Capítulo dos.

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Alexia Mc'Mahon.

Una dulce risilla inunda el pequeño consultorio.

La doctora sonríe dulcemente y le entrega una enorme paleta de colores a mi hermana de 7 años.
Hazel sonríe en demasía al tomarla.

—¿Podrías darme unos minutos con tu hermana?. —le dice la doctora— Puedes ir a ver las pinturas y después me dices cuál te gusta más ¿Sí?.

Hazel me mira, esperando mi autorización. Le asiento con una sonrisa, se acerca y sus dulces brazos me rodean, deja un beso en mi mejilla, antes de caminar hasta el pasillo de las pinturas y comer de su paleta.

—Algo anda mal ¿Cierto?. —le digo en un susurro, todavía mirando a mi hermana.

Rodea su escritorio, toma una de las sillas y toma asiento frente a mí.

—Tengo que ser directa Alexia. —Levanto mi mirada para encararla— Las pruebas no han arrojado buenos resultados.

—¿Que ha pasado?. —susurro de forma apresurada.

—Su cuerpo ha rechazado el oxígeno, los medicación no está haciendo el efecto que esperábamos.

Mis ojos se humedecen al escuchar esas palabras, las lágrimas luchan por salir de mis ojos.

Hipertensión pulmonar.

Esa es la enfermedad que mi hermana padece.
Giro mi rostro para observarla en silencio, se encuentra maravillada viendo las pinturas. Ella es una amante de los pinceles. A pesar de todo, no ha perdido el hermoso brillo de sus ojos y la sonrisa radiante que posee.

A pesar de que la enfermedad la a empezado a debilitar.

¿Que contar de nuestra vida?.
La situación es más jodida de lo que puedo expresar ante alguien.

Tuvimos la desdicha de nacer en una familia de drogadictos.
Nuestros padres tenían una fuerte adicción a la cocaína y la marihuana, desde que tuve memoria sufrí de maltratos tanto físicos como psicológicos.

Aguante eso por años, pero cuando mi madre se embarazo por segunda vez y tuvo a Hazel, todo fue diferente.

Desde sus primeros minutos me encargue de cuidarla, de protegerla de toda la mugre que nos rodeaba. Luche para que nunca le faltará comida, aunque tuviera que sacarlo de mi boca.

Solo me importaba ella.

Mis padres nunca nos prestaron atención, decían que ambas éramos sus más grandes errores.

Yo era el error de su adolescencia.
Y hazel el olvido del condón.

Razones por la cual se libraban de nosotras.

Nunca notaron como Hazel se ahogaba en su respiración al correr.
Como su cansancio cada día era más notorio.

Por años me sentía impotente en esa casa, si es que la puedo llamar así.
El problema es que era menor de edad, no podía escapar con Hazel, por que la policía nos podía detener y sabia que nos separarían.

Pero al final no me importo nada de eso. Dejé de lado todas esas estupideces y la noche en la que estaba a punto de cumplir 17 años, decidí huir con ella.
Tomé nuestras pocas pertenencias, nos montamos en una autobús con lo poco que había ahorrado y me obligue a mi misma a no mirar hacia atrás.

Tome el primer destino que estuvo a mi alcance.
Sorrento.
Donde conseguí un trabajo, y lo primero que hice con las pocas monedas que recibí fue llevarla a un médico.

Dama de Seducción |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora