13 | Celebridades

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Otra vez dibujaba rulos sin sentido sobre las notas del mostrador. Esperaba a que alguien tocara la campanilla mientras la señorita Straighthead hablaba por teléfono.

We will be pleased. There is enough accommodation for the nine of you. Yes. Of course, I will save the date immediately. Which were you thinking of, madame?

Nunca la había oído hablar en inglés. Me había enterado por los pasillos de que su madre era escocesa, por lo que había aprendido dos idiomas al crecer. Me parecía fascinante que algo así pudiera darse.

We are looking forward to it already. Thank you —concluyó y cortó la llamada—. Sancoeur, trabajarás para el evento del sábado, ¿no?

—Sí, señorita.

—Genial. Lo anotaré.

Se alejó hacia el pasillo de oficinas privadas. Con la cabeza apoyada en una mano, observé el panorama.

De pronto escuché un automóvil estacionarse afuera. Miré por las puertas de vidrio y vi al señor Bourgeois bajar. Su chofer lo ayudó a llegar a la puerta con las cosas de su hijita y entró en busca de asistencia.

—Tú —me señaló—, ¿podrías acompañar a Jean hasta el penthouse con esto?

En seguida fui a su auxilio y tomé el bolso que me extendía. Jean me guió con él hasta el ascensor.

Nunca había subido hasta el último piso —excepto por la terraza—; el ingreso estaba autorizado solo a ciertos empleados, ya que era donde los dueños vivían. Reservaban mucho su privacidad. Incluso ya habían pasado las pascuas y no había conocido a la señora Bourgeois aún.

El ascensor se detuvo en el último piso y se abrieron las puertas.

—Puedes dejarlo aquí, yo me encargaré de entrarlo. Lo cierto es que a la señora Bourgeois no le agrada que entre mucha gente.

—Es... está bien.

Volví a apretar el botón y el ascensor descendió, pero mi curiosidad por entrar a ese lugar subía cada vez. Regresé a la habitación veinticinco a buscar una bandeja vacía.

Vi a la señorita Straighthead escribiendo cuando llegué a la recepción. No quise molestarla, así que solo me senté en el banquillo.


—¿Buscaste el pedido de la habitación veinticinco? —preguntó mientras seguía anotando.

Esa mujer podía hacerse cargo y pensar en diez cosas distintas a la vez, lo que no dejaba de asombrarme.

—A-ah, sí.

—Bien.

Hizo unas últimas anotaciones y fue interrumpida por una pareja que ingresaba al hotel.

Buongiorno. Camera, per favore.

Quarantanove.

Buscó la llave en la estantería y se la entregó.

Grazie —respondieron y se dirigieron a su habitación.

—¿Podría preguntarle cuántos idiomas habla? —me animé a husmear.

—No, solo dos. Pero aquí siempre aprendes cosas nuevas.

De pronto vimos bajar a un sujeto con gorra, anteojos oscuros y un largo saco negro. Era extraño, hasta se parecía a un agente secreto de las películas de acción. Se acercó para dar las llaves de su habitación antes de salir.

La historia de Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora