¡Gato a la vista!

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Gabby

Carter me miraba esperando a que dijera algo.

¡Ah no, señor! No estoy lo suficientemente confundida para ignorar lo que está ocurriendo aquí.

¿Acaso creía que le iba a hablar así
por así? Pues se quedaría allí esperando, de mi boca no saldría ni un pip.
Me crucé de brazos y comencé a golpetear el piso exasperada con mi pie izquierdo, lo miré de arriba a abajo con una ceja levantada. hice una mueca como diciendo -¿Y entonces?- Carter se revolvió el pelo y me miró serio, dio un paso hacia mí.

—Montague. —dijo.

—Baker. —respondí de la misma manera.

Y antes de que digan algo...

¡Sí! Montague de los Montague de Romeo y Julieta, la famosa obra literaria de Shakespeare, realmente no existía una explicación detallada ni un porqué que excusara la típica pregunta ¿ese apellido realmente existe? Solo existe y ya, continuemos con el problema actual.

Aquello me estaba afectando sobremanera.

Carter asintió sacándome de mi extenso letargo y se fue con su grupo de amigos, los seguí con la mirada hasta que se perdieron entre el tumulto de gente desesperada por llegar a tiempo a sus clases. Le lancé una mirada afilada a Nikki, dispuesta a bombardearla con preguntas. ¿Acababa de romper el código de confidencialidad que acordamos hace dos años?

Lo sé, era patética, pero me iba muy bien siéndolo.

"¡ni se te ocurra recordármelo!" le grité mentalmente a mi subconsciente que se preparaba para lanzar aquel proyectil.

No podía soportar la idea de dejar de ser una nulidad, odiaba la atención. Algo irónico viniendo de la hija de un empresario millonario e integrante del cuerpo de salvavidas estrella de la bahía.

—Sé lo que vas a decir, Gabby. —dijo tranquilamente mientras sacaba sus libros del casillero.

Maravilla, me ahorra el sermón.

—¿Ah sí? y ¿qué es lo que voy a decir? ¿se puede saber? —me acerqué a ella y comencé a bajar mis libros.

—Pues, que acabo de romper el código de confidencialidad —rodé los ojos y la encaré.

—¿Por qué lo hiciste? Sabes lo que pasa con él —suspiré, cerrando el casillero.

—Lo sé, pero es que creo que me gusta un poco bastante —sonrió tímidamente y volví a rodar los ojos, esta vez más preocupada.

—Demonios, Williams, Justo tenía que ser ese idiota.

No me respondió, le lancé una rápida mirada y dejé caer los hombros, al mismo tiempo que soltaba todo el aire que inconscientemente llevaba reteniendo. No podía hacer nada si a ella le gustaba, tampoco tenía ningún derecho a interponerme y intentar hacerla cambiar de opinión, ya sé las arreglaría si pasaba algo. Lo único que podía pedir era estar equivocada y que Carter tuviera intenciones diferentes a las que pensaba.

—¡Arsh! ¡Nikki! —bufé un poco menos seria, solté una pequeñísima risita.

Dios, qué iba a hacer con Nicole.

A esa niña nunca le gustaba alguien por simple amor al arte, debía de ir en serio si admitía que le gustaba. Me hubiera gustado saber cómo diantres se habían llegado a conocer, pero me interrumpió.

—¡Ay Gabrielle! Por favor, sé que era tu amigo...

—Mi mejor amigo —la interrumpí inmediatamente.

¡Déjame en paz! ¡Asesino!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora