"Cada cosa visible en el mundo está puesta a cargo de un Ángel.."
-San Agustín.
Londres, Reino Unido
Sahar
En un acto reflejo, después de recibir mi espada de manos de Erza cogí a Nina de la muñeca porque vi de reojo que hizo amago de meterse entre la multitud.
—¿Adónde tienes pensado ir?—le pregunté.
—¿No vamos a intervenir?
—No te alejes de mi lado, quiero que estés cerca mío todo el tiempo—le dije, y al salir esas palabras de mi boca recordé a Faye, y una situación en particular donde le había dicho algo similar.
—Sahar....
—Nina, por favor—susurré cogiéndola del mentón, fijando mi mirada en la suya. Me acerqué a ella y besé su frente—. No te muevas de mi lado, a saber qué enviarán para detener esto y prefiero tener a mi hija a salvo cerca mío.
—¡Ja! ¡Lo sabía!—exclamó Ivel, llamando nuestra atención—. ¿Pero por qué tu hija parece de tu edad?
—No es asunto tuyo—le respondí.
Ivel golpeó a un hombre que se acercó con actitud agresiva, e insistió:
—Un momento, ¿eres Nina Alyosha? La hija de Velkam—afirmó, despacio.
—Ahora no, tenemos un asunto más importante qué tratar—dije, aunque sorprendida porque conociera a Velkam.
Se escucharon nuevos disparos, desenvainé mi espada, pero Ivel fue más rápida y ya dentro del violento enfrentamiento la vi enterrar su propia espada en el asfalto haciendo que todos salieran disparados por los aires menos Nina, la pelirroja que seguía a Ivel a todas partes, y yo.
Sobre nuestras cabezas los helicópteros perdieron el control y terminaron estrellándose unos contra otros cayendo los escombros sobre la ciudad, incendiando edificios, hiriendo personas.
Ivel hizo un gesto con su mano invitándome a acercarme a ella, como no lo hice dijo:
—Tienes toda la atención de estos Seres, convéncelos de que luchen a nuestro lado y no en nuestra contra como lo quieren Los Otros.
Subí al techo de un coche viendo cómo las personas se incorporaban del golpe que Ivel había dado con su arma. Nina y la pelirroja se acercaron, la gente nos miraba asombrada por lo que había pasado, algunos no quitaban los ojos de Ivel, quien simplemente les devolvió una mirada de aversión.
Alguien accionó una pistola en mi contra, cogí la bala con los dedos y se la regresé al tirador ante la mirada dubitativa de la multitud, la bala se le incrustó en la frente.
—Como alguien se atreva a imitarle nos quedaremos de brazos cruzados mientras vuestro gobierno los masacra—dijo Ivel, apuntando con su espada a quienes nos rodeaban—. Presten cuidadosa atención porque lo que se dirá debería importarles.
—Eres un pan de Dios, Ivel—comenté.
—Literalmente—sonrió—. No tienes de qué quejarte, nos parecemos.
Puse los ojos en blanco, dirigiéndome a la gente:
—Sé que esta revuelta fue posible porque muchos de ustedes creyeron en las palabras de Amanda Carlysle, y que siempre han creído en lo que ella sin temor alguno reveló pero no tenían las agallas de gritarlo al mundo, y aquellos que lo gritaron y se oponían fueron llamados "locos".—Se miraron los unos a los otros preguntándose si habían visto lo que Ivel hizo con su espada, preguntándose los unos a los otros qué clase de truco había sido ese. Algún oficial intentó disparar al aire pero entre varios civiles lo maniataron—. También sé que, aunque creyeron en las palabras de mi hermana, es muy difícil aceptar esta realidad que están viviendo. Les es difícil aceptar que los han estado esclavizando, manipulando, víctimas de un Sistema oscuro, sé que es difícil aceptar que vuestros gobiernos manipulan fuerzas superiores, sé que es difícil aceptar que han vivido una mentira, y es el miedo y la ira lo que los hace reaccionar de este modo.—La pelirroja miró a Ivel, vi el asentimiento de cabeza de ésta—. Una vez le dije a una persona a la que amo que el miedo la llevaría a recorrer lugares oscuros, no es malo sentirlo pero no podemos dejar que nos controle porque a partir del miedo nos tienen en sus manos. Por eso crearon y financiaron fuerzas terroristas: vuestro miedo, vuestra ira, vuestro sufrimiento son alimentos para Ellos.
YOU ARE READING
Vestida de Luna. Tomo 3©
Misterio / SuspensoEl Cielo se tiñe de rojo, llueven huesos hechos cenizas. -¿Qué haces aquí, Aiden? Ya no eres bienvenido, es un punto que creí no tendría que aclarar. Me bebí de un trago el coñac y deposité el vaso sobre el escritorio. -No tienes que hacerlo, como c...