7 | La Recepción.

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(Kenneth)

El sonido de los aplausos, los buenos deseos y los gritos de los invitados mientras proclaman mi coronación, se convierten en un ruido sordo y me sumergen al mutismo. No puedo pensar en nada más que en el hecho de que mi vida ya nunca será igual. Siento vagamente el instante en el que la corona es puesta en mi cabeza y más tarde el momento en el que una pesada mano toma la mía, pero no es cálida, como la de Eryx... Más bien es fría y algo brusca.

Un Beta jefe del personal de servicio nos informa a todos que podemos seguir al banquete que el palacio está ofreciendo en el Gran Comedor, así que Ragh tira de mí hacia él no muy amablemente y me obliga a seguir a su lado mientras salimos del bello salón para caminar por el mismo pasillo adornado por el que vine, tomando un desvío a la derecha. Ragh gira conmigo casi arrastrándome y tengo que obligarme a soportarlo.

Todo sea por aparentar un momento feliz, me digo.

Respiro hondo cuando entramos al salón del banquete y de la recepción.

―Vaya... ―susurro y el Alfa a mi lado simplemente me sonríe con altivez.

―Esto es sólo una pequeña muestra de lo que obtienes al convertirte en mi esposo ―dice con sorna y eso me hace mirarlo con todo el odio que soy capaz de reunir.

―No me interesan tus malditas riquezas, Alfa ―escupo y me suelto de su agarre, eso sí, sutilmente, para dejarlo y encaminarme hacia la mesa.

―¿Entonces qué es lo que te interesa, pequeño Omega? ―Su voz grave y profunda, junto a su aliento cálido chocando con mi oreja, inevitablemente me hacen estremecer―. ¿Acaso deseas mi cuerpo? ―Maldito sea por provocarme.

Entonces algo se me ocurre.

Me doy media vuelta y estrello mis ojos con los suyos, empleando mi arma secreta, esa que sé que puede enloquecer a cualquier Alfa. Y es que los Omegas también somos una cosa descarada e infame. Muchos Alfas a lo largo de mi vida, Eryx incluido, me han retratado como una pequeña arpía, alegando que siempre que la ocasión lo amerita, termino utilizando mis encantos para mi propio beneficio, llegando a ser temido incluso por mi astucia e inteligencia.

Y justo ahora, ese orgulloso Alfa es mi objetivo.

Desprendo mis feromonas de atracción de inmediato, rodeándolo con ellas, impregnándole mi aroma. Lo miro fijamente, frunzo el ceño como si estuviera en ese estado de placer y dolor en el que se ven envueltos los Omegas cuando están en celo o teniendo sexo, muerdo mi labio inferior justo allí donde él me mordió y un rubor natural se dispersa por mis mejillas, al mismo tiempo que el aroma de mi excitación se desprende de mis muslos y viaja hacia su avanzado olfato, mezclándose con sus feromonas intensas y fuertes. Esto es seducción en estado puro y no tengo que esforzarme demasiado por lograrlo, no con él.

Doy un paso hasta pegarme completamente a su poderoso cuerpo y suelto el llamado de mi Omega, un suave y bajo gemido que atrae a cualquier Alfa a caer bajo mis encantos. Ragh de inmediato gruñe y cierra la distancia entre nosotros, pero se detiene al darse cuenta de lo que sucede alrededor. Él no es el único Alfa aquí. Hay muchos más, dispuestos a luchar por tener una probada de mi cuerpo sin importarles que sea el esposo del Emperador. Y eso queda demostrado cuando tres hombres Alfa empiezan a asecharme, a pesar de estar pegado a él, un Alfa monarca.

Sonrío y ronroneo en dirección a ellos, como si mi Omega estuviese gustoso, cuando es solamente el innegable aroma amargo de los celos emanando de mi nuevo esposo, el que hace que mi Omega se derrita. Me empino y pego mis manos a su cuello, para bajarlo a mi altura, para poder observar las pupilas de sus ojos dilatadas por el deseo, para obtener una fuerte aspiración de su aroma masculino y potente, y para finalmente, pegar mis labios a su oído.

El Vínculo - SAGA DESTINADOS #1. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora