❼. 𝓙𝓲𝓶𝓲𝓷

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Se había quedado en aquel callejón, esperando a que Yoongi no volviese con las manos manchadas de sangre.
No quería odiar a Yoongi.
No podía permitirse odiarlo.
Cerró sus ojos perdiéndose en sus pensamientos y recordó la primera vez que había visto aquel rostro de rasgos felinos.
Estaba en el coche con Jungkook.
Viajaban en silencio ya que habían discutido recientemente. Jungkook quería dejar sus estudios para trabajar a tiempo completo ya que apenas podían pagar su apartamento.
Jimin se negó rotundamente.
Y después de gritarse varias cosas desagradables habían continuado el viaje en silencio para no llevar las cosas demasiado lejos.
Mantenía sus manos apretadas en el volante mientras sentía como Jungkook tamborileaba sus dedos contra la ventana.
Le habría gustado mirarle por última vez.
Le habría gustado sostener su mano, acariciar sus delicados dedos.
Le habría gustado saborear sus labios, sus tiernos labios, una última vez.
Tal vez así, la despedida no habría sido tan amarga.
Pero no tuvo tiempo de pensar cuando aquel coche se cruzó en su camino y Jimin, en un intento desesperado por no colisionar, giró el volante de forma brusca provocando que su coche empezara a dar vueltas de campana.
Por culpa de su fuerte discusión ninguno de los dos había recordado ponerse el cinturón.
Cuando por fin se detuvieron, el cuerpo de Jungkook salió disparado por el parabrisas y aterrizó en el asfalto entre sangre y cristal.
Jimin se quedó tirado boca arriba un poco mas cerca, su cuello dolía como el infierno ya que estaba doblado de una forma anormal.
Vio a la gente aglomerándose al rededor de la escena, escuchó las sirenas de los vehículos de emergencias y miró el cuerpo de Jungkook tirado en el asfalto. Pero su vista se desvió hacia él.
El hombre de rasgos felinos le observaba entre el gentío con expresión neutra, sus oscuros ojos leyendo hasta el último rincón de su alma.
Observó cómo los equipos de emergencia se llevaban el cuerpo de Jungkook mientras a él le cubrían el rostro con una tela.
Era el fin.

••••••

Despertó -lo que era un gran logro, ya que estaba seguro de que no volvería a abrir los ojos - sintiendo las ataduras en sus muñecas y la venda cubriendo sus ojos.
¿Le habían atado?
Movió sus brazos viendo que, efectivamente sus muñecas estaban envueltas por algo, pero no estaba atado a ningún sitio.
Se sacó la venda de los ojos y observó el suelo cubierto de hierva, las gotas de rocío cubriendolo todo.
-¿Qué has hecho? -cuestionó una voz ronca desde algún lugar de aquel prado.
Jimin se giró para encontrarse al hombre de rasgos felinos sentado sobre el respaldo de un banco, masticando una manzana roja.
-¿Jung... Jungkook? -cuestionó, ya que la imagen del chico tirado en el suelo fue lo primero que se le vino a la cabeza.
-Está bien, está en el hospital. Ya sabes, unos cuantos huesos rotos, un par de rasguños, algún que otro cristal incrustado, lo típico -el hombre se encogió de hombros volviendo a morder la manzana.
Jimin empezó a respirar de forma irregular. Se revisó a si mismo, no tenía ninguna herida, ningún hueso fuera de lugar. Se pasó la mano por el cuello, comprobando que no estaba roto.
No era posible.
Se dio cuenta también de que su piel bronceada estaba blanca como la nieve, se sentía frío.
-¿Y yo? -cuestionó mirando al hombre de rasgos felinos que observaba su manzana con aburrimiento - ¿Dónde estoy yo?
Vio una sonrisa macabra dibujarse en el pálido rostro del hombre y sintió el terror calarle hasta los huesos.
-Tu cuerpo está en la morgue -mordió por última vez la manzana antes de lanzársela a Jimin, para que éste viera con asombro que la fruta volvía a estar completa -. Tu alma, es mía ahora.
Jimin sintió que el alma se le caía a los pies.
Si tuviera alma, claro.
Empezó a temblar y miró la cinta negra en sus muñecas.
-¿P-por e-eso estoy at-atado? -cuestionó con las lágrimas amenazando con escapar.
El hombre asintió.
-El ritual es un poco absurdo, pero es lo que hay -bajó del banco, su delgado cuerpo acercándose al chico tirado en el suelo -. Bueno, amigo, te he respondido a un montón de preguntas y tu aún no respondes la mía.
-¿Qué pregunta? -cuestionó el humano aún con la voz temblorosa.
-¿Qué has hecho? -volvió a preguntar el hombre de cabellos azabaches.
La expresión confusa de Jimin hizo que se impacientara.
-Para que te condenaran, chico. Qué hiciste -se sentó sobre el césped frente a él, dejando que Jimin estudiara el pálido rostro del hombre, sus lindos ojos y sus finos labios que estaban siendo recorridos por sus delgados dedos -. Nadie vino a buscarte, si no fuera por mí habrían dejado que tu alma se pudriera en la tierra.
El chico solo miró sus manos y jugueteó con las cintas negras de sus muñecas.
-No lo sé -murmuró, provocando que el contrario soltase un gruñido con fastidio -. ¿Por qué no me has dejado?
Alzó la vista para encontrarse con sus oscuros ojos examinando cada rincón de su ser. El hombre de rasgos felinos se encogió de hombros.
-Necesitaba un ayudante, un protegido.
Mentira.
-Y tú estabas justo ahí...
Llevabas meses observándome.
-Así que cuando vi que ningún vigilante venía a buscarte decidí apiadarme de tu alma.
Te sentías tan solo... Oh pero un demonio no puede sentir, no así.
-Pero no creas que esto es un acto de caridad, tendrás que darme algo a cambio.
Solo querías lo único que no podías tener, querías sentirte amado. Querías que yo te amara.
-¿Qué podría darte yo? No tengo nada, estoy muerto.
Querías algo de calor en aquel infierno tan frío. Y yo te lo di.
-Tendrás que protegerme, te enseñaré a protegerme.
Me enseñaste a amarte.
Jimin le dedicó una pequeña sonrisa y mordió la manzana que le había dado el de cabellos azabaches mientras este le tendía un resplandeciente abanico naranja.
-Tendrás que dedicar toda tu existencia para mantenerme a salvo, pequeño.
Tú arriesgaste toda tu existencia en mantenerme a tu lado.
Y acabarás con cualquiera que pretenda alejarme de ti.
Abrió los ojos de golpe sintiéndose abrumado por sus pensamientos.
Debía parar aquello.
Se levantó y salió del callejón en busca del demonio sin percatarse de los ojos castaños que le observaban desde la azotea del edificio en el que alguna vez estuvo su hogar.

손상된 [sonsangdoen] (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora