces.

Los ojos del chico quedaron en blanco y cuando reaccionó con una bocanada de aire se desmayó al instante. Hasta que Ethan logró encontrarlo en medio de los oscuros asientos de aquel estadio, pero para entonces ya era tarde.

*****

—Rafa está herido, pero el dolor de la mordida es poco comparado con el dolor de perder a su hermanita —comentó Lucas al pie de la cama.

— ¿Aún no la encuentran? —preguntó Brad mientras Nelly le acariciaba los cabellos—. ¿Una mordida? —frunció el ceño mirando a la chica.

—Recibió, extrañamente, una mordida —le dijo en una mueca.

—Creo que la niña está muerta —confesó Arthur desde el pórtico—, los gemelos dicen que vieron algo más en ese estadio, algo tenebroso y que seguramente tiene a la niña.

—Yo no vi "algo" como aseguran los gemelos —agregó Lucas—, pero ese lugar era escalofriante. Pese a lo oscuro que era sentía millones de miradas clavándome y devorándome.

— ¿No recuerdas que te sucedió? —preguntó Nelly—. ¿Tú sí viste algo extraño?

Un recuerdo atravesó por su mente instantáneamente. No estaba seguro si lo que había visto era real o no, decidió no comentar nada al respecto para no alarmar a sus amigos.

—No.

Lucas le miró con recelo.

—¿Seguro? —insistió.

Davis asintió.

—Estoy bien —aseguró levantándose de la cama—, creo que ahora debemos ayudar a los Johnson.

Los jóvenes asintieron.

*****

Las sirenas alarmantes de una ambulancia resonaban por la calle Kurchatova, unos metros al oeste del hotel Presidencial. La gente observaba con desdén partir aquel automóvil a toda velocidad hacia su destino, ignorando semáforos y señales de tránsito. Era la primera vez que una ambulancia merodeaba por la cuidad por una emergencia.

El vehículo se detuvo en el pórtico del hotel Presidencial, sus puertas traseras se abrieron al instante y del compartimento salió la doctora Cartman junto con dos paramédicos, quienes bajaron la camilla donde descansaba Courtney Davis.