1 de julio.
7:47 pm.En el café de Kokoro.
Ayer, finalmente hablé con mis padres acerca de los exámenes y fue... intenso. Les dije luego de la cena. Mi padre enmudeció al escuchar mi planteamiento y mi madre automáticamente frunció el ceño.
—¿Esto es a causa de esos dos chicos con los que formas equipo? —preguntó mi madre molesta— Ellos quieren participar, y si tú no estás en el equipo, no pueden entrar. Es por eso, ¿no es cierto? —presionó.
—No —respondí decidida—. Yo quiero participar. No quiero ser una genin toda la vida, mamá.
—¡Pues tendrás que serlo porque ese fue el trato que hicimos contigo cuando te permitimos entrar en la Academia! —me recordó exaltada.
Mi madre era una mujer extremadamente fuerte y cada vez que se alteraba por cualquier cosa o se molestaba, una prominente vena de un tono verdoso se divisaba en su frente y sus ojos marrones centelleaban. Mi padre, por otro lado, era un hombre más bien taimado y observador, que siempre evaluaba los pros y contras de cualquier situación.
—Amor, sabíamos bien claro que algo como esto sucedería algún día —intentó alegar mi padre.
—¡Ella no está preparada para enfrentarse a algo como eso! —exclamó mi madre.
—¡Estoy preparada, mamá! ¡He crecido y ahora puedo valerme por mí misma! Puedo controlarme. Te lo prometo —le dije. Mi madre solo se preocupaba por mí y era entendible su reacción.
—Nos arriesgamos cuando te permitimos ir a aquella misión al País de las Olas... —habló mi padre.
—¡Y nada sucedió! Ni mis compañeros, ni siquiera mi propio sensei sabe nada sobre mí —enfaticé—. Ellos no tienen ni idea de que no formo parte de este clan. No saben que no soy una Haruno verdadera.
—No digas eso. Tú eres nuestra hija. Eres una Haruno —habló mi padre. Le dolía cada vez que, en ataque de ira, soltaba aquellas palabras como ráfagas sobre ellos.
—No tengo tu cabello; no tengo tus ojos, no puedo hacer tus jutsus. No soy de tu clan —le hablé soltando un destello violeta en mis ojos.
Mis verdaderos ojos no eran café como los de ella, no eran verdes como los de mi padre, o al menos no lo eran la gran parte del tiempo. Mis ojos se tornaban violetas cada vez que sufría un ataque de ira o pánico, pero no tenían ningún jutsu especial. Yo no tenía el byakugan de los Hyuga ni el sharingan de los Uchiha, solo eran de ese color en específico. Mi cabello se tornaba blanco al más mínimo indicio de estrés, por lo que tuve que aprender a manejar mi compostura y separar cada una de mis emociones, pues no podía permitirme cambiar de forma cada vez que quería llorar.
Los Haruno descendían de los antiguos Daimyo del País del Fuego, y es conocido que sus rasgos perduran en los pocos miembros del clan que aún viven. A todos los efectos, solo somos mi padre y yo... Aunque el nombre se perderá conmigo, así como el linaje.
—Prometiste esconder tu apariencia real —me suplicó mi padre—. Tienes que pasar desapercibida entre tus compañeros.
—Lo sé. Las personas como yo podemos ser muy peligrosas. Las tatarigami somos odiadas por todo el mundo a pesar de que no comprendo el por qué.
Después de mucho hablar con ellos y convencerles de que jamás me arriesgaría a ser descubierta por mis compañeros, finalmente accedieron a dejarme participar en los exámenes.
Cuando salí de la casa, caminé hasta el pequeño parque de diversiones cerca de la Academia para poder poner mis pensamientos en orden. Hablar de mi propia naturaleza gastaba mucho más de mi energía vital que cualquier pelea. Al llegar, descubrí a Sasuke sentado en uno de los columpios más pequeños; los que estaban de frente al lago Tobirama. Al verlo meciéndose débilmente con la vista centrada en las aguas oscuras del lago, recordé años atrás, cuando el chico y yo éramos amigos de pequeños.
—Creo que te conocí sentado en ese mismo columpio —le dije mientras me sentaba en el que estaba justo a su lado. El chico sonrió y bajó su mirada azabache al suelo.
—¿Cuánto hace de eso? —preguntó con una voz cálida. Nunca escuchaba esa voz cuando estaba cerca de Naruto o de alguno de nuestros compañeros en la Academia.
—Quizás, 10 años. 11 a lo mucho. Teníamos solo 4 años —respondí recordando aquellos buenos tiempos. Sasuke sonrió ampliamente esa vez.
—Recuerdo que me regalaste una pequeñita flor de cerezo y me diste un caramelo de naranja que guardabas en tu mochila —me dijo—. Tú fuiste la única persona que se me acercó aquel día aparte de...
Iba a hablar de su hermano. Sasuke cambió el semblante al recordarlo, pero intenté que su mente no se detuviera en aquel momento.
—Llevabas llorando el día entero porque no te querías separar de tu madre. Dabas lástima —reí. El semblante sonriente del chico se desvaneció y un rostro nostálgico se mostraba en cambio.
—Discúlpame por decirte ayer que eras una buena para nada. Y perdóname por estar siempre en tu camino. Sé que no necesitas que yo te proteja—me dijo mirándome a los ojos.
Sonreí y atigré los ojos.
—¿Quién lo iba a decir? El gran Sasuke Uchiha disculpándose con una simple kunoichi...
—No eres una simple kunoichi —dijo él con convicción en sus palabras, pero flaqueó después—. Y yo sé cuándo disculparme. No soy prepotente.
Muchos podían no opinar lo mismo y Sasuke lo vio en mi mirada, pero se limitó a sonreír en señal de rendición. Tampoco muchos podían decir que habían visto al Uchiha dejarse ganar en una batalla.
—Si tú no te inscribes en los exámenes, yo tampoco lo haré, pero no por las razones que piensas, sino porque no creo que nunca encontraré una mejor compañera que tú —me habló—. No podría confiar en nadie más para que me cuide las espaldas, Sakura Haruno.
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RENACER [✔️] (Primer Libro de la Trilogía Renacer)
Fanfiction"Pronto, mi pequeña tatarigami. Pronto será tiempo de que se libere a la madre del chakra..." Sakura Haruno es, aparentemente, una chica de cabello rosa y ojos verdes con una voluntad indomable que ha sido asignada al Equipo 7, con Naruto Uzumaki y...