Sir William Fletcher, General de la Guardia Imperial del Imperio de Woltrem, cruzó las puertas dobles de la habitación del Emperador con tres personas siguiéndole el paso de cerca. Le había costado una semana y media viajar a Ciudades Olvidadas por barco, tres días convencer a aquellas personas de venir con él y otra semana y media en volver. Sinceramente, no tenía la completa certeza de que su majestad aguantara casi un mes con vida para esperar su regreso.
Pero tal vez los dioses estaban de su lado, porque el Emperador aún vivía cuando volvió.
Aunque su salud seguía empeorando.
Se apresuró a llegar junto a su majestad en tiempo récord para informarle de su viaje, aún en contra de las órdenes del médico de la familia imperial que le impedía perturbar al paciente. Tocó levemente el hombro de su mejor amigo y le susurró al oído que su esposa e hijos estaban allí presentes. Sí, hijos. Ni siquiera él mismo se lo creía.
Sir William conocía la historia de su amigo de principio a fin. Hace veintiocho años exactamente, y a sus diecisiete años, el Octogésimo Cuarto Emperador de Woltrem, Allan Sierich, contrajo matrimonio con Lady Meredith Von Craft, que en ese entonces sólo tenía dieciséis y era hija de un Duque de la Nación del Norte que tal vez para estos días de guerra, ya estaba muerto.
Él mismo había sido testigo de como ese par de jóvenes habían caído enamorados el uno del otro en el instante en que se conocieron, siendo él un prominente Alfa a pesar de su corta edad y ella una hermosa Alfa heredera al mandato del Valle de Sebz. Había escuchado de Allan que cuando había marcado y reclamado a Meredith, al ser ambos Alfas, no habían logrado formar "el Vínculo", pero que sí habían formado un lazo que sólo las parejas entre Alfas o Betas entenderían, ya que no fue la típica unión entre un Alfa y un Omega. Había presenciado cuando ambos informaron, con una alegría inquebrantable, al Concejo Imperial que tendrían un heredero. Y así mismo había visto con pesar e impotencia cuando el Alfa dentro del Emperador no pudo contener los celos y la rabia al enterarse de que su amada Emperatriz había encontrado a su Pareja Destinada en un Omega inferior a él y recurrió a la violencia para deshacerse de su oponente, asesinándolo finalmente.
El Concejo de hace veintiocho años no es el mismo de estos días, puesto que las personas que regían la Corte Imperial en ese entonces ya fallecieron, y es por eso que actualmente nadie recuerda que el Emperador haya estado casado con Lady Meredith. Y aunque se conserve totalmente intacto el documento verídico de su matrimonio con ella, será una lucha a muerte lograr que el actual Concejo reconozca como legítimos a los hijos del Emperador.
Pues resulta que en ese entonces, Meredith quedó embarazada de mellizos y debido a que huyó a Ciudades Olvidadas, nadie se enteró de aquel hecho. Aunque gracias a eso, ahora mismo, el Emperador ya no tiene que preocuparse por conseguir un heredero, porque ahora dispone de dos y parecen estar más sanos que todos los infantes de Woltrem juntos. Sir William ordenó a una criada, la cual traía té para el Emperador, que fuera de inmediato a conseguir al Escribano Imperial, el cual estaba autorizado para dar fe de las escrituras y demás actos y documentos que se desarrollaban ante él por el Emperador. Nada podría ser refutado si él daba fe de que aquellos jóvenes eran los legítimos herederos del imperio y agradecía a los dioses saber que aquel escribano seguía siendo el mismo que redactó el acta matrimonial del Emperador.
―Majestad... ―susurró el General junto al convaleciente cuerpo de su mejor amigo a pesar de ser tan joven y apuesto, pues sólo tenía cuarenta y cinco años y su constitución como Alfa lo hacía ver casi invencible. Parecía mentira que estuviera al borde de la muerte por una simple enfermedad―. He traído a su familia...
El gran monarca abrió finalmente los ojos, con demasiado esfuerzo, y luego de una fuerte tos pudo vislumbrar más allá del cuerpo de su amigo a tres personas que amó desde el momento en el que se enteró que estaban vivos y sanos. El Alfa en su interior aulló de alegría al reconocer a su esposa Alfa y a sus crías, aquellos jóvenes fuertes e imperturbables que innegablemente poseían sus mismos rasgos, ojos grises y brillantes como la plata y cabello rebelde y negro como el ónix. Estaba esperando encontrar un solo joven, pero fue una agradable sorpresa saber que su mujer le había dado dos hermosos hijos. No pudo evitar que lágrimas se derramaran por sus ojos y que su corazón se hinchase de felicidad al conocer finalmente a sus herederos y mirar una vez más a su hermosa Alfa.
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El Vínculo - SAGA DESTINADOS #1. (+18)
AcakKenneth estaba bien en su palacio, entrenando con la espada para defender a su pueblo y sin preocuparse por nada más que el bienestar de su familia. Sin embargo, todo lo que conocía quedó atrás cuando su destinado lo reclamó como el medio para acaba...