29. Entrega

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Mi historia fue compartida en el lugar donde decidí comenzar de nuevo, aquella playa lejana y solitaria donde Tyler y yo habíamos pasado el día de San Valentín. Pudo ser el final de todo, tal vez por eso lo traje aquí para contarle todo, esperando que terminara donde había decido darme una nueva oportunidad. Pero se quedo, tal como había prometido. Frente al mar y junto al atardecer.

Cuando el momento llega lo sabemos, es algo que está arraigado en nosotras, no importa el lugar, el clima, la hora o lo que se presente en el camino. Cuando a persona aparece tampoco importa el tiempo que lleven juntos, puede ser un día, una semana un mes o tres. El caso es, yo lo sabía. Una vez que comenzó no había vuelta atrás.

En un instante sensaciones por completo desconocidas para mí se apoderaron de mi ser, no tenía miedo, no sentía ansiedad. Había tanta paz en ese momento, me abandone tanto en el que sentía que era el lugar a donde siempre pertenecí. Cada caricia, cada jadeo, cada palabra. Incluso pude oír a las olas susurrar mientras nos abandonábamos en el otro, el cielo parecía tan sonrojado como yo.

El tiempo se esfumo, nada mas importaba, nunca me sentí tan...libre.

—Eso te queda bien —La visión despeinada, mojada y descamisada de Tyler era bastante agradable—. Debería regalarte toda mi ropa de una vez.

—Ja - ja, gracias por traerme, gracias por la camisa y gracias por... —darme la mejor primera vez que una chica pudo tener—. Por...

—¿El sexo?

Mierda ¿por qué eres así Tyler? A estas alturas no me debería de sorprender. Pero me puse toda roja y lo golpeé muy repetidamente hasta que me cogió las manos y me besó.

—Te iba a decir que gracias por quedarte idiota, veo que sigues igual de egocéntrico —bueno en parte era verdad lo del sexo, claro, que no iba a admitirlo.

—¿O sea que no te gusto el sexo?

—Te dejare con la duda, le hará bien a tu ego.

Bajé de un salto y me arrepentí, los confines de mi interior nunca antes tocados se quejaron y casi me ceden las piernas, me doblé y tuve que apoyarme en las rodillas. ¿Eso que dicen de la primera vez en los libros? Pura mierda. Había sido increíble y todo eso, pero se sentía como si todos los huesos de la parte inferior de mi cuerpo se estuvieran reacomodando de una forma no tan sutil. Apenas oí a Tyler soltar una maldición, bajó y en una carrera llego a mi lado.

—¿Tu tía está en casa? —negué con la cabeza temiendo dar un paso, estaba siendo un poco dramática.

—Tiene guardia, siempre tiene guardia, es la reina de las guardias.

Una risita salió de Tyler y pronto estaba en el aire sostenida por él.

—Me quedaré contigo esta noche —murmuró sobre mis labios—. Tal vez podemos hacer que tu cuerpo se acostumbre a las nuevas sensaciones.

Y de pronto no sentía dolor, o hice como si no, asentí febrilmente mientras avanzaba a rumbo a mi casa. Me dejo en el suelo y fui a duras penas a darme una ducha, olía a mar y a Tyler. El agua caliente me escoció, mis músculos estaban relajados en su mayoría, solo mi parte interna ardía y mis caderas estaban acalambradas. Tyler dijo que mañana estaría diez veces peor, gran apoyo lo sé, mi novio es el mejor.

Salí envuelta en una toalla y con otra en mi cabello. Tyler acongojado reposaba su espalda en la pared junto a la puerta y miraba la nada dándole vueltas a su teléfono.

—Deberías entrar —mi voz pareció sobresaltarlo un poco—. Tienes arena en el pelo.

—Sí, estoy algo sucio —dijo con una sonrisa ladina, me mantuve cruzada de brazos—. Olvídalo, nada ha cambiado, tu mente sigue igual. ¿Está todo en orden ahí abajo?

Tu Propio ReflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora