17 | Relaciones

397 18 6
                                    

—¿Volverás?

—Sí, papá. Es solo que no...

—No quieres ver a Alen, lo entiendo.

—¡No! No es eso.

—Cariño, no tienes que esconder lo que sientes. Es obvio que cuando vuelvas vas a recordar sus paseos en bicicleta, el restaurante...

Maldito el momento en que se me ocurrió llamar. Ya habían pasado meses desde que había terminado con él, ya estaba superado.

Bueno, hasta que empezó a recordarme nuestras costumbres y... ah, aún no se había cicatrizado la herida. Pero jamás lo haría si cada vez me golpeaban hasta machucarla un poco más.

—Papá.

—Y la vez que vino a cenar en...

—Me estás hiriendo con todo eso. Para, por favor.

—Oh, lo siento. Lo siento. Tal vez nosotros... ah, olvídalo.

—Volveré cuando pueda. Me voy, debo ir al trabajo.

—Claro, ve. Te queremos, hija.

—Yo a ustedes. Adiós.

Coloqué el tubo de nuevo en el teléfono y permanecí en el sillón.

Llevaba meses evadiendo la ruptura. Siempre escapaba de ese pensamiento y me resguardaba en otro. Algún día volvería a ver a Alen, y provocaría un desbalance si no contaba con un proceso ya transitado.

Las pocas veces en que me digné a reflexionar sobre el tema, surgía la inevitable pregunta de si él ya me habría superado. Lo más probable era que sí, e imaginarlo me carcomía.

Tomé mi bolso y bajé las escaleras. Salí a las calurosas calles de junio, caminando entre la gente hasta llegar a la parada del autobús.

Me bajé en la cuadra del hotel. Siempre procuraba apreciar el edificio al entrar, cruzar los portones de cristal maravillada por la arquitectura.

—Buen día, Nathalie —saludó Jean, mientras fichaba.

—Buen día.

Caminé hasta los baños y me puse el vestido negro y delantal del uniforme.

—¿Hay alguna bandeja que buscar? —pregunté llegando al mostrador, atando mi usual coleta.

—Creo que no —respondió mi jefa.

Tal vez podía hojear el libro de eventos debajo del mostrador, para husmear qué tan entretenido estaría el mes.

—¿Hay una presentación musical en dos semanas?

—Sí, puedes anotarte para estar entre el personal si quieres.

—Claro, lo haré. ¿Me adelanta algo?

—Es sorpresa. Solo diré que te convendría hablar rumano.

—Ah. ¿Gente de otros países? Bien, lo intentaré.

—Puedes ir a la biblioteca y buscar algún libro que te ayude.

—¿Hay una biblioteca aquí?

—Tercer piso.

...

Adentrada en el tercer pasillo, recorría las estanterías con ojos que no alcanzaban y vislumbraba los lomos libro por libro.

La biblioteca del hotel era bastante amplia, al menos más grande de lo que imaginaría encontrar en un edificio de esas cualidades.

Me avecinaba al libro, así que reboté los últimos lomos con los dedos hasta encontrarlo. Tiré de la punta y lo separé de los demás del estante. Con mi nueva adquisición, regresé al vestíbulo.

La historia de Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora