El sol que brilla y se hace llamar Wen

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Comenzaba a ser frecuente que, al terminar las lecciones del día, Lan Qiren se retirara de la Sala Orquídea mostrando un rostro angustiado, pero esta vez fue un tanto diferente.

Él continuaba dictando en voz alta mientras los estudiantes copiaban todo al pie de la letra. La excepción era claramente Wei Wuxian, quien a veces se sorprendía a sí mismo mirando pasmado el pupitre vacío que supuestamente le pertenecía a Lan Wangji. El pincel se movía con lentitud encima del papel, donde, en vez de apuntar las palabras del maestro, se esmeraba en dibujar por octava vez la cara inexpresiva de cierto joven. Sin embargo, no lograba llegar a la imagen que quería y acababa desaprobando el resultado. Frustrado con todo aquello, de repente hizo una larga mancha de esquina a esquina y se dio por vencido.

Tal vez echaba de menos molestar al Lan Wangji de carne y hueso.

Habían pasado casi dos semanas cuando, en principio, sólo debían haber sido cinco días de espera. En el clan Lan estaban empezando a impacientarse al no llegar noticias del grupo que se había ido. Algunos mayores incluso optaron por enviar a sus mejores aprendices para iniciar una búsqueda exhaustiva por los alrededores de Baling. No obstante, ese segundo grupo sólo se topó con miembros de la secta Qishan Wen durante las noches de cacería.

Entonces, cuando decretaron que era hora de alertar, arribó una buena noticia: el primer grupo había sido encontrado y se dirigía a Yun Shen junto al segundo.

Cuando el sonido de la campana de la atalaya retumbó en el lugar, Lan Qiren frunció el entrecejo y su cuerpo se puso todavía más rígido. Unos segundos después, las campanadas cesaron y las cuatro paredes del aula se convirtieron en un glaciar silencioso. Cierta sensación de presión sobre las cabezas de los jóvenes limitó sus movimientos, incapaces de mirar por más tiempo el rostro de Lan Qiren. Algunos como Wanyin tragaron saliva sin mover otro músculo; otros como Huaisang, en cambio, temblaron en su asiento sin remedio; y por último estaba un Wei Wuxian felizmente inquieto cuya mirada permanecía fija en la ventana.

―Se acabaron las clases por hoy ―anunció el mayor antes de depositar en un escritorio el libro que sostuvo durante toda la hora. Al instante salió del aula dejando a los discípulos boquiabiertos.

Cuando la atmósfera tensa regresó a su estado habitual, todos volvieron a respirar y el bullicio finalmente se hizo presente.

―¿Tal vez han llegado ya?

―¿Has visto eso? ¡Qué horripilante, qué miedo! ―exclamó un discípulo. Otro que se sentaba a su lado corroboró sus palabras.

―Madre... quiero volver a casa ―lloriqueó uno.

―Nunca he visto al Mayor Lan tan preocupado.

―¿Cómo es que lo ves preocupado? ¡Parecía que iba a fulminar a alguien con sus ojos!

Los dos discípulos de la secta Lan que habían venido a atender las lecciones no hicieron ningún comentario con respecto a lo ocurrido, aunque sus expresiones ya hablaban por sí solas.

Wei Wuxian recogió sus pertenencias en silencio y se levantó de la estera también, dirigiéndose de manera mecánica hacia la salida. Jiang Wanyin alzó una ceja analizando sus movimientos. Quería creer que se trataban de alucinaciones suyas, pero varios días atrás veía a Wei Wuxian estrellándose con las nubes del cielo de lo perdido que estaba. Al principio supuso que actuaba extraño porque seguía enfermo, pero ya no lucía como alguien que tuviese gripe así que al final sólo descartó esa hipótesis.

Deseando encontrar algún motivo oculto, probó a llamar su atención.

―Wei Wuxian, ¿a dónde vas?

「Cuarzo cristalino」|  WangXian | Mo Dao Zu ShiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora