Capítulo 11 ─ Lucas.

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Recupero la vista.

Me siento cansado, como si hubiera terminado un buen partido de tennis. Uno de esos que den la talla para exigirte hasta el último capricho, digno de ovación por el público entero.

Necesitaba uno de esos.

Logro sentarme. Mamá está conmigo.

─ Señor bendito... ─ Empieza a llorar tomándose la casa con ambas manos. ─ ¡Lucaaas!

Estoy viéndole a los ojos.

Me llama mucho la curiosidad...

Tengo una especia de... ¿Dejavú?

...

─ ¿Mamá...?

─ ¡Lucas! ─ Replica papá antes de que lograra seguir hablando. ─

─ Hijo, ¿Cómo te sientes? ¿Mejor? ¿Sientes alguna molestia o algo?

Las preguntas invaden mi mente y no paro de cuestionarme en qué estoy metido esta vez.

─ Ezequiel, ¡Tienes que llamar al doctor!

Mi padre sale disparado por la puerta.

     —  ¿A qué viene todo esto, madre?

Suspira.

Toma mi mano derecha entre sus manos y empieza a acariciarla. Tenía un par de heridas que seguían en proceso de sanación y que fueron las que traían los ''atesorados'' recuerdos de mi accidente.

Fiesta, calle, hospital...

Ah, vaya. El trayecto de las desgracias.


─ No sé si lo recuerdas, Lucas... Hace dos días despertaste por primera vez después de una semana y desde entonces no paras de balbucear cosas.

Tan siquiera recuerdo bien que tuviera momentos lúcidos.

─ ¿Momentos lúcidos?

─ Lucas... Tuviste un infarto.

...

Ojalá no estuviera aquí ya para escucharlo.

Estoy harto.

─ Tu padre y yo no nos hemos separado de ti desde entonces. He pedido sustitución temporal mientras tu padre está un poco más flexible con sus horarios.

─ No era necesario que hicieras eso, ¿Sabías?

─ ¡¿Cómo que no es necesario?! ¿Te das cuenta de la estupidez que estás diciéndome, Lucas Manuel?

─ Simplemente no quiero ser la carga que cambie tu vida, mamá.

─ Ya lo eres desde que naciste y me parece que tienes que medir un poco tus palabras.

Su mirada era fulminante. Me observaba tajante y sentía cómo hería la piel de mis pensamientos delicadamente. Ahora entiendo bien eso que tanto hablan acerca del amor de madre. Hasta el final con sus crías, con colmillos y garras.

─ Lo siento... ─ No me queda más que disculparme con ella que no tiene nada de culpa.

Llega al fin papá con el doctor. Empiezan las revisiones.


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