1. Again

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Otro día, otro sermón, otro desayuno bajo extrema vigilancia. Otra vez tener que responder a las preguntas de mi tía con una falsa sonrisa en el rostro. Sé que ella se esfuerza para cuidarme y verse como alguien responsable ante todos. Pero hay días (como por ejemplo el de hoy), en los que no tengo ánimos ni siquiera de fingir una sonrisa.

—¿Estás bien? si quieres puedo prepararte otra cosa —su voz terminó sacándome de mis pensamientos casi suicidas.

—No, está bien, es solo que tengo parciales y casi no pude dormir anoche —respondí llevándome una cucharada de cereales a la boca.

La tía Jen era unos seis años mayor que yo, así que, por más que lo intentara, no podía verle como un figura materna. Cuando la trabajadora social le preguntó si podría encargarse sola de mi; puesto que no tenia familia cercana a la cual recurrir, ella asistió encantada; sé que me quiere y todo eso, aún así, a veces, no puedo evitar sentir que estoy siendo una molestia para ella. Por algo había decidido no tener hijos todavía. 

Tuvo que resignarse a ser tutora legar de una adolescente que debía sí o si asistir a terapia (lo cual debió ser un lío), cuando podría estar viajando por el mundo con sus amigos. Ella solía estar en un grupo, se llamaban a sí mismos "Salvadores extremos", o algo así. Cuando se recibieron de medicina general, decidieron dedicarse a ir de país en país, asistiendo voluntariamente en zonas rurales, donde el derecho a la salud era muy limitado debido a las carencias de las poblaciones.

Justo estaba por irse a alguna parte de América del sur, cuando sucedió. Casi inmediatamente y fuera de todo pronostico, la tía Jen estuvo conmigo apoyándome, sin despegarse de mi ni un solo segundo durante la semana que permanecí internada. Se mantuvo a cada instante de los siguientes meses que estuve entrando y saliendo de la rehabilitación. La verdad es que no recordaba ni un solo minuto en el que ella no estuviera allí, sin embargo, ese vacío que se había formado en mi pecho crecía día tras día no podía ser llenado y aún no puede.

—¿Harás algo después de clases? —preguntó con su tono de emoción— Se estrenará una nueva película y pensaba que podríamos ir al cine a verla.

—Eh, tenía planeado estudiar toda la tarde con Ale —se vio claramente decepcionada, pero lo disimuló bien—. Como ya te dije tengo parciales y montañas de cosas que estudiar —mentí, prácticamente ya sabía todo de memoria—. Vamos otro día. —Se lo pensó un momento con el ceño fruncido para luego sentir sonriendo.

—En ese caso... largo —señaló la puerta con el pulgar. 

Sonreí, o por lo menos lo intenté.

Ella era la mejor.

—Pero antes prométeme que comerás bien en casa de Ale —si, sabía que no iba a librarme de eso.

—Tía, sabes que lo hago, no debes hacerme prometer eso, estoy bien, estaré bien y voy a comer ¿Puedes dejar ya de preocuparte sin razón?

Traté de ser amable, disimulando lo mejor que pude mi mosqueo por el repetitivo tema.

Después de aquello, cogí mis cosas, y me apresuré a ir a la parada de autobuses donde Ale me recogería. Al cabo de unos minutos me encontraba camino al colegio, junto a mi mejor amiga en su flamante coche; viajar con ella al colegio se había convertido en parte de mi monótona rutina diaria, ella me hacía de chófer y yo a cambio la ayudaba con sus estudios.

Ale y yo éramos amigas desde que tenía memoria, su madre era amiga de la mía. Ella era una de las pocas personas que sabía lo que sucedió, la verdad al completo. Ambas éramos como el día y la noche; ella era bajita, con curvas, largo cabello negro y lacio y ojos color avellana rodeados de largas pestaña. Por otro lado yo soy alta, de largas piernas, cabello castaño claro cubierto de rulos. Asimismo en la personalidad diferíamos por competo, ella era extrovertida, capaz de alzar la voz en cualquier circunstancia, nunca se quedaba callada; yo era todo lo contrario. Me dedicaba a mantenerla en sus límites y ella me sacaba de los míos.

Tu Propio ReflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora