Capítulo 9 ─ Lucas

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Verla a ella era un completo espectáculo. Era un coctel de reacciones andantes que ya estaba probando en tres sabores diferentes. Primero entró nerviosa, luego se dominó a si misma y ahora se le mira una cara de lotería.

Baudelaire... Mhmn, vaya apellido.

─ Entonces... Me dijiste que te llamas Sabrina, ¿verdad?

─ Si, Sabrina Emellie.

Sabrina Emellie...

Escuchar la combinación de ese nombre me gustaba mucho.

Échale un poco de jarabe a los waffles o a los pancakes y tienes la misma descripción. -

─ Dime que con tu apellido puedo llegar a la cafetería y me pueden dar lo que yo desee.

─ Podría ser, Lucas... ─ Ríe guardando un mechón de cabello detrás de su oreja ─

─ Porque de ser así, si me interesa.

Sus ojos marrones estaban siendo impactados por el reflejo de los rayos del sol, regalándome una vista esplendorosa de su superficie. Estaba relajada. Serena.

Me recuerda mucho a la mirada de mi madre cuando tenía esos pequeños accidentes en mis primeros días con la bicicleta. Mi ''mujer maravilla'' llegaba con esa cajita de zapatos donde guardaba medicamentos y otros utensilios a curar mis heridas. Mi madre es un sol y yo un simple campo baldío.

─ Bueno, ¿Qué es lo que se te antoja ahorita, Lucas?

─ Mhmn... Creo que se me antoja algún wrap de pollo o algo parecido.

Como siempre. Amante de la comida rápida.

─ Déjame ver qué puedo hacer al respecto. ─ Musita poniéndose de pie y saliendo rápidamente con el teléfono en mano, recibiendo una llamada.

Por mi parte, me quedo a admirar nuevamente el detalle del sol resplandeciendo por la ventana. Tantas cosas que solía disfrutar por las tardes y que ahora, me toca añorar dentro de cuatro paredes. La vida de la noche a la mañana te puede decir qué tan puta puede ser, pero no te avisa cuándo lo hará.

            Se me pasa el tiempo con el móvil jugando un poco. Ahora más que nunca era mi único vicio a falta de un buen paquetillo de tabaco. Si así he de quedar para toda la vida y sin piernas, preferiría acelerar el proceso quemándome los pulmones.

─ Buenas noches Lucas... ¿Qué tal tu día?

Papá entra y se sienta a mi par con un paquete sobre la mano.

─ Pa, ¿Recuerdas aquella vez que fuimos a ver el juego de mi tío a Miami y nos desesperamos por el tráfico?

─ Si, ¿Por qué?

─ Pues multiplícalo por dos y sabrás como me siento.

─ Hijo... Si en mí estuviera, haría hasta lo imposible para hacer que todo esto fuera una pesadilla que desapareciera cuando despertaras...

Se ve que se la pasa tan mal como yo. Después de todo, si hubo un tiempo en el que éramos tan unidos. Salíamos a trotar por las mañanas, mirábamos los enigmáticos partidos del tenis... Él soñaba con que un día yo llegara a uno de esos stages famosos en Melbourne o en París. Luego, le ascendieron en el trabajo, aumentaron sus horas y descuidó mis entrenamientos. Fueron largas horas de intensa labor en potenciar mi explosividad, recepción, aleteo y defensa por mi propia cuenta. Tuve que seguir el camino solo hasta que recibí la beca y empecé a obtener ayuda profesional. Se adaptó a trabajar en casa pero yo ya no estaba; vivía obsesionado con el entrenamiento quedándome horas extras inclusive en la pista hasta que el alma se me desgastara. Era imposible relacionarnos.

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