La verdad hace daño

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Capítulo 3

William: Al día siguiente me levanté con dolor y, de nuevo, con ese ruido que parecía que me estuvieran gritando dentro de los oídos. Mi hermana seguía durmiendo y el hermano de Abel ya no estaba.

Unos minutos después, entró una doctora de unos 26 años, con el pelo rubio, ojos marrones y dientes perfectamente alineados; lo vi porque estaba sonriendo, pero no era una risa ruidosa, sino una sonrisa agradable y amable. Se sentó a mi lado y comenzó a tomarme la temperatura. Luego me pinchó en el antebrazo, y le pregunté con tono asustado:

William: ¿Qué me está haciendo?

William: Ella me contestó con la misma sonrisa:

Doctora: No te preocupes, te estoy poniendo suero para que la sangre se mantenga en estado líquido y no se coagule.

William: No entendí nada de lo que me había dicho, así que pregunté, extrañado:

William: ¿No has visto a un hombre de unos 80 años, canoso y con bigote?

William: Ella me respondió con el mismo tono de voz:

Doctora: Sí, lo he visto. Me dijo que tenía hambre y que quería respirar aire fresco, pero que volvería luego.

William: Un poco más tarde, mi hermana se despertó y fue corriendo al baño. Me sorprendí; ni siquiera dijo "buenos días". Al rato de que ella se levantara, escuché unos sonidos de esfuerzo y llantos de dolor. La doctora se levantó de un salto y corrió hacia el baño. Yo solo alcancé a inclinar la cama con el mando. Poco después, escuché el sonido de pisadas fuertes, y resultaron ser dos personas que trabajaban en el hospital, que acudían al mismo lugar donde estaba mi hermana.

William: Después de oír los mismos gritos repetidamente, vi a dos enfermeras llegar con mi hermana, que venía tambaleándose. Asustado, pregunté:

William: ¿Qué pasa? ¿Qué tiene?

William: Una de las doctoras respondió:

Sandra: Hola, soy Sandra. No te preocupes; solo se ha mareado y ha tenido que vomitar debido a una mala alimentación.

William: Le contesté con incredulidad:

William: ¡Pero si come como dos mujeres juntas!

William: La doctora me miró nuevamente y me respondió con cara persuasiva:

Sandra: Le hemos hecho unos análisis y muestran que no se ha alimentado correctamente.

William: Entonces me puse a pensar un instante y consideré que podía ser por la muerte de nuestro primo, pero luego reflexioné de nuevo y pensé que no podía ser porque Abel murió ayer. De pronto se me vino a la mente el examen de ingreso para inspectora que tuvo que hacer. Enseguida salí de mis pensamientos y le comenté a la doctora lo que había pensado.

William: Perdona, Sandra, ¿podría ser por los nervios del examen que tuvo que pasar hace tres días?

William: Ella respondió con una sonrisa sarcástica y una voz tímida:

Sandra: Pues creo que sí, aunque no podemos descartar otras opciones. Por ahora se quedará ingresada aquí contigo.

William: De repente vi al hermano de Abel venir con urgencia, conteniendo un vaso de plástico. Se arrodilló en el suelo, tomó la mano de Miranda y comenzó a besarla. Luego me miró con cara de desconcierto, se levantó, me abrazó y volvió hacia donde estaba mi hermana, arrodillándose de nuevo. La miró con compasión y empezó a hacer preguntas.

EL INSPECTOR SÁNCHEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora