El infierno mismo

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Jenns

Unos minutos antes...

¡Mierda! ¡¿Cómo diablos pude confiar en la palabra de Akane?!

Las  insidiosas esas estaban allí, simplemente a unos cuantos metros de distancia. A veces me daban ganas de arrancarme mi propia cabeza ¿Cómo podía llegar a ser tan estúpido en momentos como esos?

Necesitaba resolverlo, y pronto.

Afortunadamente dejé de escucharlas por un momento así que me apresuré y seguí buscando. La cámara mortuoria estaba doblando la esquina, solo tenía que cruzar la escalera principal de un salto y estaría allí. Pan comido, pensé, hasta que escuché unos ligeros pasos bajar por la escalera.

¡Carajo!

Me agaché ligeramente y gateé hasta una pared a mi costado, de modo que yo podría ver a la persona que iba bajando las escaleras pero esta no, a menos claro, que se dirigiera a la terraza ¡Maldición!  Alcé levemente la cabeza y divise una cabellera rizada oscura, Nicole, esta se detuvo a mitad de la escalera y comenzó a recorrer la oscura estancia con la mirada, pude advertir que frunció el ceño, bajó unos tres escalones más y volvió a detenerse.

No vengas a la terraza, niña.

Supliqué mentalmente. Bajó dudosa hasta el último escalón y quedó allí, observando hacia el pasillo por el que había entrado antes.

—¿Eloise? —murmuró —¿Ya te dormiste?

No hubo respuesta, afortunadamente.

Sentí que el pulso se me aceleraba repentinamente. Si algo salía mal, corría el riesgo de no solo ser descubierto sino tener que silenciar a los testigos y esa idea no me atraía para nada, mi modos operandi era más bien silencioso y garantizado.

—Tomaré ese silencio como un ¡sí! —exclamó pegando un brinco y sacudiendo los brazos—¡Iremos a la fiesta! ¡Iremos a la fiesta! ¡Veré a Carter! —subió las escaleras cantando y bailando en voz baja.

Quedé de piedra, la reacción era exageradamente aniñada pero las noticias buenas,  esa vez las locuras juveniles de aquellas chicas me sacaron de un posible problema. Evidentemente, irían a aquella fiesta, dándome total libertad para ponerme en acción. 

No estuviste tan mal, Akane, un poco retardado pero se puede trabajar con ello.

Caminé tranquilamente hacia la cámara mortuoria, mucho más relajado que antes. Tanteé la puerta, para sorpresa y beneficio mío estaba abierta. Entré sigilosamente e intenté hacer el menor ruido posible al cerrar esta. 

Trabé el seguro, giré sobre mis talones y escruté con atención la pequeña habitación, que constaba de una mesa central metálica con dos sillas desperdigadas a su costado, a la izquierda había un gigantesco refrigerador de metal que se dividía en 8 compartimentos, a su derecha se encontraba un archivador con todos los expedientes que contenían la información acerca de los cuerpos.

Mmmm... Mila... Mila... —rebusqué el montón de papeles archivados en la letra "M" —¡Mila Wallabanger! ¡¿Embarcada?!

Al cuerpo de Mila lo habían embarcado esa misma tarde en la carroza número 18 y sería llevado al cementerio estatal a primera hora del día siguiente para su funeral.

¡¿Porqué?! ¡Mierda! ¿porqué? ¿es que este día no puede empeorar?

Oh sí, Al parecer sí que podía. 

Al salir en busca de la carroza fúnebre #18 una estela de polvo me hizo girar la cabeza de golpe hacia el portón. No podía creer lo que veían mis ojos, las insidiosas se llevaban mi objetivo. 

¡Déjame en paz! ¡Asesino!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora