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Cinco palabras fueron suficientes para hacer que Número Dieciocho enmudeciera

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Cinco palabras fueron suficientes para hacer que Número Dieciocho enmudeciera. Ann no podía culparla en lo absoluto, puesto que a pesar de las locuras que siente en su interior por ese extraño y poderoso monstruo, se encuentra consciente de todo lo que ha hecho. De lo que les ha hecho; y es por eso que no pudo retener su amargo llanto. Se sentía una idiota.

—Es una locura, ¿no? —interrogó limpiando con rudeza las lágrimas que resbalaban por sus mejillas sonrosadas. Ella sabía que todo es su culpa—. Le prometí a mi padre que los protegería de Majin Buu y lo único que he logrado es traerlo hasta ustedes, —sorbió su nariz, que se hallaba del mismo tono que sus mejillas—, aún sabiendo las consecuencias no lo detuve.

Ni siquiera se molestó en observar en dirección a la rubia, ya sabía lo que encontraría; asco. E incluso existía la posibilidad de que la androide la hubiese dejado hablando sola. Prefería la segunda opción, no creía ser capaz de soportar una mirada despectiva de la mujer frente a ella.

—Ann... —su voz baja le hizo tranquilizar un poco; como si estuviese escuchando a su propia madre. Aunque Dieciocho realmente se encontraba pensando muy bien en que decirle exactamente. Lo único que la saiyajin esperaba era que no le temiera por encontrarse bajo el resguardo del ser rosado—... Probablemente sea una locura lo que estoy por decir, pero no tiene nada de malo sentir algo por él. Tú no elegiste amarlo. Eso no se puede... Lo que quiero decir es que, no es tu culpa haberte enamorado de Majin Buu, pudo haberle pasado a cualquiera; pero por algo fue a ti. —le brindó una sonrisa maternal, esperando que fuese suficiente para tranquilizarla—. Quizás todo esto estaba predestinado, ¿no crees?

Agradecía cada una de las palabras de la rubia, pero por alguna extraña razón no la hicieron sentir del todo bien. Es cierto, ella no eligió enamorarse de Buu; sin embargo, lo priorizó incluso ante sus propios amigos y familiares. Estaba siendo egoísta y se dejaba manipular muy fácilmente. ¡Por Kamisama!, ni siquiera se había preocupado por la vida de su hermanito Goten y por el hijo de Bulma. ¡Permitió dejarlos ir hacia su muerte segura!

—Gracias, pero no creo que tus palabras sean de mucha ayuda. —confesó. Posteriormente dirigió su mirada hacia el templo a unos metros suyo—. Estoy siendo una «mocosa malcriada», como diría el señor Vegeta. —suspiró, ¿quién diría que ese cascarrabias tendría razón sobre ella?—. Es momento de realmente comenzar a tomar enserio mis prioridades. Lo correcto es ayudar a Goten y Trunks a pelear; además de que le prometí a mi padre que los protegería a como de lugar. —finalmente se decidió a dar el primer paso. ¡Lo estaba haciendo!—. Si debo pelear contra él lo haré, si muero está bien; al menos lo habré intentado. Sólo quiero ser útil para alguien por una vez.

Detrás suyo logró escuchar los apresurados pasos de la rubia, quien luchaba contra su hija para mantener el equilibrio al bajar los mil y un escalones que llevaban hacia la habitación del tiempo; justo donde el combate se estaba llevando a cabo.

—Realmente no tienes que forzarte a hacer esto, Ann. —escuchó decir a sus espaldas. Sí, definitivamente es necesario que lo haga—. Puede parecerte fácil ahora que estás aquí, pero cuando lo tengas frente a ti las cosas cambiarán. —apretó sus puños. Las palabras de la androide se incrustaban en su corazón una a una—. Ya haz hecho bastante, lograste tranquilizar a ese monstruo por días. ¿No te das cuenta de lo increíble que fue eso? —Ann sacudió su cabeza ante los recuerdos de ese corto lapso de tiempo—. Le diste tiempo a Trunks y a tu hermano para entrenar, ¡y déjame decirte que son increíbles! Seguramente lo vencerán, ¡ya verás! —Dieciocho cubrió sus labios con rapidez. Ella realmente quería que eso pasara, pero considerando la situación en la que se encuentra la joven, ya no sabe de que lado estar—. Es decir, todo se resolverá.

Una pequeña risa burlona escapó de los labios de la saiyajin. ¿Por qué se encuentra tan confiada en esos dos?, ¿o acaso finge para hacerla sentir mejor?

—Las cosas no son tan fáciles. —respondió con tranquilidad—. Él es demasiado fuerte. Cuando lo observé luchar contra su parte malvada, sentí miedo. —pero no tanto como el que sentía en ese momento, pues, ambos poderes se encontraban fusionados creando a un ser con una fuerza inimaginable—.

No se molestó en escuchar la respuesta de la androide. Cuando localizó con la mirada al grupo de personas que siguieron a Piccolo y Majin Buu, no dudo en ir con rapidez. Utilizando un poco de violencia se abrió paso entre los civiles sin importarle que le pidieran pensar un poco más las cosas, pero, cuando finalmente su palma se encontró cubriendo en su totalidad ese dorado y viejo pomo; la puerta se destruyó espontáneamente. Literalmente, cayó hecha pedazos a sus pies.

El rostro pálido y lleno de sorpresa de la menor no desapareció en ningún momento, es más, después de analizarlo un poco logró comprender el plan del señor Piccolo. Unos segundos le fueron suficientes para caer presa del pánico.

Un sin fin de "¡No!" salieron de sus labios al encontrarse lanzando innumerables ráfagas de poder hacia el espacio en blanco donde solía existir una achocolatada puerta gigante. Ann no se encontraba pensando correctamente en ese momento, todo lo que quería era ver a su pequeño hermano y protegerlo de ese monstruo que la tenía entre la espada y la pared. Sin embargo, fue detenida por unas grandes y masculinas manos que la sostuvieron por las muñecas; bruscamente fue obligada a verlo a los ojos.

—¿Estás loca? —su furioso gritó la sorprendió—. ¡Con eso que estás haciendo lo único que lograrás será destruir el templo!, ¡piensa un poco más las cosas antes de actuar! —un rostro impactado, seguido de un río de lágrimas que parecía ser imposible de parar. De verdad que lucía como una frágil niña en ese momento. ¿Cómo no? Estaba sola y asustada—. No, Ann. Tampoco es para que te pongas a llorar de esa manera. Perdóname.

La mujer de cabellos celestes lo apartó con molestia, logrando que la saiyajiin fuera liberada. Sin duda alguna sentía su instinto maternal a flor de piel.

—¡Eres un idiota!, ¿cómo se te ocurre comportarte de esa manera en un momento como éste? —exclamó fuertemente haciendo que Yamcha retrocediera con temor—. ¿Estás bien? —preguntó cambiando de manera drástica su tono a uno más dulce—.

Ann negó con las lágrimas aún descendiendo a gran velocidad. Se sentía sumamente patética. ¡Por todos los cielos! Se siente patética, y necesitada de su madre, quien necesita que la abrace y le diga que todo estará bien; aunque sólo sea una terrible mentira.

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¡Por cierto! Ya tengo las ideas claves para las próximas partes, espero que todo salga como lo estoy planeando jsjsjs

¡Espero les guste!

Bye bye.

La novia del monstruo [Majin Buu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora