Prólogo

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28 de noviembre, 2005.

- Vení, toma algo de agua que no quiero que te deshidrates – Bobby le alcanzó una botella con agua y Elena se tiró al piso, luego de vaciarla, sintiéndose exhausta. – Hace mucho no hacías nada, ¿eh? – se burló.

- Bobby me estaba dedicando a estudiar, no pensé que iba a terminar acá de nuevo. – suspiró. Miro a Bobby sentado frente a ella en una silla, sin él no estaría viva, de verdad le debía todo a ese hombre. – Quiero que me lleves de caza con vos – notó la cara de sorpresa en el hombre y miro a otro lado, intentando evitar mirarlo.

- Disculpa, creo que escuche mal – se levantó de la silla acercándose un poco más a ella, Elena noto la molestia en su voz y trago.

Había pasado un año del accidente en su familia, Bobby se había encargado de entrenarla desde entonces, por las dudas que algún problema se le presente. Le había enseñado a pelear mano a mano y con armas blancas. Le enseñó todo lo que sabía de armas de fuego o por lo menos todo lo que pudo en el tiempo que Elena lo iba a visitar.

Ella estaba sola, su familia estaba muerta y no se quería relacionar con sus demás familiares, que incluso cuando sus padres aun vivían no tenía una relación muy estrecha con ellos. Bobby también estaba sólo, sobre todo porque sus muchachos estaban de caso en caso y muy pocas veces estaba con ellos algún día en la semana. Habían llegado un acuerdo hace un buen tiempo, ella seguiría con sus estudios y de viernes a domingo, fin de semana por medio, iba a su casa para continuar entrenando y hacerse compañía mutuamente.

Elena se levantó del piso y suspiró – No, Bobby, no escuchaste mal. Quiero empezar a cazar. -Lo miro fijo a los ojos, enfrentándolo.

- Nadie quiere empezar a cazar porque sí, niña. – habló con enojo – ¿Qué demonios pasa por tu cabeza? tienes la jodida oportunidad de seguir estudiando ¿y así como así me decís que queres meterte en el negocio de la caza? ¡No es un maldito juego Elena! – Bobby se veía nervioso, moviendo las manos para hacer énfasis en cada palabra que salía de su boca.

- ¡Lo sé! – gritó ella pasándose las manos por la cabeza. – Ya lo sé – susurró sintiendo como un nudo se había formado en su garganta – pero no puedo seguir así Bobby – sintió sus ojos picar y lo miró – no puedo concentrarme y estudiar tranquila. – mordió sus labios y limpió una lágrima que se había escapado – sólo... sólo puedo pensar en los cuerpos sin vida de mis papás, en toda esa sangre... – cerró los ojos con fuerza deseando que esa horrible imagen desapareciera de su cabeza al menos unos segundos. – en que hay un mundo ahí afuera que no puedo ignorar cuando me roza la nuca cada vez que escucho un ruido extraño.

- Len... – observo a la pequeña de 20 años derrumbarse frente a él. Haciéndolo sentir incomodo, nunca supo cómo reaccionar cuando las personas lloraban.

- No Bobby, no. – se abrazó a sí misma y abrió los ojos observándolo nuevamente. – Siento que fuimos elegidos. ¿Ser cazador es una mierda? Si, lo es. Pero por algo nosotros quedamos vivos. – movió la mano derecha señalándolos a ambos. – Quiero cazar, hacer mierda a esos malditos, salvar a la gente. No quiero quedarme sentada con unos libros sabiendo lo que hay ahí afuera.

Bobby suspiró, le había agarrado mucho cariño a esa niña como para que le pase algo. - ¿Haces todo lo que yo te diga? ­– ­La apuntó con el dedo, ella sonrió asintiendo con la cabeza. – ante cualquier cosa te vas, ¿me escuchaste?

- Vamos viejo cascarrabias, seguro terminó siendo mejor cazadora que vos – se burló y limpio sus ojos que seguían ardiendo por las lágrimas contenidas. –­ Además me enseñaste todo lo que sé, ¿no confías en mí?

- Claro que confío, pero es diferente entrenar a enfrentarte con uno de verdad. – la guio dentro de la casa

- Lo sé – corrió una mesa pequeña que estaba llena de llaves – ya tengo un caso, lo vi hoy temprano. – agarró las llaves de su auto y le sonrió inocente.

Bobby apareció con un bolso lleno de armas y lo tiro en el baúl. Abrió la puerta del copiloto y observo mal a la chica que estaba sonriente - ¿Listo? – le preguntó y el negro sin cerrar la puerta. – No seas amargado Bobby. – sonrió divertida poniendo las llaves en contacto.

- Oh cállate, no voy dejar que manejes. Eso si no lo permito. – apretó los labios.

La belleza del lado oscuro | SupernaturalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora