Cap. 45

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- No, Ana... ahora no - me acerqué a su oído - vamos a poder con todo lo que venga, mi amor, te lo prometo - dejé un beso cariñoso en su mejilla

- Lo sé - susurró

- Y quiero que desaparezcan tus miedos ¿eh? que si hace falta me los comeré... - di un mordisco en su cuello

- ¿Y solo mis miedos te piensas comer? - preguntó socarrona

- No, y la pizza que hemos comprado va a caer pronto también, que no sé porque este pueblo me da tanta hambre - dije bromeando

- Que corta rollos eres...

Reí

- Pero me quieres así - le dije

Me miró

- Te quiero de cualquier forma, y muchísimo

- Y yo a ti reina, te quiero más que a nada en el mundo, que te quede claro...

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Ya era la tercera y última noche que pasábamos por tierras vascas y, aunque lo necesitábamos, hicimos de todo menos descansar.

Posiblemente ese fue el principal motivo de que a la mañana siguiente fuera imposible abrir los ojos hasta bien pasado el medio día.

Otro motivo fue indudablemente las pocas ganas que teníamos de irnos de allí. La mañana anterior habíamos decidido volver ya a Madrid porque Ana estaba exageradamente impaciente por saber que le decían en universal después de todo lo que había pasado. Yo entendí perfectamente su impaciencia y, aunque no me apetecía nada, no me opuse a su deseo.

Hacía un día terrible en Donosti. Llovía con fuerza y hacía un aire exagerado. Se podía escuchar perfectamente la marea revolucionada y las olas chocar con las rocas.

Ana estaba abrazada a mí y me negaba a hacer ningún movimiento que la pudiera despertar. Aquella sensación de estar las dos bajo las sábanas completamente desnudas e ignorando el frío que sólo se podía ver en el vaho de las ventanas, me parecía un regalo del cielo.

Su respiración chocaba en mi cuello con una cadencia que me aseguraba que seguía completamente dormida, así que aproveché para cerrar los ojos y disfrutar un rato más de aquel momento.

Pero no duró mucho, de repente noté como se retorcía entre mis brazos y de un impulso se levantó de la cama y corrió al baño sin importarle que estaba totalmente desnuda.

Me levanté tras de ella preocupada y me asomé al baño.

- ¡No, no! - dijo medio adormilada en la puerta - vuelve a la cama - me empujó saliendo del baño

- Pero ¿Estás bien? - le pregunté mientras impactaba con la cama y ella nos tapaba a las dos con el nórdico con mucha prisa

- Si, es solo que me hacía mucho pis - se abrazó a mi y se acurrucó en mi cuello mientras yo reía - quiero quedarme todo el día aquí - gruñó

- ¿No querías irte?

- Si, pero estoy muy a gusto aquí, jo... - abrió los ojos y me miró - ¿y los chicos?

- No los he escuchado aún, creo que deben seguir durmiendo

Unos segundos después llamaron a la puerta, era Ricky.

- Hola bellas - dijo en voz baja aún con la puerta encajada - ¿estáis despiertas y visibles?

- Despiertas sí... - contesté

Callada. WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora