Gabby
—¡Que lindo eres! ¡Y suave!
—¡Gabrielle Esther Montage! ¡deja de manosear al sarnoso gato y escúchame! —Nikki me miraba con los ojos tan abiertos que parecían a punto de salirse de sus cuencas.
—¡No es sarnoso! y te estoy escuchando. —espeté mirándola por unos segundos pero volviendo mi atención de inmediato al pequeño minino.
Vale, eso no era para nada cierto pero en mi defensa ese gatito era super dulce y cariñoso, no había parado de ronronear desde que me lo llevé. Era un amor, pero aún tenía esa duda..- ¿Porqué estaría en la carretera a esas horas? o ¿porqué nos había seguido? y lo más desconcertante ¿cómo?
Nikki me miró con elocuencia y aminoró la velocidad al girar por la calle que llegaba a su casa.
—Gabby, ¿porqué? de todas las locuras que pudiste cometer ¿porqué? ¡Maldita sea! ¿porqué esta? ¿porqué un gato?
—¡Ah claro! un gato. Ese es el problema ¿no? ¿hubieras preferido un caballo?
Nicole se lamentó durante todo el trayecto devuelta a su casa, aún no le cabía en la cabeza el ¿porqué? de mi supuesta locura, pero...
¡Era lo más lógico! ¿no? fue por una buena causa.
Salvar posibles vidas en riesgo debido a accidentes causados por ese pequeño. Además, lo llevaría a algún albergue cuando tuviera la oportunidad, incluso podría contactar con su dueño, si es que tenía alguno. Solo sabía una cosa, no lo dejaría hasta que quedara en buenas manos.
Sonreí al pequeño –que me veía con esos ojitos juguetones y me daba una lamidita en la palma de mi mano– y lo acaricié nuevamente, tenía el pelaje muy suave y sedoso, no podía apartar la mano de este. Era como tocar un trozo de terciopelo.
¿Cómo un gato tan precioso y bien cuidado había terminado en la calle?
Miré de soslayo a Nikki, quien mantenía su cara de piedra, a la espera de mi respuesta. Me encogí de hombros y volví mi vista al frente, observando la casa a lo lejos.
—Era lo más lógico, no pensaba dejarlo allí, propenso a ocasionar otros incidentes.
O a que pasará frío... O hambre.
Nikki pareció analizar mi respuesta, pues se quedó varios segundos en silencio. Silencio que aproveché para salir y abrir el portón de su casa. El aire frío de la medianoche me golpeó como una gran pared de hielo.
—Padre santo... Debí haberme secado primero —murmuré acomodándome la chaqueta, en un intento fallido por entrar en calor.
El resto de la fiesta me lo había pasado en las olas con Nikki y algunas personas de la fiesta, cuando se calmó el oleaje claro, Connor resultó ser un chico bastante simpático, pareció llegar a tolerar mi natural incomodidad, la cual gradualmente se fue desvaneciendo. No podía olvidar su expresión de sorpresa al comentarle que estábamos en el mismo instituto desde hacia dos años, que fue cuando llegó de Miami con su madre.
Una segunda ráfaga de viento me hizo tiritar nuevamente, recordándome que aún seguía con la ropa mojada. Apreté los dientes e hice una seña a Nikki para que pasara. El gato se asomo por la ventana cuando el auto pasó por mi lado, sonreí y empujé el portón para cerrarlo.
Un movimiento al inicio de la calle me alertó de inmediato.
Un auto negro, no pude ver que marca, giró por la esquina que habíamos pasado Nikki y yo hace unos minutos. Pegué el rostro por una de las hendiduras del portón para poder ver mejor a aquel coche, se acercaba lentamente y yo rezaba por que simplemente se hubiera confundido de dirección, porque la casa de Nicole era la única en esa calle, todo lo demás eran propiedades en venta, no había lugar a casualidades.
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¡Déjame en paz! ¡Asesino!
Teen FictionUn asesino con complejo de espía, subestimado y un tanto infantil. Una salvavidas pelirroja con demasiadas cosas en la cabeza y tendencia a esconderse de las personas. Una terrible suerte y un karma del tamaño de los dioses. El destino parece empeña...