Capítulo 12 ─ Sabrina

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─ Sabes... Hay algo que todavía no logro captar después de tanto tiempo.

─ Es que no hay nada que descifrar. Es mi obligación y tengo que cumplir con ella.

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─ Kyllian, no seas duro con tu hija.

─ Geraldine, ¡Si porque no soy así con ella es que está desarrendada!

─ No puedes medir a todos con la misma vara, mi amor... O te faltan o te sobran centímetros, príncipe. Entiéndelo.

Mi madre trataba de apaciguar el fuego que consumía a papá. Tenía todo el derecho de preocuparse si tomamos en cuenta que esta última semana el torrente alcohólico de mis venas se ha visto inundado de sangre.

Y es que morir de ebriedad por las noches y caer en ese sueño profundo ayudaba lentamente a matar el sentido de culpabilidad que me cargaba. Si bien la mente ocupada no anda pensando en estupideces, la ebria es la Suiza soñada.

Verdaderamente que necesitaba hablar de esto con alguien.

Y tenía a la persona correcta.

─ Papá. Quiero pedirte algo.

Blofea.

Lo que escucha de mí seguramente le molesta, pero mi madre le presiona y el cambia el gesto.

─ Dime, Sabrina.

─ Estoy lista para volver a ver a Jean Pierre y quiero que me lleves.

En casa conocían perfectamente lo duro y difícil que se me hizo ver a mi hermano en ese estado después de todo lo que pasó y la fuerte entrada al mundo de las drogas que tuvo. Primero fue el licor y las salidas sociales. Traía a chicas a casa para inflarle el maldito ego gordo a papá diciendo que su hijo mayor era ''el trofeo'' de los Baudelaires. Luego, la situación se le salió de las manos cuando, por casualidad, mamá entraba a su cuarto pensando que estaba desocupado y lo encuentra con su pareja, inhalando cantidades obscenas de cocaína sobre su cuerpo desnudo.

El propio deseo sucio de la carne, de cruzar y chocar cuerpos vibrantes a una misma sintonía pareciera puro, santo y sacrosanto comparado a lo que ella presenciaba.

Luego se largó de casa. Su temperamento era una caldera hirviente y no había día en el que no lo viéramos distraído; distante en otra realidad que no era la suya. Aparecía en casa para pedirle dinero a papá o buscaba comida que le preparasen. No podía creer que veía en mi hermano a un desconocido.

Poco tardó el momento en el que nos llamaran informándonos que lo encontraron en un callejón, desmayado. Si lo hubieran encontrado más tarde, no estaría vivo.

Entonces, mi padre decidió internarlo en un centro que ayudan a gente con adicciones muy famoso afuera de la ciudad.  Fue difícil al inicio porque suplicaba que le brindaran lo que necesitaba A GRITOS. Tal nivel fue el último día que lo visité, quizás el peor, que me tiró al suelo y empezó a hurgar entre mis cosas tan desesperadamente. Desde aquellos entonces, hace ya más de un año, no lo he vuelto a ver.

Creo que es hora de empezar a arreglar ciertos asuntos que siguen dispersos.

─ ¿Estás segura de lo que me estás pidiendo?

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2019 ⏰

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