5 | Último día

401 48 91
                                    

No sabía en qué momento habían pasado los tres días.

No podía creer que estaba de vuelta en el taxi de Toulouse hasta mi casa. Ya extrañaba París, aunque la hubiera visto hacía unas horas. No había llegado a visitar todos los monumentos, ni entrado a todos los restaurantes o cafés que quería. Había sido un parpadeo.

Tenía que admitir que el viaje de vuelta en avión me despertó ciertos nervios, pero eran muchos menos que en el primero y fui capaz de manejarlos. Tenía que manejarlos si pretendía mudarme allá.

Miraba por la ventanilla a los lugares de siempre. Estaba de nuevo en mi realidad. Mi recuerdo de los anteriores tres días se asemejaba a un sueño maravilloso.

Mi padre empezó a palpar sus bolsillos en busca de las llaves.

—¿Y? ¿Cómo estás, hija?

—Ah... bien. Estoy feliz de haber ido.

—¿Tomaste una decisión?

—Sí.

Él asintió con la cabeza mientras apretaba los labios.

—¿Averiguaste algún empleo?

—Traje un periódico para revisar los anuncios clasificados.

—Bien.

Llegamos a casa en algunos minutos. El taxi estacionó en la puerta, y mi mamá y Lucas salieron corriendo mientras bajábamos las maletas del baúl. Me abrazaron y apretujaron y me insistieron para que contara todo el viaje con lujo de detalles.

En la cena, la conversación se basó únicamente en mis experiencias en la capital. Tuve que señalar que la ciudad era muy diferente a donde vivíamos, pero que no hubo momento en el que no me hubiera encantado.

...

La imagen perfecta estaba ante mis ojos: nuestras manos entrelazadas, hojas amarillas y naranjas que crujían bajo mis pies y un cielo parcialmente gris. El olor a otoño, a suéteres y a brisa fresca eran mis favoritos.

—Te divertiste mucho, en resumen.

—Sí —reí—, París es asombrosa. No es nada parecido a lo que he visto.

—Entonces te irás.

—Pues... sí. Al menos haré la prueba de vivir sola allá. No sé cómo saldrá.

—Espero que te vaya muy bien. Quiero que seas feliz en donde estés.

—¿Y con quien esté?

—No. No te enamores de otro. Quiero que seas feliz conmigo nada más —sonrió.

—Qué posesivo —bromeé, lo que nos sacó una risa a ambos.

—Nath, la verdad, me preocupa. ¿Crees que estaremos bien separados?

—No estaremos separados. Vendré a visitarlos todo el tiempo. La distancia no cambiará lo que siento, te lo aseguro.

—Yo también.

Apoyé mi cabeza en su cuello y caminamos las cuadras hasta mi casa.

La historia de Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora