Hechizos por aquí, latidos por allá

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En la región de Qishan corría un famoso rumor sobre una huli jing maligna escondida en los bosques de piedra, y la cual sólo se mostraba en los caminos sorprendiendo a los viajeros con su encanto femenino. Según las descripciones de aquellos pocos que habían logrado huir de sus garras, la forma humana era una hermosa mujer que usaba todo su poder para crear diferentes tipos de alucinaciones, debilitando a sus presas para así poder robarles la energía vital hasta dejarlas sin aliento, es decir, muertas. En realidad, los huli jing solían ser espíritus de zorro tranquilos con poderes mágicos que simplemente eran curiosos sobre los seres humanos, adquiriendo sus formas para mezclarse entre ellos. Sin embargo, cuando estas criaturas no poseían buenas intenciones, los cultivadores más destacados viajaban para exorcizarlas y de esta manera ayudar a la gente común. Con este rumor yendo de boca en boca, varios grupos de cultivadores que llegaron a Qishan acordaron buscar a esa temible huli jing en sus cacerías nocturnas.

Y Wei Wuxian no quería ser la excepción, salvo que él lo haría por el día. Así, el travieso discípulo simplemente arrastró a su grupo de amigos para inspeccionar los alrededores de la ciudad.

Al final, como era de esperarse, se perdieron.

Este percance avivó la irritación que vivía en las entrañas de Jiang Wanyin, que frotó un dedo contra su entrecejo deseando que el dolor de cabeza no apareciera por arte de magia. Wei Wuxian, a su lado, no pudo evitar reírse de la situación.

―¿Qué es tan divertido? Ilumíname.

―Estamos en medio de la nada.

―¡¿Dónde ves la diversión?!

Hu Shuxiu se aproximó a él e intentó darle un poco de consuelo, ya que, en cierto modo, Jiang Wanyin era el único del grupo que estaba realmente preocupado.

―Joven Maestro Jiang, seguro que si volvemos sobre nuestros pasos encontraremos la salida...

―¡Salida la de mi trasero! Todas las piedras y caminos son iguales que el cielo. ¡Qué salida si no sabemos ni por dónde hemos entrado!

Después de tal respuesta, suspiró, se llevó las manos a la cintura e inclinó la cabeza hacia el suelo. Reunió toda su paciencia para no lanzarle una piedra a su hermano y rápidamente se tranquilizó.

Aiya, Jiang Cheng... ―Wei Wuxian susurró, su lengua dando pequeños chasquidos mientras negaba. El tono de voz era despreocupado y un poco bajo―. Si te pones así te crecerán canas antes que al viejo Lan. No te molestes tanto, ¿quieres? ―una sonrisa se dibujó en sus labios, se señaló y con orgullo dijo―. Este Da Shixiong de aquí los llevará de vuelta sanos y a salvo.

Algunos discípulos exclamaron: «¡Ese es nuestro Da Shixiong!» mientras otros sólo rieron y asintieron. Harto de su cháchara, el muchacho de lengua afilada rodó los ojos y juró que ya no iba a dejarse llevar por sus provocaciones en lo que quedaba de día. Suspiró una vez más y, haciendo un silencioso berrinche, se cruzó de brazos y giró la cabeza en dirección opuesta a Wei Wuxian.

Pero cuando todos se dieron la vuelta, vieron a tres personas saliendo del otro camino. Parecían nerviosas y vigilantes mientras se movían sin hacer ni el más mínimo ruido.

Wei Wuxian entrecerró los ojos. Eran dos señoritas y un muchacho, aunque... ¿no se le hacía familiar?

―¿Wen Ning? ―murmuró. Un momento después, una luz celestial atravesó su cabeza y gritó―. ¡¡Wen Ning!! ¡Aquí! ¡Hola!

El nombrado casi se tropezó con sus propios pies y se apresuró a girar sobre sus talones, el terror bailando en su expresión. Las muchachas también ahogaron un chillido en sus corazones, escondiéndose detrás del muchacho como si eso pudiera hacerlas invisibles. Estas reacciones sorprendieron a todos los discípulos de la secta Yunmeng Jiang, sobre todo a Wei Wuxian.

「Cuarzo cristalino」|  WangXian | Mo Dao Zu ShiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora