Capítulo 8: Bastión

31 6 2
                                    

Serenidad, vibramos en alta frecuencia

Todo cambia y sonrío al ras de tu boca

Sin pedir nada viajas en mi mirada

Subo la guardia,

el miedo toca a mi puerta

Tú me sujetas antes que caiga de nuevo en sus garras....

-M...

Seattle, Estados Unidos

Faye

La idea de Lucrecia sacrificándose por Enrique no me cuadraba para nada, pero su triste mirada de hace rato y la que ahora veía en sus ojos la reconocí, a veces yo misma la encontraba en el espejo. Además el Ángel no tenía por qué mentir; de todas formas no sentía la mínima compasión por ella, ha sido despiadada como el resto de su estirpe y sus compañeros de alianza, satánicos todos.

En el fondo podía sentir remordimiento por haber herido a Enrique en el camino a su ascensión como matriarca, pero lo peor es que sus actos fueron de ella no de un alma transferida a su cuerpo por medio del macabro ritual de urushdaur, lo mismo que quieren llevar a cabo con Amanda transfiriendo el alma de Asherah a su cuerpo; Lucrecia no es ninguna santa.

—Sacrificarte por Enrique—dije, ella se puso de pie frente a mí—. Perdona si no me lo creo.

—Me da lo mismo lo que creas o no.

—Amshel—llamé. El hombre, que estaba entretenido hablando con Velkam, se giró—. ¿Por qué evitar el ritual de transferencia y no salvarla del todo? Pudo ser una buena persona libre de las ataduras de su familia.

—Tuve mis razones para evitar el ritual, era una niña tan sólo. Pero aunque quise, no podía quitársela a su familia, lamentablemente—respondió Amshel. Dio un sorbo a su bebida mirando a Lucrecia.

Era enigmático, proteger a Lucrecia de un ritual de transferencia ¿pero no arrebatarla de las garras de su monstruosa familia?

—Bueno, igual terminaste siendo la mierda que eres como el resto de tus amiguitos—le dije a la chica.

—¿Quieres pelear, Faye?—replicó Lucrecia—. Porque me siento más fuerte ahora como para vengarme de lo que me hiciste.

Mostró sus colmillos y sus ojos inyectados en sangre buscaron atemorizarme, por un momento hice todo el teatrito y grité. Sin que se diera cuenta cogí una jeringuilla que llevaba en el bolsillo de mi jersey, terminé clavándosela en el cuello devolviéndola a la normalidad. Cayó de rodillas por la debilidad que provocaba en ella el líquido preparado con la verbena que le inyecté.

—No me amenaces, Lucrecia—sonreí. Ella balbuceaba.

Los dos hombres no hicieron nada cuando la llevé hasta el sofá y la tiré allí sin ningún cuidado.

—¿Dónde conseguiste esos aretes?—le pregunté, sentándome en la mesilla de centro.

—Fueron un regalo, putita....—susurró con voz pastosa por el envenenamiento. Le había inyectado una pequeña dosis—. ¿Te piensas que saldría a la luz del sol así nada más?

—¿Quién les dijo que esa piedra protegía a los Blood Drynka de los efectos de la Luz del Día?—seguí interrogando.

—Uno de los que tomamos para experimentar cantó todo.

—¿Y quién, además de ti y Matthew Carlysle, fue convertido?

—Matt no lo compartió con muchos, sólo conmigo y luego se deshizo de algunos miembros importantes. Prácticamente quedamos él y yo....

Vestida de Luna. Tomo 3©Where stories live. Discover now