Capítulo 4

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Le miré, y por el gesto pude deducir que se había presentado. Sin embargo, debido al idioma, no supe distinguir cual de todas las palabras era su nombre.

Sentí como mis mejillas se sonrojaban ante la absurda situación, parecía como si estuviera en la película de Tarzán, carraspeando, me toqué el pecho y me presenté.

-YoonGi. -Luego le señalé a él de nuevo.

Una sonrisa cruzó por su cara y se tocó de nuevo el pecho. -JiMin. -Tras decir el que era el nombre más encantador que había oído en mucho tiempo, rompió a reír, diciendo una y otra vez mi nombre con un acento jodidamente tierno. Esto hizo que una pequeña risa surgiera de mi boca, era el chico más malditamente adorable que había visto nunca. Sólo con mirarle ya me sentía feliz.

JiMin se balanceaba en mi regazo con regocijo. Recordé que ambos estábamos desnudos y con nuestras pieles en contacto, sin embargo no era incómodo de ninguna de las maneras. De alguna manera se sentía como volver a casa, y tampoco iba a negarme al calor extra que su piel le daba a la mía, aún podía sentir las garras heladas de la lluvia agarrotando mis músculos, a pesar de que la hoguera estaba ayudando.

Tras una nueva repetición con mi nombre, JiMin pasó sus brazos por detrás de mi cuello y me abrazó. Nuestros pechos aún un tanto húmedos se rozaron el uno con el otro. Perdiendo el balance de mi cuerpo debido al choque de su cuerpo con el mío, caí hacia atrás en el suelo de piedra de la cueva con él encima de mí. De manera instintiva coloqué mis brazos a su alrededor para que no se hiciera ningún daño si se caía.

Miré hacia arriba, y vi que nuestros rostros estaban muy cerca. Su mirada penetraba hasta el fondo de mi alma, como si pudiera ver hasta el más profundo de mis secretos, y en ese momento, sentí una paz que no había sentido nunca en mi vida, era como si estuviera en el lugar adecuado en el momento adecuado. Saqué la lengua y lamí mis labios resecos nerviosamente. Su mirada siguió el movimiento sin perder detalle, para retornar de nuevo a mis ojos.

En el exterior parecía estar desatándose el fin del mundo, rayos, truenos y lluvia caían sin cesar y con fuerza. Sin embargo, dentro de la cueva todo parecía más lejano, nada más existía aparte de nosotros dos, y la sensación de comodidad y calma que parecía haberse impuesto, hasta que un rayo cayó a la entrada de la cueva.

Ambos nos tensamos debido al fuerte estruendo. Pude notar que mi acompañante se encontraba nervioso, así que rápidamente atraje su cuerpo al mío y lo acuné. Era pequeño y encajaba a la perfección en el mío.

-No tengas miedo, sólo es una tormenta. Estamos a salvo. -Recorría mi mano por su cabello intentando que se relajara. A los pocos minutos, enterró con suavidad su cara en mi cuello y dio un suspiro de alivio, para poco después caer dormido.

Esa noche ninguno de los dos pasó frío.

Desperté con un dolor de espalda lacerante

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Desperté con un dolor de espalda lacerante. Sentía todos mis huesos y músculos quejarse por el dolor y la molestia que el suelo me había provocado la noche anterior. Sin abrir los ojos inspiré profundamente, sintiendo un peso extra en mi pecho. Abrí los ojos frunciendo el ceño y miré hacia abajo. Con la claridad del día, pude reafirmar que todo esto no era un sueño, y que sobre mí, estaba durmiendo el ser más hermoso que mis ojos habían tenido el placer de ver. Su respiración era acompasada y profunda, su mejilla, apoyada sobre mi pecho, haciendo que se abultaran sus sonrosados labios. Era sin ninguna duda la encarnación del pecado.

Lo observé fijamente, el chico no pasaría de los veinte años, tal vez tendría menos. Recorrí mis dedos por su espalda, a pesar de notar músculo en ella, sentí también sus huesos. Su piel era cálida y agradable contra la mía, y su respiración acariciaba con suavidad la piel de mi pecho.

