Capítulo 27

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Escuchó algunos ruidos pero no le prestó atención, siguió buscando entre las bolsas de basura, mirando de reojo hacia atrás para que su madre no lo atrapara en esta irreverente y desesperada movida, cerró la segunda bolsa y abrió la tercera, la peste lo hizo cerrarla con la misma prisa que la abrió.

-Tampoco. –se dijo convenciéndose solo con el olor fétido, claramente era la de desperdicios y basura higiénica. Solo le faltaba una pequeña, ahí debía estar, estaba seguro. Su mano se estiró con felicidad, tocó el nudo de cuerda blanco y otra mano sostuvo con fuerza la suya.

-¡Aquí estás! –le saludó su amigo rubio. La sonrisa tranquila, amistosa y algo traviesa hizo que Kyle supiera que algo se avecinaba. Además, el agarre se hacía fuerte, muy fuerte.

-Muchas gracias, señora, yo lo cuidaré, se lo prometo.

-¡Si regresa ebrio, estarás castigado tú! –le amenazó la mujer mientras Stan tomaba del antebrazo a Kyle.

-Sí, se lo prometo. –empujó al pelirrojo y entre los dos comenzaron a arrastrarlo lejos de las bolsas.

-¡Esperen, esperen! –escuchó un motor grande, el camión de la basura se acercaba puntual. -¡No! –se sacudió y corrió de nuevo hacia la bolsa.

-¡¿Qué haces?! –Kenny lo jaló de la camisa.

-¡Es depresión! –Stan exageró abrazándolo de la espalda y jalándolo para alejarlo de las bolsas. -¡Se quiere matar!

-Amigo, no perteneces a la basura, todos cometemos errores. –Kenny intentaba sostener sus manos, arrebatándole la bolsa de basura.

-¡No entienden, esa basura es importante!

-¡Paranoia!

-¡Psicosis!

-¡Suéltenme! –el hombre de la basura, quizá acostumbrado a la locura adolescente, los ignoró olímpicamente, tomando las dos primeras bolsas y lanzándolas eficazmente al camión, fueron aplastadas por una enorme palanca que no dejaba de rugir. La tercera se les unió sin piedad. – ¡NO! –alejó las manos de Stan pero fue demasiado tarde, la última bolsita, esa donde era obvio que estaban sus hojas, su libro, la evidencia de su amor por Cartman, se iba a su destrucción también. Cayó de rodillas y pegó la cara al suelo. –No, no, no... ¿por qué? –miró al cielo. -¡Me esfuerzo por ser un buen chico! ¡¿Por qué?!

-Dios mío, es peor de lo que imaginé. –sacó su teléfono. -¿Kyle, tienes el número de tu psicólogo? Vamos a marcarle ¿sí? No te asustes, estamos aquí contigo.

-... ¿Qué?

-¡No te mates, Kyle! –Kenny se le lanzó encima en un efusivo abrazo.

-¡No me voy a matar! –intentó quitarlo pero solo logró liberar su cabeza, haciendo que el chico rubio le abrazara de un costado. Stan le examinó con preocupación. –De verdad. –le dijo con claro contacto visual. –De verdad, Stan.

-Está bien si alguna vez te sientes mal, a veces parece que no hay otra forma pero si sigues... si cada segundo es un reto superado, las cosas salen a flote, te lo juro.

-Lo sé. –le dio gracia y ternura verlo así. –Y a todo esto ¿qué hacen aquí?

-Vinimos por ti, esponjosín. –Kenny le sacudió los rizos de su cabello.

-¡No me llames así! –soltó molesto y con un escalofríos. –No me gusta. –se alejó inconscientemente, para cuidar su cabello. Odiaba que lo tocaran.

-Los innombrables te decían así, pensé que...

-¡No pienses! –le silenció y se puso de pie con algo de dificultad porque Kenny no parecía querer soltarle todavía. -¿A qué vinieron?

Como cuando vas creciendo y el "yo nunca" se convierte en un "¡Joder!"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora