Gabby
—Todo aquel que piense que la vida es desigual, tiene que saber que no es así, que la vida es una hermosura ¡HAY QUE VIVIRLA!
—Ni siquiera sabes lo que dice —murmuré malhumorada con los brazos cruzados.
Nikki tarareaba la enérgica canción, mientras aquella cantante se encontraba en su máximo punto y yo –tapándome los oídos para no escuchar nada, aunque agradecía que en esa ronda no se normalizaran temas como el machismo y la infidelidad– quería lanzarme por la ventana.
El alivio me embargó al divisar el mar al horizonte, apagué la radio de inmediato por lo que mi amiga protestó, pero hice caso omiso a sus reprimendas. Las altas palmeras características de las bellas playas de Los Ángeles nos recibieron con todo su esplendor.
Haaaa... Cuanto adoraba aquel lugar.
Nikki estacionó en la residencia de los salvavidas y se bajó de inmediato. Cooper estaba allí con su típica sonrisa de experto en ventas y bienes raíces.
—Mis queridas aprendices ¿preparadas para su primer día como salvavidas oficiales? —preguntó emocionado, por lo que ambas asentimos —¡Gabby! querida, dile a tu padre que las mejoras a la residencia nos cayeron como agua de manantial.
¿Mejoras? ¿qué mejoras?
Sonreí aparentando amabilidad, pero por dentro tenía unas ganas de retorcerme y despotricar a medio mundo. Mi padre, mi querídísimo padre –Nótese el sarcasmo– era dueño de una inmensa cadena de hoteles y residencias playeras, así que no se le hizo para nada difícil cedernos –más bien obligarme a aceptar– esta pequeña parte de ellas, claro había que darle mantenimiento regular y pagar los gastos fijos. De allí, prácticamente nos había regalado la residencia. Que considerado de su parte ¿no?
Esta simple acción tuvo bastante controversia de hecho, se llegó a pensar que únicamente nos habían aceptado en el equipo porque habíamos sobornado a Cooper y no por nuestras innatas aptitudes de salvavidas –las cuales son increíbles, cabe recalcar– Hasta que comprobaron lo buenos que somos Logan y yo en las olas –prácticamente nos habíamos criado en el mar– y lo necesarios que éramos en el equipo. No es por presumir, claro está.
—No hay de qué, Coop. Sabes que nos es nada. —me encogí de hombros y forcé una sonrisa de circunstancias.
No podía negarlo, ni en un millón de años habríamos podido permitirnos una residencia así de completa y céntrica para facilitarnos el trabajo. Había sido un alivio, aunque no lo admitiera.
—Vale, bellas, cámbiense y vayan a la torre de vigilancia "G" cómo será su primera vez oficial, estarán acompañadas por Bronwen.
¡Ajá! ya sabía yo que no nos iban a dejar solas así por así, ni siquiera teníamos edad suficiente para ser legalmente parte del cuerpo de salvavidas, por ahora.
Pesimismo ven a mí.
Pero aún así, ¿Qué pasó con la confianza? Fruncí los labios y me dispuse a protestar, pero Nikki pellizcó mi brazo, por lo que me giré haciendo una mueca de dolor, ella simplemente negó con la cabeza, anticipando mis intensiones. Volví a apretar los labios y tuve que hacerme a la idea de que ese día no sería para nada agradable.
Bueno... al menos me queda la cabaña.
La residencia constaba de 8 considerables cabañas dentro de un terreno, dos sala común, tres canchas: una de tenis y dos de voleibol; una piscina y un salón para fiestas (que utilizábamos más para dar charlas de primeros auxilios o conciencia del medio ambiente, que para otras cosas). Las cabañas, cabe recalcar, eran prácticamente pequeñas casas completamente abastecidas.
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¡Déjame en paz! ¡Asesino!
Teen FictionUn asesino con complejo de espía, subestimado y un tanto infantil. Una salvavidas pelirroja con demasiadas cosas en la cabeza y tendencia a esconderse de las personas. Una terrible suerte y un karma del tamaño de los dioses. El destino parece empeña...