Había dejado de llover en algún momento de la noche y ahora la luz entraba a raudales por la entrada de la cueva, acompañada por los ruidos de la naturaleza. La hoguera también se había apagado, seguramente por falta de madera u hojas que la alimentaran. Probé a estirarme para liberar la tensión de la mala postura, pero mi acompañante abrió los ojos repentinamente y me miró como un cervatillo bajo la luz de los faros de un coche. Parecía nervioso, asustado. Pero cuando sus ojos se encontraron con los míos, sonrió cálidamente.

Sus ojos se ocultaron tras dos líneas y comenzó a decir mi nombre en un tono de voz ligeramente más profundo y ronco debido al sueño. El dueño de la hermosa sonrisa se estiró, para acto seguido volver a acomodarse sobre mi pecho, hundiendo su nariz en él. Con los nervios a flor de piel coloqué mi mano sobre su cabeza y revolví las hebras oscuras de su cabello. Eran suaves y sedosas, acariciaban y se escurrían entre mis dedos como si de seda se trataran. Nuevamente mi estómago profirió un sonido indicando que tenía hambre. JiMin levantó la cabeza de mi pecho y me miró fijamente. Se lamió los labios con una pequeña lengua rosa que me tentó y soltando un sonido salió de encima de mi cuerpo, se colocó la tela que formaba parte de su única vestimenta y abandonó corriendo la cueva.

-¿JiMin? -Le llamé sin saber qué decir. ¿Me iba a dejar de nuevo a mi suerte?

Me incorporé con dolor, y mi espalda crujió, hasta que finalmente pude levantarme y cogí mi ropa del suelo. Estaba seca, afortunadamente, pero sucia por el barro y otras manchas que no supe identificar. Era lo único que tenía conmigo, así que me la puse sin rechistar y me masajeé el puente de la nariz pensando en lo que podía hacer ahora.

Estaba terminando de colocarme bien la camiseta, cuando el joven pelinegro apareció de nuevo cargando algo en una hoja similar a un trébol gigante.

-¡Andwae! ¡Andwae! -La hoja terminó en el suelo y él se lanzó hacia mí, dándole tirones a la tela, intentando volver a quitarla. -Neo jasin-eul galiji mala. (¡No! ¡No!) (No te cubras).

Fruncí el ceño sin saber qué estaba diciendo. Sin embargo, cuando lo vi mirarme con un puchero de lástima, sentí como mi corazón se retorcía.

-No me mires así, por favor. -Me cubrí la cara, sintiendo como se calentaban mis mejillas, queriendo que mi sonrojo pasara desapercibido, y al mismo tiempo intentando regular los latidos de mi corazón.

Finalmente, le permití hacer lo que quisiera, y ambos terminamos sentados en la entrada de la cueva, bajo un sol que aún no calentaba demasiado, pero que se sentía agradable contra la piel. Mi camiseta yacía olvidada detrás de mí. El joven JiMin se movía encantado, mirando mi pecho pálido y pensando a saber en qué cosas. Sonriendo tímidamente, comenzó a hablar. -Naneun yugchega neoleul joh-ahaji anhneundaneun geos-eul boassda. Eojjeomyeon neo deo gippeuda. -Le miré sin entender mientras revolvía en la hoja, sacando unas frutas de aspecto apetecible. -Gajyeoga, mas-iss-eo. (He visto que la carne no te gustó, tal vez esto te agrade más) (Toma, están deliciosas).

Cogí la comida que me ofrecía y le pegué un mordisco a la primera fruta, que era de un color amarillo intenso. Un sabor agradable y dulce se extendió por mis papilas gustativas. No pude evitar soltar un gemido de placer. -Están deliciosas. -Le sonreí, enseñándole mis encías, una sonrisa que no solía darle a nadie que no fuera cercano a mí, él me correspondió animadamente; por primera vez me fijé que uno de sus dientes estaba un poco torcido, y eso no le restaba ternura, de hecho hizo que unas pequeñas mariposas comenzaran a revolotear en mi estómago, seguro que era la falta de comida, me quise convencer. -Muchas gracias, JiMinnie.

Esa fue la primera mañana de nuestra aventura juntos.

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Perdonar por no haber actualizado ayer, estuve todo el día fuera de casa y vi a una amiga que hace como tres años que no quedaba con ella 🥺.

Espero que os haya gustado el capítulo y uno de los nuevos separadores.

Beber mucha agua, no seáis como yo y manteneros hidratados.

Seed of Madness 🍂 YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora