Capítulo 8 - Sabrina.

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El Doctor Patterson me había dado el pabellón específico al que tenía que partir en una hoja, pero estaba más perdida que un perro pasando por algún desfile.

Quizás el hecho de saber que mis planes han salido bien después de todo es lo que me tiene en paz.



     ─ Sabrina, ¿tienes la constancia que le he pedido a tu padre?

     ─ ¡Por supuesto! Firmada por la máster de facultad. Están los números por si quiere comunicarse.

     ─ No será necesario, Sabrina. Sólo quería confirmar que tu visita por estas semanas será meramente académica.


¿Quién diría que el gran Patrick Patterson podría caer así con una falsificación? O, ¿Será básicamente que la presión de la inversión de la empresa de papá lo tiene contra el borde del ''No la haremos''? Solo Dios sabrá.

Habitación 104B del pabellón de rehabilitación.

Me tomó media hora encontrar mi camino hasta llegar al fin a la habitación.

A punto de abrir la puerta, entró entonces una pesadez a mi cuerpo. Los recuerdos difusos de aquella noche empezaron a proyectarse dentro de mi memoria tan fluidamente y puedo verlo todo.


Estaba ebria...

Mi coche...

Lo choqué a él...

Y tuve la fuerza para irme del lugar sin pensarlo dos veces.


Lo veía en el suelo y sentí un miedo increíble. Imagino a Jean Pierre, mi propia sangre... MI MALDITO HERMANO estando en esa posición cuando empezaba a caer en el jodido vicio del licor y las drogas...

Que alguien le pudiera hacer eso... Lo hubiera buscado hasta matarlo.

No puedo abrir la puerta y hacer esto. Si le he cambiado la vida.

Un doctor venía hacia donde yo estaba y tenía que tomar una decisión antes de que me cacharan con el nerviosismo y me vendiera yo misma.


Abrí la puerta.


Miré a Lucas en cama hablando por teléfono. Estaba en medio de una videollamada que cortó rápidamente al verme entrar por la puerta. Su mirada se fija en mí y empieza a inspeccionarme.

Tan detalladamente...

Así mismo alzaba una ceja al aire. La reacción que tomó hablaba por si sola. Quería saber por qué estaba acá o al menos, eso pensaba. Tenía que hablar.

      ─ Buenas tardes... ¿Esta es la habitación de Lucas Tanner?

      ─ Depende quién le busque y para que lo quiera. ─ Musitó aun tratando de calzarme en su memoria. ─ ¿No debería golpear primero antes de entrar?


Y me habla tan serio...


Sus ojos oscuros me cortaban. No puedo tratar de mantener lo que tanto venía planeando si sigo bajo el poder de su mirada. Su piel morena clara, sus labios... Estoy nerviosa.

     ─ Mis disculpas señor. Tendré que regresar en otro momento...


¡¿MIL DISCULPAS, SEÑORRR?!

¿Es en serio?

Esto estaba peor de lo que imaginé.

Vuelvo a entrar de golpe a la habitación sin preguntarlo.


     ─ Mil disculpas, joven. No puedo irme sin antes decirle lo que tengo para usted.

Nos quedamos callados...

     ─ Soy todo oídos.


Y respondió tan naturalmente como no me lo esperaba. Ya tenía su atención sin la pesada mirada que me dejaba expuesta a su dominio. Se veía que le gustaba tener las cosas bajo control y ahora, aquí los dos, era víctima de su maldito juego esquizofrénico.

Acerco un poco el sillón hacia la cama, buscando por un lugar más cerca de él. Logro acomodarme y saco la libreta que traía en mi bolso.

     ─ Lucas... ─El lápiz se me cae y mis manos empiezan a sudar. ─ Lo siento. Mi nombre es Sabrina Baudelaire y mi padre trabaja benéficamente con el hospital. Por mi parte, me he encargado de ayudarle en la misión de conocer un poco más a la gente que está internada acá. Si no te molesta, estaré contigo un par de semanas. Así la empres...

       ─ No tengo intención de que tu padre me pague una niñera o una diversión momentánea si eso es lo que vienes a ofrecerme.

La     puta      madre.

Tajantemente quebró mis líneas.


      ─ No es lo que piensas, Lucas... ─ Niego aún asustada. No terminaba de digerir lo que estaba escuchando.

      ─ Y no me interesa lo que sea fuera de lo que estés dispuesta a decir en manera a cambiar mi punto de vista. ─ Toma su teléfono. Piensa que ha terminado de hablar conmigo.

     ─ Mira... ─Suspiro fuertemente. No quiero salir de mis casillas tampoco pero no tengo otra opción si quiero cumplir lo que planeo. ─ No es mi intención estar acá. Mi padre me ha obligado a tomar una decisión y aquí me tienes.

Tranquila, Sabri... TRAN QUI LA...

     ─ Me ayudas muchísimo con aceptar esto... Prometo no robarte tanto tiempo.

     ─ ¿Y por qué no vas con otro? ¿O soy un caso más deprimente con el que quieres tratar?

...


Le pesan las palabras. Podría ser que simplemente estoy tratando con alguien con fuertes índices de superioridad. O... ¿Inferioridad?

     ─ A mis compañeros y a mí nos brindaron una lista con posibles candidatos y sus edades. No sé nada de lo que te ha pasado o por lo que estás acá. Sólo pensé que, porque no estamos tan diferentes en edades, podríamos congeniar mejor.

Doble cara, satírica, enferma... Claro, no sé a quién engaño.

     ─ Mhmn... ─ Su cara denota que no termina de aclarar o decidir ante la situación. ─ ¿Cómo puedo ayudarte?

Eso... Estamos cerca de la zona comprometida.

     ─ Necesito estar acá un par de semanas por un par de días a la semana. No pienses que espero venir acá a pasar todo el día o que es un día de picnic.

     ─ El sol da muy bien por acá a las primeras horas. Es todo un espectáculo.

Vaya...

     ─ Lucas... Sólo tienes que firmar una hoja que confirme mi visita ciertos días. ¿Podrías ayudarme, por favor?

Estoy cerca. Puedo presentirlo.

     ─ Lo haré con una condición... ─ Se mira interesado. Y eso confirma que todo en esta vida tiene un precio.

Menos su accidente.


Mhmn.


     ─ Soy toda oídos.

     ─ Tienes que traerme alimentos cada día que vengas. No pienso ayudarte de gratis.


Y sonrió.

No tanto como yo.

¡HA ACEPTADO!


  ─ ¿Tenemos un trato, Lucas Tanner?

Estrecho mi mano hacia él. Se miraba ciertamente dudoso, pero termina por acercarla y tomar la mía.

─ Tenemos un trato, Sabrina Baudelaire.

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