Jenns
Eran los ojos más extraños, aterradores, fascinantes, profundos que he visto jamás.
¡Eran idénticos a los los míos!
Cuando la vi en la playa eran azules, o por lo menos podían confundirse con azules, pero al tenerla tan cerca pude reparar en todos los detalles de su sorprendida cara. ¡Wow! Tenía un rostro angelical, etéreo, sus facciones eran tan puras como las de una muñeca de porcelana. Tenía un rostro aniñado para estar en sus dieciocho.
Era bastante pequeña en comparación a mí, levantaba bastante la cabeza para poder mirarme a los ojos. Y a pesar de eso, había salvado a esos chicos en la playa sin temor alguno. Era fuerte y grácil a la vez, tenía carácter y eso le daba aquel aire distintivo. Su cabello de fuego, húmedo por la playa se veía tan suave. Mi mirada atenta bajó hasta sus rosados labios y se quedó algunos segundos en ella...
—¡Eh! ¡mis llaves! ¿se me cayeron? —preguntó observando las llaves en mi mano izquierda.
Y ahí fue cuando escuché de nuevo su cantarina voz, reclamando las llaves que había estado buscando toda la noche.
—¡Sí! ¡sí! se te acaban de caer y las recogí. —no pude haber sonado más idiota.
¿Qué haces, imbécil?
Sin poder creer lo que estaba haciendo en lo absoluto, prácticamente había echado a perder todo mi profesionalismo. Pestañeó un tanto confundida y me extendió la mano. Tardé un par de segundos en entender que quería sus llaves.
¡Carajo! ¡esta chica! en serio estoy loco.
—¿Me las vas a dar o quieres dar un paso en una carroza fúnebre? —bromeó soltando una suave risa que se llevó el ruido ensordecedor de la fiesta.
Yo no podía dar crédito a que estuviera diciendo aquello a viva voz, ignorante a lo que estaba pasando justo delante de sus narices y lo que se estaba jugando al decir aquello.
Volvió a mirarme con duda y se deslizó por un costado mío, arrancándome las llaves en el acto.
—Buenoooo... Fue un gusto hablar contigo, gracias por no robar el auto.
Volvió a decir en broma, cosa que no hizo más que trastocarme.
—Ehhhh... ¡Adiós! —se despidió ya a unos metros de mi, antes de que pudiera seguirla alguien se me colgó del brazo.
La empalagosa rubia.
Me sonreía de oreja en oreja, yo no podía estar más frustrado y confundido. Esa princesita metiche había hecho algo, me había hipnotizado con algo, yo que sé, puede sonar ridículo pero me había hecho actuar como un idiota descerebrado en menos de un segundo.
¡Hasta había logrado quitarme las llaves! ¡de mis propias manos!
—¡Aquí estás! te he estado b-
—Aléjate.
—¿Q-qué? —se apartó de mí para dar con mis ojos afilados, brillando de ira.
—Que te largues.
Giré sobre mis talones y desaparecí de allí, aquella noche había tenido suficiente de esa fiesta de colegio, me las iba a arreglar a mi manera.
<< O >>
—Solo tiene que firmar aquí y ya puede tomar su auto.
La mujer con el uniforme celeste y gorra del mismo color soltó un bostezo que se tragó casi el mundo entero. Había llamado a asistencia al conductor –de nuevo– y pedí que me llevaran el auto hasta la fiesta, la mujer al teléfono sonó bastante molesta al tener que ser ella quien trajera mi auto a altas horas de la madrugada, pero no pretendía volver a pedir un aventón.
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¡Déjame en paz! ¡Asesino!
Teen FictionUn asesino con complejo de espía, subestimado y un tanto infantil. Una salvavidas pelirroja con demasiadas cosas en la cabeza y tendencia a esconderse de las personas. Una terrible suerte y un karma del tamaño de los dioses. El destino parece empeña...