12 | Le Grand Paris

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Me miré en el espejo una última vez para corroborar mi apariencia. Acomodé mi cabello en una coleta alta y miré mi uniforme. Nunca había usado esos vestidos negros hasta las rodillas con delantal blanco, pero me sentía parte de una película.

No podía creer que había llegado a trabajar en un hotel internacional. Era tan emocionante. Tanta gente de distintos países, distintos idiomas, distintos gustos. Sería una gran oportunidad para aprender.

Al volver a la recepción, me encontré con la pulcritud característica del lugar. Los asistentes llevaban carritos con maletas, las amas de llaves indicaban a los hospedados qué habitación y piso les tocaba. Simplemente fantástico.

—Nathalie —me llamó mi superior, una mujer de expresión seria con traje y corbata.

Caminaba junto a ella o, mejor dicho, detrás de ella por el salón mientras indicaba cada parte y qué debía hacer.

—Y si alguien toca la campanilla y la recepcionista no se encuentra, te acercas al mostrador.

—Entendido.

—Si necesitas ayuda, puedes preguntarle a Jean.

Nos dimos vuelta y señaló a un hombre alto de bigote delgado.

—Bien, eso es todo por ahora. Buena suerte.

Se alejó y tomó el ascensor. Ahora debía esperar a que llegara algún hospedado en busca de asistencia.

De pronto entró un hombre alto y corpulento con un bebé en brazos, mientras daba indicaciones a los empleados a medida que se le acercaban.

—Pedimos las sábanas rosadas como usted ordenó.

—Bien, pero ahora quiero cortinas blancas. Las cortinas rojas ya no van con este lugar. Y quiero más maceteros blancos con flores.

—¿Qué dice sobre uno de este lado y uno cerca de la ventana, señor Bourgeois?

—Perfecto. Ahora, déjeme... —indicó, hasta que el bebé comenzó a gritar— Ah, no otra vez. Necesito cambiarle el pañal a Chloe, llévenme al penthouse.

—Su esposa llamó, pidió que le informara que estará aquí mañana.

—Gracias. Con permiso.

Subió al ascensor y lo perdí de vista. No estaba segura, pero sonaba a que era alguien importante con respecto al hotel, no solo un simple hospedado.

...

Estaba fascinada con todos los pasillos y puertas con las que contaba ese edificio, parecía un laberinto con pasajes secretos. El ascensor era tan lujoso, las habitaciones eran tan pulcras, y la terraza era espectacular. Ya quería tener un evento allí.

Llevaba dos semanas enteras y no me había alcanzado para terminar de conocer el hotel. Quería hacer mi propio tour.

Ahora caminaba hacia la habitación de un cliente confidencial. Ese trabajo era tan emocionante. Me habían pedido que usara un nombre falso en la entrada, que solo las personas autorizadas sabrían. Yo no conocía a ningún guitarrista de bandas apellidado Stone, pero si me habían pedido un seudónimo, lo acataría.

Abrí la puerta y me encontré a un joven alto de abundante cabello castaño que le caía hasta la mandíbula. Simulaba tocar la guitarra frente al espejo y, cuando pasó la mano por su cabeza, descubrió un mechón teñido de azul.

—¡Ah! Lo siento, señor, solo vine a...

—¿Señor? Pff, no me digas que ya me van a llamar así.

La historia de Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora