5. Lluvia

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—Lia, peeeeeerdón —sus ojos claros me suplicaban con vehemencia, alcé una mano en su dirección y la corte en seco. No le había dirigido la palabra a Ale en todo el camino al instituto, ni ayer, cuando me dejó en casa.

En parte era su culpa el que me pasara dos horas sentada en el sofá de Tyler, sola y sin hacer nada. Mi arrebato de ayer pesó en mi conciencia esta mañana al recordar todo lo que le dije al idiota egocéntrico. En parte fue por su irresponsabilidad, pero admito que toda la ansiedad que me han traído estos días, contribuyó un poquitito. 

Últimamente estoy muy temperamental.

—¿No piensas hablarme? no lo soporto, si no dices algo me lanzaré del auto. Juro que lo haré —amenazó la pelinegra, suprimí las ganas de reír y decidí detener su sufrimiento

—Algo —musité tranquilamente.

Ella me miró con los ojos entrecerrados analizando mi actitud.

—Estás disculpada —procedió a emitir un grito, pero la detuve—. Aunque deberás pensarlo dos veces antes de que decidas que te cubra en alguna de tus fechorías.

—Vuelves a hablarme eso es suficiente, de lo otro me encargo con suplicas desesperadas —rodé los ojos y bajé del auto. Habíamos llegado al colegio. Ale, como siempre se retocó el maquillaje antes de bajar del coche.

La miré impaciente, esa era la parte mala del maquillaje: estar retocando y revisando a cada momento para que no se corriera o se arruinara. Giré en el lugar para buscar con la vista a Sammy, sin embargo, quedé frente a barbilla con el idiota egocéntrico de Stevens, quien mostraba su sonrisa ladina en su perfecto rostro.

—Woa, Roberts, quiero que vayamos despacio —le di la espalda y se atravesó de nuevo en mi camino—. Mal chiste, lo sé, lo siento —le dirigí una mirada enojada.

Cambio su expresión a una más seria.

—Tengo algo para ti —arqueé las cejas y lo miré con suspicacia.

Lo vi sacar de su mochila unos papeles, les dio un rápido repaso a cada hoja

—Espero que esa sea tu disculpa por escrito.

—Ja, ja —se mofó—. De enojada a chistosa. Ten, lee, y después admiras mi perfecto rostro —por un momento pensé que hace un rato había pensado en voz alta, luego me acordé que Tyler es así de egocéntrico y se me pasó.

Tomé los papeles sin mirar dos veces sus oceánicos ojos. Mi mandíbula casi queda incrustada en el pavimento al ver todas y cada una de las respuestas del cuestionario que le dejé a Tyler en su casa anoche. Por detrás de estas, había un desastroso (pero admirable) intento de responder a los ejercicios que le puse. En el pie de la última página había una nota:

Ya sé que la mayoría puede que estén mal pero no habría entendido nada de no ser por las anotaciones que hiciste. En serio necesito las tutorías, ¿me ayudas?

Puse cara de póquer mientras sonreía para mis adentros. Le devolví sus papeles sin hablar. Moría de ganar por burlarme, golpearlo o abrazarlo, me limité a mirarlo. 

Ja, había hecho que doblegara su ego.

—No lo aprendí de memoria pero si lo anoté en mi libreta —explicó—. Me dormí a las 3 de la madrugada y creo que nunca en mis diez años estudiando había escrito tanto —exhaló.

—¿Y qué esperas que haga entonces? 

No pensaba felicitarlo. Aunque algo se removió en mi interior con este gesto.

¿Cuál gesto, Lia? Solo lo hace porque no le conviene que deje de ser su tutora.

—Ya entiendo, te rogaré si es necesario. Pero en serio necesito pasar los exámenes —comenzó a ponerse de rodilla y lo detuve rápidamente. 

Tu Propio ReflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora