CAPÍTULO 2

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Siempre supuse que este día llegaría, cuando mi hermano Rafael se casó, yo esperaba que me permitiera no asistir a su boda. Pero fue amable, me dio mi lugar y fui dama de honor de Alicia. Mi madre estaba furiosa, pero no tanto como Ángela, ella se molestó con mi hermano y su esposa porque estuvimos vestidas de la misma forma; le avergonzaba estar junto a mí. Ella aún me odia desde el día que mi madre le organizó una reunión con sus compañeros de secundaria para celebrar su cumpleaños número catorce. Ese día me pidió también no salir de mi habitación, así que intenté hacer lo que me pidió, pero cuando tienes solo diez años no entiendes que cuando se avergüenzan de ti no debes aparecer donde no te quieren. Así, sin saber qué pasaría, decidí que bajaría a disfrutar de la fiesta de mi hermana, pero en cuanto sus amigos me vieron, como si fuera un bicho raro, supe que había hecho mal y todos comenzaron a cuchichear y a burlarse de mí. Desde ese momento, la relación entre Ángela, que siempre fue poco agradable, se convirtió en un infierno.

—¡Camila, ya es tarde! —gritó mi madre, lo que me hace reaccionar y darme cuenta de que no puedo quedarme a llorar, el trabajo me espera. Así que tomé mi bolso para dirigirme a la cocina. Camino muy lento, estoy segura de que en cuanto mi madre vea que he llorado, se enojará y comenzará una mañana de gritos. Al entrar a la cocina, mi madre está con una taza entre las manos; al levantar la mirada, me observa con el entrecejo fruncido.

—¿Por qué has llorado? —cuestiona, mirándome enojada.

—No he llorado, solo no dormí bien —miento para evitar irritarla.

Mi madre deja su taza de café sobre la mesa de mala manera, camina de manera amenazante hasta estar frente a mí, instantáneamente mis ojos se llenan de lágrimas porque ya sé lo que me espera. Cierro los ojos al sentir como toma mi rostro entre sus manos, haciéndome daño.

—¡Me crees estúpida, niña! Yo sé que siempre lloras por todo. Veo que Ángela ya te informó que no irás a su boda, pero ¿sabes? Eso es estupendo porque no nos harás pasar vergüenza con tu presencia. Ese día es muy importante para tu hermana, así que no lo arruines llamando la atención. Así que en lo único que ayudarás será que tendrás el privilegio de ayudarle a arreglarse, porque es para lo único que sirves. Además, nos ahorrarás un gasto, así que te prohíbo mencionarle al señor Cáceres de esto. Si él te da el día, lo tomas; él prometió no descontarlo de tu pago. Y aquí habrá mucho que limpiar —dice mi madre con odio, mirando mis ojos que ya no puedo retener más las lágrimas. Parpadeo dejando que caigan, y enseguida mi madre retira sus manos con una mueca llena de asco cuando mis lágrimas se deslizan hasta llegar a tocar sus manos. Sin poder retirarme, da un fuerte golpe en mi mejilla, haciéndome tambalear.

—Camila, no sé por qué lloras, me molesta que siempre sea lo mismo contigo. Ahora tienes un buen motivo para llorar, así que retírate, no quiero verte más aquí. Y te advierto, hoy quiero que estés aquí temprano, no quiero que te retrases por estar con la vaga de Fabiola. ¡Ah, por cierto!, me darás tu sueldo completo esta vez, ya sabes que tengo que lucir bien y la pensión no me alcanzará —aclara mi madre con odio en su mirada.

Limpio mis lágrimas, sintiéndome tan mal.

—¿Me has escuchado? —sentencia mi madre, dándome una de sus miradas de advertencia.

—Solo asiento con la cabeza, soy incapaz de decir algo porque sé que si hablo más, me golpeará mucho más fuerte. Y esta vez no sé qué diré si me ven con un golpe nuevo, aunque podría jurar que con solo ver mi mejilla roja, sabrían la verdad.

—Cuando te hable, responde, sabes que odio que no respondas —grita nuevamente.

—Perdón, madre, no volverá a pasar —respondo rápidamente, acariciando mi mejilla.

ME SALVASTE LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora