¡¿Cabalgar?! ¡¿yo?!

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Gabby

En la mañana me desperté con el horrible ringtone de Piratas del Caribe que días anteriores había colocado como tono de llamada porque me había parecido pegadizo, pero en ese momento me pregunté ¿dónde habría un martillo cuando lo necesitaba?

Arrugué la frente y me pasé la mano por toda la cara, queriendo quitarme el sueño de una vez por todas ¿quién llamaría a esa hora? eran las 7:30 a.m. ningún loco estaría despierto a esa hora..., excepto los que teníamos clases, desgraciadamente.

¿Qué hora era? ¡Ah, sí! 7:30 a.m.

Me incorporé sobre el colchón y restregué fuertemente mis ojos, parpadeé un poco adaptándome a la claridad de la habitación, mientras mi celular seguía sonando. Molesta, lo agarré de la mesita de noche e ignoré la llamada, lo puse en silencio y volví a dejarlo sobre la mesita. Suspiré y aparté las sábanas de un tirón. Bajé una por una mis piernas, sintiendo la suave alfombra contra mis dedos. Tenía que levantarme y ducharme, pero primero necesitaba mi dosis diaria de chocolate caliente.

¡Sí! Las personas normales necesitaban su taza de café diaria,  yo necesitaba tomar una taza de chocolate caliente todas las mañanas, sino todo el día me la pasaba en piloto automático. Decir que era rara es quedarse corto, pero era un gusto adquirido.

Giré mi cuello al escuchar un corto quejido, que provenía del bulto tamaño humano a mi lado. Nicole. Rodé los ojos y comencé a sacudirla para que despertara, las clases empezaban en una hora y media, debíamos apurarnos si no quería que nos dejaran fuera.

—¡Nikki! ¡Vamos! a levantarse —insistí, tomándola por los hombros y levantándole el torso.

Ella por su parte se quejó e hizo una mueca de desagrado, se llevó la mano a la frente y volvió a dejarse caer contra la almohada.

Bufé y me levanté.

¡Por el amor al chocolate! todos teníamos sueño a esa hora, pero la princesa no, ella se levantaba a la hora que a le parecía más conveniente.

—Tengo resaca —balbuceó en tono apesadumbrado.

¡Aja! ¡excusa barata!

—Pero Nikki, ayer no estabas ebria, es más, estabas en tus cinco sentidos.

No podía creérmelo, al parecer la señorita no quería ir a clases. Me crucé de brazos y esperé su respuesta. No, no, le había prometido a su madre que la haría asistir más a clases y evitaría que se la pasara de centro comercial en centro comercial.

—Pero sí estaba bebida, fue la primera vez que bebí algo más fuerte que Margaritas. Me sentó muy mal —Ugh... Su cara pálida me lo confirmó todo, realmente se veía mal.

Ash... ¡¿De dónde demonios esos niños sacaban tanto alcohol?!

—Pensé que no tendría que ser el adulto responsable, pero veo que me equivoqué. —Nikki rodó los ojos y se acomodó de lado —¿Y qué planeas hacer?

—Bueno, primero: Tráeme una ibuprofeno, una botella de electrolitos y un vaso de agua. Segundo: Dile a Eloise que tengo dolor de cabeza y estómago, así que no iré a clases. Tercero: Dormiré hasta la tarde. —todo eso lo dijo con una mueca de dolor plasmada en el rostro.

—¿Algo más? ¿Se te antoja un coctel de vitamina C?—pregunté sarcástica —. Si tú no vas, yo tampoco pienso ir al instituto, me quedaré a cuidarte.

Esa sí que era una excusa barata.

Nikki negó con la cabeza, aquel simple movimiento la hizo quedar estática con el ceño mucho más arrugado. Genial. Rápidamente coloqué una mano sobre su frente, tenía temperatura.

¡Déjame en paz! ¡Asesino!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora