A veces me pregunto qué habrá sido de mí por haber tomado las decisiones que hasta el momento me han llevado a estar en este punto de quiebre en mi vida. Apenas con 24 años y una vida entera por delante, ya siento que poco a poco voy tirando la toalla y no porque esté mal (todo lo contrario, por supuesto), en consideración de que la vida me ha dado buenos guiños en esta temporada: Logré hacerme con el título de las intercolegiales con el tenis, tengo buenas amistades que me respaldan y... La tengo a ella. Metro setenta y siete, casi una bendición para el metro ochenta que me cargo, castaña clara, tez blanca y un cuerpazo del que no me puedo quejar. Me gusta llamarla Kari, aunque deteste su nombre por supuesto como la mayoría de las mujeres que conozco pero, es que si no la conociese, mi mente seguro le pondría un nombre semejante a ese. ¿Katherine? ¿Kamila? No, es que Karina le queda como anillo al dedo. Y eso creo que es una de las ventajas de ser ''conocido'' en el instituto, porque antes de ser ''El chico del tenis'' básicamente era un don nadie, desapercibido entre los salones de clases sin más que una vida de estudios atareada, uno que otro problema en casa y una vida social tan inactiva como aburrida.
Sin embargo, aún no me siento conforme. No hay noche en la que no me sirva un buen cigarrillo en la azotea de casa, mirando hacia las estrellas y confiando estúpidamente en que cada una de las fugaces que adornan el cielo de vez en cuando, llegarán a resolverme los problemas o a brindarme lo que quiero. Así, tan estúpido como suena, es lo que aparece en mis memorias mientras tomo una ducha, tratando de olvidar lo pesado que será este día.
Me estoy alistando. Hoy por fin empiezan las estatales y esto podría asegurarme encontrar un lugar en el abierto de estados unidos y cabe destacar que me siento un poco nervioso. Vengo cargando con cierto desgaste desde el último partido. Joder, ¿Es que quieren reventarnos hasta morir? Apenas hace dos días que terminó la lucha entre las benditas universidades y me eleva el ego pensar que puedo arrasar con el título. Pero la competencia hoy es otra. Muchos de los que están acá llevan quizás gran parte de su vida entrenando como animales. Y yo, aquí quejándome por tres horas de saques, servicios, defensa y otras cosas que a Bobby le interesan. Él no ve en mí más que la oportunidad de lucrarse y decir que fue él quien logró formar a un gran tenista y yo pues... Que quiero serlo, no lo niego.
Salgo de las regaderas y empiezo a vestirme. Cojo las bermudas blancas que me fascinan y un polo azul. Termino de equiparme, dar unos últimos retoques a mi imagen y me veo frente al espejo con Sara en mi mano, mi raqueta preferida. Su agarre era perfecto y sus curvaturas me encantaban tanto como las de Kari. Creo que tendré que reclamarle mi debido premio tan merecido como tal después de este partido, pero por mientras, me enfoco en hacer la del estúpido viendo mi reflejo mientras caliento un poco. Se me sale uno que otro grito de euforia hasta que aparece mi desgracia. Bobby, por supuesto.
—Vamos, papito. Esa cancha no se va a barrer sola. Recuerda lo que ensayamos. Brazos firmes, relaja tu agarre, libera el resto del cuerpo y sé uno con Sami. No la trates mal o terminarás como el inicio de la temporada. Que por tu estúpido temperamento casi te pierdes el abierto de temporada, ¿eh?
—¡No necesito que me lo recuerdes, pendejo! — Comenté casi rabiando. Y es que se hace falta salir de mis casillas tan rápido como parece. Mucho menos cuando recuerdo la estúpida suerte que corría con ese imbécil de Christian, que cree que por venir de Stanford, tiene el partido resuelto. Lo aparto de la mente por un momento y trato de enfocarme en las indicaciones que me brindaba Bobby.
¡ILLI! ¡ILLI! ¡ILLI!
Podría jurar en esos momentos que a pesar de que me motivaba en de cierta forma escuchar a la gente apoyarme y a la universidad también, me estresaba. Cada partido lo jugaba con la motivación de ganarme ese pase al abierto. Costearme la bromita, salir de las competencias junior y lograr una formación de calidad. Ya veníamos peleando por el último set después de perder el primero a seis por cuatro y de levantarme en el segundo en seis por tres. En muerte súbita, nos encontrábamos cuatro por tres a favor mío. Era mi momento de servir.
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Línea de fondo.
Teen FictionLucas Tanner es una joven promesa del tenis. Con veinticuatro años, logró posicionarse como uno de los mejores tenistas en las canchas norteamericanas representando a la Universidad de Illinois. Sin embargo, él siente que aún no tiene suficiente. Lo...