Un detalle.

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Un detalle.

Una frase fue lo que sé necesito para hacerlo huir. Un:

«Me gustas»

Dicho por aquella persona y no supo cómo reaccionar.

Corrió, corrió dejando atrás todo sin recordar exactamente como respirar. Unos 100 metros más adelante sé sintió verdaderamente mal por haber huido dejando a Kacchan atrás. Recordó que había dejado su mochila y el resto de sus cosas con él y suspiró resignado. Quisiera o no debía regresar.

Necesito de toda su fuerza de voluntad para obligar a sus pies a dar la vuelta y caminar por donde llegó. Mientras, su cerebro procesaba lo que acababa de pasar.

«Me gustas»

Totalmente fuera de contexto. No tenía sentido y mucho menos lo esperaba en ese momento en el que ni siquiera estaban hablando. ¿Por qué lo había dicho? ¿Por qué tan de repente? Estaba asustado, nadie lo podía culpar por huir.

Dos metros antes de llegar al jardín toda la fuerza de voluntad que hasta el momento había acumulado se desvaneció por completo al ver a Kacchan a lo lejos. Se detuvo sin poder avanzar un paso más, tomó aire para tratar de agarrar valor. Fue totalmente inútil. Fue incapaz de hacer algo más que quedarse tras un árbol y observar.

—Aahhggg —un gruñido proveniente del lugar en donde ambos estaban minutos antes. Kacchan golpeaba el tronco de un árbol una y otra vez. —¡Tonto! ¡Inútil! ¡Estúpido! —cada insulto del cenizo, que seguramente iba dirigido a sí mismo, venía acompañado de un golpe al árbol. —Por qué, tenías, que, arruinarlo, todo —con cada palabra Kacchan continuó golpeando al árbol tan fuerte que Izuku casi podía jurar ver pequeñas explosiones al momento en que su mano impacta con el tronco.

Katsuki continúo con su serie de puñetazos durante unos segundos más para finalmente suspirar y dejar caer los brazos rendido. Giró la cabeza hacia donde había huido para comprobar si había regresado y por instinto Deku se escondió tras un árbol para evitar ser visto. El cenizo suspiro nuevamente, comenzó a recoger las cosas que estaban tiradas en el pasto incluidas las suyas. Tomó sus libros, libretas y demás útiles escolares y los colocó en su enorme mochila amarilla. Puso cuidadosamente la mochila al pie del árbol que antes golpeaba y se fue, no sin antes contemplar el paisaje de otoño y tomar una foto con su cámara digital.

Una vez su compañero se perdió en la distancia Izuku se acercó lentamente a su mochila. En la parte superior había una nota.

"Lo siento"

—No —susurró, —yo lo siento Kacchan.

Salió corriendo e intentó no pensar hasta llegar a su hogar.

Pasó el resto de la tarde tumbado en el sofá con los brazos colgando por las orillas. Su madre, por supuesto, lo notó. Apenas había tocado la comida y no había hablado nada desde el momento en que regresó de la escuela. Con cuidado se sentó en el sillón a un costado de su hijo y con cariño comenzó a acariciar su cabellera verde, el chico se sorprendió por el tacto pero dejó que su madre continuará mimando.

—¿Estas bien? —preguntó suavemente. El chico asintió con la cabeza, pareció considerarlo un poco puesto que unos segundos después negó con la cabeza.

—Mamá, —susurró refugiándose entre las prendas de la mujer —¿Qué haces cuando alguien se te confiesa? —. La mujer río cariñosamente por la pregunta de su hijo y comentó con simpleza.

—Pues responder.

—¡Mamá! —se quejo el chico por la sencillez de su respuesta. La madre solo río consciente de que su respuesta parecía bastante obvia.

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