2 | El Anuncio.

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(Kenneth)

―¡Kenneth!

No detengo el mandoble que estoy a punto de dar a mi contrincante cuando escucho la voz de mi hermano Maxine llamándome desde la entrada de la arena de entrenamiento. El soldado Alfa con el que estoy entrenando da una estocada contra mí, pero la detengo con una sola mano, mientras arremeto contra él con un grito, lo empujo y manejo mi espada para desarmarlo, logrando que su espada vuele a unos metros más allá de nosotros, ponerle rápidamente una zancadilla, hacer que caiga al suelo y finalmente apuntar mi espada justo sobre su corazón.

Una sonrisa cruza por su rostro y no puedo evitar corresponderle.

―Vaya, has mejorado, Neth ―dice mi guardián personal, un hermoso Alfa de ojos negros y cabello claro que siempre ha estado ahí para mí desde que tengo memoria.

―Por supuesto que sí, ya no soy un niño ―contesto y le tiendo mi mano después de enterrar mi espada en la tierra, ayudándole a levantarse. Su altura me sobrepasa y yo puedo finalmente ver sus ojos más claramente.

―Es cierto, ya estás en edad de casarte ―dice Eryx y su semblante cambia de inmediato, sus feromonas indicándome de inmediato que está triste por ese hecho.

―Eryx...

―¡Kenneth! ¡Por todos los dioses, te estoy llamando! ―Maxine llega hasta donde estamos y toma mi codo, mientras Eryx da una reverencia para él y yo chasqueo mi lengua―. Tenemos una reunión familiar, necesito que vengas conmigo ―El nuevo Rey de la Nación del Sur y de la Casa Noble Weinmann no puede evitar usar su Voz de Alfa conmigo, pero sabe que soy inmune a ella gracias a mis entrenamientos.

―Ya voy ―Me suelto amablemente de su agarre y me acerco a Eryx―. Más tarde te busco para seguir con esta charla ―Le advierto.

―Como ordene, su alteza ―dice y sé que usa el estúpido honorífico solo para molestarme.

―Tch.

Sigo a mi hermano a regañadientes de nuevo dentro del palacio y retiro lentamente las vendas que recubren mis manos y que evitan que el roce del mango de la espada pueda causarme ampollas. He decidido prescindir de los guantes, porque estos entorpecen mi manejo de la espada cuando entreno y no quiero atrasarme. Y dado que tengo una excelente puntería con las dagas, sólo debo enfocarme en mejorar con la espada, las únicas armas que me interesan. A mi hermano Maxine le encanta la lanza, el hacha y la espada, a mi hermana Kailyn le encanta la ballesta y a su gemela, mi hermana Meilyn, el arco. Y son los mejores manejándolas, así que por lo menos debo tener una especialidad. Me hubiera conformado al ser experto con las dagas, pero decidí aprender a luchar con la espada.

Aunque no ha sido fácil.

Eryx es un desconsiderado con sus duros entrenamientos.

Maxine y yo ingresamos en la sala del Concejo Real, ahora vacía de consejeros pero llena por mi madre y hermanas. Resoplo. ¿Qué puede ser tan importante para que interrumpan mi preciado entrenamiento con Eryx? ¿Algún asunto de estado? ¿Una invasión enemiga? ¿Otro atentado? Nada puede ser peor que cuando me informaron que mi padre había muerto, hace dos meses, por un atentado de la Nación del Norte. Aún siento tantas ganas de vengarme, pero no puedo hacerlo porque todo pasó durante la guerra y al parecer todo se vale.

―¿Qué sucede? ―cuestiono, ya sintiendo la ansiedad tomar posesión de mí, ocasionando que mis feromonas se liberen de inmediato. Nunca he tenido ningún control sobre ellas y por más que lo he intentado, no puedo evitar que estas llenen una estancia completa cuando me encuentro nervioso o asustado, como ahora.

―Kenneth, cálmate, por favor, toma asiento y tranquilízate ―Mi hermana Kailyn usa su Voz de Alfa, pero la ignoro y simplemente tomo asiento porque no quiero salir corriendo como un cobarde. Puedo sentir en sus aromas que están tensos, serios, calculadores y decididos, así como cuando tenían que planear nuestro siguiente movimiento en la guerra.

El Vínculo - SAGA DESTINADOS #1. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora