XVI. Justicia

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En Barcelona, antigua ciudad de los Davis, para algunos personajes el rumbo de su vida cambiaría repentinamente al tomar decisiones que acabarían en un solo sitio: Pripyat.

Anna Díaz pasó dos noches sin lograr conciliar el sueño, una tristeza le invadía, un vacío que ni ella misma entendía. No había presenciado la muerte de alguien cercano, su último pariente cercano murió hace ya muchos años cuando ella era muy niña: su abuelita; apenas y tenía recuerdos vacuos sobre ella. Aimee era prácticamente una hermana, pasaban mucho tiempo juntas, se conocían la una a la otra casi mejor que sus madres las conocían, era una amistad inquebrantable. Saber que la chica Tommison ya no existía más le dejaba melancólica. Peor aún cuando toda su habitación estaba llena de fotografías con ella y regalos que se hacían en cada fecha importante, como el 14 de febrero o en sus cumpleaños. La extrañaba. Extrañaba tanto a su amiga. Se conciliaba con canciones que le recordaban a ella, en especial "True Friend" por Miley Cyrus, y gracias a ello no paraba de llorar.

Otro día iniciaba con un sol candente de una primavera en el mediterráneo. Llamaron a la puerta, pero ella no respondió. Acto seguido su madre ingresó.

—¿Tampoco hoy pudiste descansar? —preguntó apartando las sábanas de la chica, quien se limitó a mirarle con esos tan hinchados como tomates—. Date prisa, te están esperando —anunció mientras buscaba algo de ropa del armario para su hija.

—¿Quién? —inquirió curiosa.

—Roberto —reveló entregándole unos jeans y una blusa a rayas—. Trae buenas noticias sobre tu amigo Kevin, el hijo del doctor.

A la chica se le iluminaron los ojos y finalmente logró esbozar una sonrisa. Su madre, emocionada por dentro, se acercó con delicadeza a ella y le dio un beso en la frente. Sonriendo al ver a su hija todavía con algo de vida.

—Date prisa mi cielo.

—¡Mamá! —detuvo la chica—. Es Roberth —corrigió y su madre sonrió.

La joven bajó cinco minutos después, vestida y lista para recibir una buena noticia. Sin embargo, la cara demacrada que revelaba muchas horas de llanto todavía no se le quitaba. Pese a que se la enjuagó los dos enormes sacos negros bajo sus ojos resaltaban en ese rostro de porcelana. Roberth sonrió al verla resistir. La madre, cómplice del chico, le dio un abrazo a su hija antes de que partiera.

—¿A dónde vamos? —preguntó la chica, tomada de la mano de Roberth mientras salían y se dirigían al auto.

—Kevin ha despertado —anunció con alegría el joven y la invitó a continuar caminando.

*****

Al entrar al cuarto vieron al joven recostado en su camilla observando el exterior con la mirada perdida. La habitación, iluminada por los rayos de la mañana, se sentía fría.

— ¡Hola! —saludó Roberth desde la entrada. Kevin los miró y les regaló una sonrisa.

—Hola chicos —saludó—, adelante. Estoy mejorando —respondió. Un par de raspadas rojizas se le notaban en la parte superior de la cara, junto a la ceja derecha—. El doctor dijo que hoy podré regresar a casa —comentó tomando la mano de Priscile y dibujando una pequeña sonrisa.

—Esperemos que sí —deseó Black.

— ¿Y el asunto de tu mamá? —preguntó Anna.

—Ella está en terapia, mi hermano Kyle la acompaña —respondió mirando la puerta.

— ¿Me hablaron? —preguntó Kyle sonriente, como si la situación de la familia Fernández iba mejorando—. Traigo malas noticias.

Las expectativas de Anna cambiaron, ella pensaba que al fin las malas noticias terminarían y que sus problemas acabarían con la partida de los Johnson e incluso de los Davis.

Radioactivos II: Era Radioactiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora