Capítulo siete.

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Alek Diatlov.

El agua de la regadera artificial recorre mis músculos, cierro mis ojos al sentir el agua fría, es la única manera de bajarme un poco el calor que me embarga al estar cerca de Alexia.

Nunca he hecho las cosas tan rápido.
Pero con ella, he hecho el trabajo en cuestión de horas.

Cuando la tengo cerca, todo mi cuerpo reacciona instantáneamente a su presencia, y lo único que pasa por mi cabeza es llevarla a la cama y hacer el amor.

Alexia pudo fácilmente haber pensado que esto era un rollo de una noche, y que la voy a dejar al pasar esta semana.
No puede estar más equivocada.

La deseo a cada minuto del día.
Y será muy difícil deshacerme de esta sensación.
Me he vuelto un adicto a Alexia.
Desde la primera vez que puse mis manos sobre ella, algo en mi interior me decía que jamás tendría suficiente.

Si mi madre estuviera viéndome en este instante, podría apostar a que estuviera riéndose, y recordando mis palabras sobre no casarme.
Supongo que hay que empezar a replantear esa idea.

Unas manos cálidas se instalan en mi pecho despejando mis pensamientos, sonrió tomando sus manos, y me doy la vuelta, encontrándome con Alexia desnuda.

—¿No te habías duchado ya?. —le pregunto divertido, Alexia dijo que se iba a duchar primero, solamente se reía a mis propuestas sobre ducharnos juntos.

—Necesito lavar mi cabello. —dice como una excusa inocente—. Además, no me pude resistir.

Cruzo sus manos alrededor de mi cuello, con suavidad mis manos bajan por sus brazos, sus pechos rellenos y eso hace que Alexia se presione más a mi cuerpo.
Lo de inocente quedó en el olvido.

Intentaba bajar mi erección, pero al parecer mi dulce chica quiere seguir jugando. —exclamo tomando su trasero en un duro agarre, gimotea en respuesta, presionando sus pezones contra mí pecho.

Alexia es un poco dulce e inocente, sin embargo no se siente cohibida al estar desnuda frente a mí.
Lo disfruta, y eso basta para que yo lo disfruté con ella.

—Alek... Quiero... —susurra en bajos gemidos.

—¿Que deseas?. —le pregunto en su oído, acercándola más a la lluvia artificial.

—A tí... —murmura, gruño en respuesta y la arrinconó a los azulejos.

—No estás para nada estropeada. —le digo a milímetros de sus labios, su respiración siempre se agita con mi más leve cercanía, una de mis manos se posa sobre su centro—. Siempre lista para mí. —digo sintiendo el calor y la humedad—. Supongo que llegarás tarde donde tú hermana.

—Uhm... creo... —habla mientras tomo unos de sus pechos en mi boca—. ¡Alek!... vamos a hacer la ducha... muy larga.

—Va a ser una ducha larga. —le afirmo con voz ronca, antes de enrollar sus piernas en mi cintura y llevarla al borde del orgasmo con mis embistes.

Una muy larga y placentera ducha.

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—¿Te gusta el mar?. —le pregunto rodeándola con mis brazos y besando su hombro.

—Lo he visto por más de dos años. —suspira—. Pero me transmite tranquilidad y por eso acostumbro a verlo.

Nos encontramos en mi yate, después de salir de la ducha, Alexia tenía que regresar con su hermana, por lo cual me encargue de pedirle algunas prendas, y aunque se negó al principio, la convencí al decirle que no podía salir a estas horas con un vestido de noche.
Además de que estába hecho trizas.

Dama de Seducción |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora